José R. Hernández - No es fácil
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José R. Hernández - No es fácil
José R. Hernández - No es fácil
El martes durante el servicio les hable brevemente de un tema que deseo que profundicemos en el hoy. Si se acuerdan, el martes estudiamos la carta de nuestro Señor a la iglesia en Filadelfia (Apocalipsis 3:7-13.)
Durante el servicio les pedí que meditaran en el versículo ocho, y que oraran porque deseaba confirmación del mensaje que Dios me había dado en ese día. No tuvimos que esperar mucho después de haber dicho esto, y una hermana se paro a testificar y el Señor la utilizo para confirmar lo que Él me había revelado. ¡Gloria a Dios por Su Palabra! En el día de hoy quiero que estudiemos un acontecimiento en la historia; quiero que estudiemos acerca de la necesidad de mantenernos fiel a la Palabra de Dios, y las consecuencias que esto puede traer a nuestra vida. Pasemos ahora a la Palabra de Dios.
Jeremías 38:1-10 - Oyeron Sefatías hijo de Matán, Gedalías hijo de Pasur, Jucal hijo de Selemías, y Pasur hijo de Malquías, las palabras que Jeremías hablaba a todo el pueblo, diciendo: 2 Así ha dicho Jehová: El que se quedare en esta ciudad morirá a espada, o de hambre, o de pestilencia; mas el que se pasare a los caldeos vivirá, pues su vida le será por botín, y vivirá. 3 Así ha dicho Jehová: De cierto será entregada esta ciudad en manos del ejército del rey de Babilonia, y la tomará. 4 Y dijeron los príncipes al rey: Muera ahora este hombre; porque de esta manera hace desmayar las manos de los hombres de guerra que han quedado en esta ciudad, y las manos de todo el pueblo, hablándoles tales palabras; porque este hombre no busca la paz de este pueblo, sino el mal. 5 Y dijo el rey Sedequías: He aquí que él está en vuestras manos; pues el rey nada puede hacer contra vosotros. 6 Entonces tomaron ellos a Jeremías y lo hicieron echar en la cisterna de Malquías hijo de Hamelec, que estaba en el patio de la cárcel; y metieron a Jeremías con sogas. Y en la cisterna no había agua, sino cieno, y se hundió Jeremías en el cieno. 7 Y oyendo Ebed-melec, hombre etíope, eunuco de la casa real, que habían puesto a Jeremías en la cisterna, y estando sentado el rey a la puerta de Benjamín, 8 Ebed-melec salió de la casa del rey y habló al rey, diciendo: 9 Mi señor el rey, mal hicieron estos varones en todo lo que han hecho con el profeta Jeremías, al cual hicieron echar en la cisterna; porque allí morirá de hambre, pues no hay más pan en la ciudad. 10 Entonces mandó el rey al mismo etíope Ebed-melec, diciendo: Toma en tu poder treinta hombres de aquí, y haz sacar al profeta Jeremías de la cisterna, antes que muera.
Como siempre digo, para poder tener un mejor entendimiento del mensaje que Dios nos tiene, es necesario repasar un poco de historia. Primero que todo conozcamos un poco más a este hombre llamado Jeremías. Jeremías nació durante tiempos bien difíciles; eran tiempos cuando la apostasía, la idolatría y los rituales paganos florecían en el Pueblo de Dios, y Dios estaba ya un poco cansado de todo (Jeremías 17:1-4.) Jeremías le ministro a este pueblo por un periodo de más de cuarenta años, y le toco vivir durante lo que seria los últimos días del reino de Judá. En este punto de la historia, Judá tenia un bloqueo militar a su alrededor, y tenían al ejercito de Babilonia a las puertas. Ellos habían bloqueado la ciudad con su poder militar, algo que había durado por un periodo de más o menos dos años. Imaginémonos lo que esta aconteciendo en estos versículos; usemos nuestra imaginación y transportémonos por un momento a ese entonces. Esta ciudad estaba aislada del mundo, las rutas comerciales estaban bloqueadas, la comida estaba disminuyendo, el pueblo se encontraba irritado y atormentado, la moral y el animo del pueblo estaba por el piso, y si todo esto no fuese poco, aquí tenemos a Jeremías predicando lo que evidentemente tiene que ser un mensaje de traición. Pero, ¿estaba predicando Jeremías traición? En los ojos del hombre podemos contestar que si, pero la respuesta en actualidad es NO. La respuesta es no porque Jeremías no estaba hablando sus palabras, Jeremías hablaba lo que Dios le mandaba (Jeremías 1:4-8.) Jeremías solo declaraba la verdad de Dios.
Los mensaje que él les estaba trayendo no eran popular y alentadores; eran mensajes que llamaban al pueblo al arrepentimiento, y descubrían el pecado de una generación rebelde. Una gran verdad acerca de la Palabra de Dios es que los mensajes no siempre son populares y aceptados. Esto es cierto en este caso, ya que el mensaje que él estaba llevando era visto por los príncipes como traición y por eso vemos que le querían matar. Pero el punto de vista del hombre no detuvo a este varón de Dios; nada podía detenerle o amedrentarle porque él sabia que Dios estaba con él. Desdichadamente existen muchos en el pueblo de Dios que carecen este convencimiento, que carecen fe. Desdichadamente hoy en día vemos como muchos dejan de declarar la verdad por temor a las consecuencias, y esto incluye no solo al creyente, esto también incluye a muchos ministros, pastores, y lideres en el Cuerpo de Cristo. Existen muchas personas que no declaran la verdad porque en muchas ocasiones la verdad duele; en muchas ocasiones la verdad es bien difícil de aceptar; en muchas ocasiones declarar la verdad de Dios puede traer adversidad a nuestro diario vivir; en muchas ocasiones declarar la verdad de Dios nos causara que perdamos amistades, familiares y hasta trabajos y demás.
Hace ya varios años atrás salió una película titulada “Unos hombres buenos” (A few good men), ¿alguien se acuerda de esta película? Siempre me recuerdo de cuando estaba el abogado interrogando al coronel delante del juez en el juicio, y le dijo “yo quiero saber la verdad,” y el coronel le respondió “usted no puede soportar la verdad.” ¿Se acuerda alguno de esa escena? Les digo que existen muchos en el pueblo de Dios que no soportan la verdad. Existen muchos en el pueblo de Dios que no declaran y predican la verdad por temor. No predican la verdad porque la verdad puede vaciar una iglesia; la verdad puede hacer que muchos supuestos Cristianos huyan y no regresen; cuando esto sucede el temor siempre es que no se podrán pagar los gastos, que el pastor o líder no podrá cobrar un salario, temor, temor, y temor. Pero recordemos que Dios no nos hizo con espíritu de temor, Dios nos hizo con espíritus de valentía (2 Timoteo 1:7-9.) Nosotros somos los que permitimos que el temor reine en nuestra vida y que interrumpa las bendiciones que nuestro Padre celestial quiere derramar; nosotros mismos permitimos que nuestro enemigo detenga de la manera que Dios quiere que vivamos. El temor a lo que pueda suceder detiene las bendiciones porque en si no estamos confiando en el poder de Dios, estamos confiando en el poder del hombre. Dile al hermano que tienes a tu lado; “Hay que declarar la verdad.”
En muchas ocasiones he escuchado decir "yo conozco la Palabra de Dios y la aplico a mi vida a mi manera según la interpreto" o quizás algo como "hasta ahora Dios no me ha desamparado ni se ha apartado de mí, Él me conoce como soy porque Él así me creo." Yo estoy aquí para declararte la verdad de Dios; si pensamos de esta manera, entonces NO nos vale de nada venir domingo tras domingo a la iglesia. Esta manera de pensar es otra mentira de nuestro enemigo quien viene a robarnos la bendición que Dios nos da de conocer Su Palabra. ¿Quieren la verdad? ¿Podrán soportar la verdad? La verdad es difícil, la verdad es dura, ¡la verdad es que Dios no habita donde hay pecado! Cuando pensamos que Dios habita en una vida abiertamente pecaminosa, que Dios habita en una vida que persevera en el pecado y no en la Palabra de Dios, en realidad el que reina en nuestra vida es el diablo. Es el diablo haciéndonos creer que estamos bien; es el enemigo a quien obedecemos continuamente y nos mantenemos en el pecado. Dios nunca cambiara Su Palabra para agradar al hombre (Mateo 24:35), el hombre es el que tiene que cambiar su vida y dejar el pecado para agradar a Dios. Dios nos advierte y amonesta diariamente a través de Su Palabra con el propósito de que seamos salvos (1 Timoteo 2:3-4.) Aunque en este pueblo de antigüedad habían muchos que perseveraban en el pecado, Dios les estaba dando una oportunidad para arrepentirse y salvar sus vidas. Por cuarenta años Jeremías venia advirtiéndoles de las consecuencias de sus acciones, y ahora faltaba poco tiempo antes de que ellos fueran llevados cautivos por Babilonia, quedaba poco tiempo pero Dios en su infinita misericordia les estaba ofreciendo otra oportunidad. Fíjense bien en las palabras de Jeremías: “Así ha dicho Jehová: El que se quedare en esta ciudad morirá a espada, o de hambre, o de pestilencia; mas el que se pasare a los caldeos vivirá, pues su vida le será por botín, y vivirá. 3 Así ha dicho Jehová: De cierto será entregada esta ciudad en manos del ejército del rey de Babilonia, y la tomará.” Estas eran palabras que los hombres de ese entonces veían como una traición, eran palabras desalentadoras, eran palabras fuertes, pero eran la verdad de Dios. Dios ya había decidido que Judá seria castigada por sus malas acciones, Dios había decidido que el imperio de Babilonia la tomaría; Jeremías declaraba la verdad, pero como les dije, la verdad es difícil de aceptar, especialmente cuando no concuerda con la manera en que pensamos.
¿Creen ustedes que a Jeremías le iba bien? ¿Creen ustedes que por hablar la verdad Jeremías era aceptado y reconocido? Fíjense bien que bien le iba y lo reconocido que era: “Y dijeron los príncipes al rey: Muera ahora este hombre; porque de esta manera hace desmayar las manos de los hombres de guerra que han quedado en esta ciudad, y las manos de todo el pueblo, hablándoles tales palabras; porque este hombre no busca la paz de este pueblo, sino el mal. 5 Y dijo el rey Sedequías: He aquí que él está en vuestras manos; pues el rey nada puede hacer contra vosotros. 6 Entonces tomaron ellos a Jeremías y lo hicieron echar en la cisterna de Malquías hijo de Hamelec, que estaba en el patio de la cárcel; y metieron a Jeremías con sogas. Y en la cisterna no había agua, sino cieno, y se hundió Jeremías en el cieno.” Les puedo decir que esta no fue la única vez que a Jeremías le toco pasar por momentos difíciles.
En muchas ocasiones el hacer la voluntad de Dios no es nada fácil, ¿verdad? Hay veces que nosotros escuchamos cuando Dios nos habla, pero se nos hace difícil obedecer. Dios nos habla de diferentes maneras, nos habla a través de Su Palabra, nos habla a través de la convicción, nos habla a través de nuestros hermanos y hermanas en el cuerpo de Cristo. Dios nos habla con frecuencia, pero como les dije, en muchas ocasiones nosotros no queremos escuchar. No queremos escuchar porque casi siempre que Él nos habla, casi siempre que recibimos Su mensaje, las tareas a cumplir no son nada fácil. No son nada fácil porque cuando Dios nos habla el nos llama al arrepentimiento, Él nos llama a que nos apartemos de cosas en nuestra vida que quizás no queremos dejar por el momento. Dile al hermano que tienes a tu lado “Dios tiene palabra para cada uno de nosotros.”
Dios nos habla de muchas maneras, pero tenemos que estar atentos y dispuestos a aceptar el mensaje. Les pregunto, ¿qué haremos cuando Dios nos hable? ¿Estaremos dispuestos a actuar sin preguntar. ¿Estaremos dispuestos a seguir Su propósito, a ser diferentes, a no alejarnos de Su carácter? Ciertamente este fue el caso con Jeremías, el no permitió que nada le detuviera de hablar la verdad de Dios. Nosotros tenemos que hacer igual, no podemos permitir que nada ni nadie nos detenga de hablar la verdad de Dios. No podemos permitir que nada nos aleje de Su propósito. No podemos permitir que nada nos aleje de Su voluntad. Jeremías confió en Dios y Su Palabra, algo que muchos de nosotros aun tenemos que aprender. Jeremías conocía las repercusiones que existirían al predicar la Palabra de Dios, pero esto no lo detuvo. Jeremías persevero en todo momento. Te declaro una verdad en el día de hoy, estamos llamados a perseverar en nuestra fe en todo momento (Hebreos 10:35-39.) El Señor nos llama a ser diferentes, a escuchar Su voz y a apartarnos del mundo. No será en vano que hagamos estas cosas, sino tendremos nuestra recompensa (Marcos 13:13.) Dios nos habla en el día de hoy, Dios nos llama a escuchar Su voz y a ser obedientes a Su Palabra.
¿Abandono Dios a Jeremías? La Palabra aquí nos dice: “Entonces tomaron ellos a Jeremías y lo hicieron echar en la cisterna de Malquías hijo de Hamelec, que estaba en el patio de la cárcel; y metieron a Jeremías con sogas. Y en la cisterna no había agua, sino cieno, y se hundió Jeremías en el cieno.” A primera vista muchos dirían que si, pero les digo que este no fue el caso. Dios no le abandono, Dios probo su fe. ¿Pasamos nosotros por lo mismo? Cuándo un creyente recibe la salvación, ¿le da Dios una vida sin problemas y perfecta? Algunas veces pensamos que Dios debería hacer esto ¿verdad? Pensamos que Dios no debería permitir que las pruebas, o como muchos lo ven, cosas malas nos sucedan. Pero, ¿por qué permite Dios que sucedan? ¿Por qué llegan las pruebas a nuestra vida? Tenemos pruebas porque nuestra fe tiene que ser refinada (1 Pedro 1:7.) La fe de los creyentes tiene que ser probada para que podamos desarrollar una fe es genuina. Pedro aquí hace una comparación bien interesante, él compara al creyente con el oro. ¿Sabe alguien aquí el proceso por cual el oro tiene que pasar antes de que llegue a su pureza final? Porque después de todo, el oro sin procesar no es muy bonito, es solo una piedra de metal llena de impurezas. El oro tiene que ser puesto al fuego para limpiar todas las impurezas y pueda llegar a ser puro y limpio. Igual nuestra fe, cuando nos mantenemos fiel, el fuego de la prueba refina nuestra fe y la hace brillar. Es el brillar de la fe de un verdadero Cristiano lo que atrae a otros; es el brillar del fuego del Espíritu Santo que nos saca de las tinieblas.
Para concluir. Dios no abandono a Jeremías: “Y oyendo Ebed-melec, hombre etíope, eunuco de la casa real, que habían puesto a Jeremías en la cisterna, y estando sentado el rey a la puerta de Benjamín, 8 Ebed-melec salió de la casa del rey y habló al rey, diciendo: 9 Mi señor el rey, mal hicieron estos varones en todo lo que han hecho con el profeta Jeremías, al cual hicieron echar en la cisterna; porque allí morirá de hambre, pues no hay más pan en la ciudad. 10 Entonces mandó el rey al mismo etíope Ebed-melec, diciendo: Toma en tu poder treinta hombres de aquí, y haz sacar al profeta Jeremías de la cisterna, antes que muera.” Dios no abandono a Jeremías (Jeremías 39:11-14;) Dios no te abandonara jamás (Mateo 28:20.) Dios le aseguro a Jeremías su seguridad; Dios te asegura a ti tu seguridad (Juan 17:17-21; Filipenses 2:9-11.) Dios le aseguro a Jeremías de que no serian sus palabras sino serian Palabras de Dios que él predicaría; Dios te dice a ti declara la verdad, yo pongo las palabras en tu boca (Marcos 13:11; Juan 7:38.) Prediquemos la verdad de Dios en todo momento, declaremos la verdad de Dios en todo instante en nuestra vida. No busquemos agradar el oído del hombre sino declaremos la verdad; recordemos que solo la verdad puede liberar un alma cautiva (Juan 8:32.) Recordemos que la Palabra de Dios es poder, y que la Su palabra nunca retorna vacía (Isaías 55:11.) Dile al hermano que tienes a tu lado “!Hay que declarar la verdad!”
El martes durante el servicio les hable brevemente de un tema que deseo que profundicemos en el hoy. Si se acuerdan, el martes estudiamos la carta de nuestro Señor a la iglesia en Filadelfia (Apocalipsis 3:7-13.)
Durante el servicio les pedí que meditaran en el versículo ocho, y que oraran porque deseaba confirmación del mensaje que Dios me había dado en ese día. No tuvimos que esperar mucho después de haber dicho esto, y una hermana se paro a testificar y el Señor la utilizo para confirmar lo que Él me había revelado. ¡Gloria a Dios por Su Palabra! En el día de hoy quiero que estudiemos un acontecimiento en la historia; quiero que estudiemos acerca de la necesidad de mantenernos fiel a la Palabra de Dios, y las consecuencias que esto puede traer a nuestra vida. Pasemos ahora a la Palabra de Dios.
Jeremías 38:1-10 - Oyeron Sefatías hijo de Matán, Gedalías hijo de Pasur, Jucal hijo de Selemías, y Pasur hijo de Malquías, las palabras que Jeremías hablaba a todo el pueblo, diciendo: 2 Así ha dicho Jehová: El que se quedare en esta ciudad morirá a espada, o de hambre, o de pestilencia; mas el que se pasare a los caldeos vivirá, pues su vida le será por botín, y vivirá. 3 Así ha dicho Jehová: De cierto será entregada esta ciudad en manos del ejército del rey de Babilonia, y la tomará. 4 Y dijeron los príncipes al rey: Muera ahora este hombre; porque de esta manera hace desmayar las manos de los hombres de guerra que han quedado en esta ciudad, y las manos de todo el pueblo, hablándoles tales palabras; porque este hombre no busca la paz de este pueblo, sino el mal. 5 Y dijo el rey Sedequías: He aquí que él está en vuestras manos; pues el rey nada puede hacer contra vosotros. 6 Entonces tomaron ellos a Jeremías y lo hicieron echar en la cisterna de Malquías hijo de Hamelec, que estaba en el patio de la cárcel; y metieron a Jeremías con sogas. Y en la cisterna no había agua, sino cieno, y se hundió Jeremías en el cieno. 7 Y oyendo Ebed-melec, hombre etíope, eunuco de la casa real, que habían puesto a Jeremías en la cisterna, y estando sentado el rey a la puerta de Benjamín, 8 Ebed-melec salió de la casa del rey y habló al rey, diciendo: 9 Mi señor el rey, mal hicieron estos varones en todo lo que han hecho con el profeta Jeremías, al cual hicieron echar en la cisterna; porque allí morirá de hambre, pues no hay más pan en la ciudad. 10 Entonces mandó el rey al mismo etíope Ebed-melec, diciendo: Toma en tu poder treinta hombres de aquí, y haz sacar al profeta Jeremías de la cisterna, antes que muera.
Como siempre digo, para poder tener un mejor entendimiento del mensaje que Dios nos tiene, es necesario repasar un poco de historia. Primero que todo conozcamos un poco más a este hombre llamado Jeremías. Jeremías nació durante tiempos bien difíciles; eran tiempos cuando la apostasía, la idolatría y los rituales paganos florecían en el Pueblo de Dios, y Dios estaba ya un poco cansado de todo (Jeremías 17:1-4.) Jeremías le ministro a este pueblo por un periodo de más de cuarenta años, y le toco vivir durante lo que seria los últimos días del reino de Judá. En este punto de la historia, Judá tenia un bloqueo militar a su alrededor, y tenían al ejercito de Babilonia a las puertas. Ellos habían bloqueado la ciudad con su poder militar, algo que había durado por un periodo de más o menos dos años. Imaginémonos lo que esta aconteciendo en estos versículos; usemos nuestra imaginación y transportémonos por un momento a ese entonces. Esta ciudad estaba aislada del mundo, las rutas comerciales estaban bloqueadas, la comida estaba disminuyendo, el pueblo se encontraba irritado y atormentado, la moral y el animo del pueblo estaba por el piso, y si todo esto no fuese poco, aquí tenemos a Jeremías predicando lo que evidentemente tiene que ser un mensaje de traición. Pero, ¿estaba predicando Jeremías traición? En los ojos del hombre podemos contestar que si, pero la respuesta en actualidad es NO. La respuesta es no porque Jeremías no estaba hablando sus palabras, Jeremías hablaba lo que Dios le mandaba (Jeremías 1:4-8.) Jeremías solo declaraba la verdad de Dios.
Los mensaje que él les estaba trayendo no eran popular y alentadores; eran mensajes que llamaban al pueblo al arrepentimiento, y descubrían el pecado de una generación rebelde. Una gran verdad acerca de la Palabra de Dios es que los mensajes no siempre son populares y aceptados. Esto es cierto en este caso, ya que el mensaje que él estaba llevando era visto por los príncipes como traición y por eso vemos que le querían matar. Pero el punto de vista del hombre no detuvo a este varón de Dios; nada podía detenerle o amedrentarle porque él sabia que Dios estaba con él. Desdichadamente existen muchos en el pueblo de Dios que carecen este convencimiento, que carecen fe. Desdichadamente hoy en día vemos como muchos dejan de declarar la verdad por temor a las consecuencias, y esto incluye no solo al creyente, esto también incluye a muchos ministros, pastores, y lideres en el Cuerpo de Cristo. Existen muchas personas que no declaran la verdad porque en muchas ocasiones la verdad duele; en muchas ocasiones la verdad es bien difícil de aceptar; en muchas ocasiones declarar la verdad de Dios puede traer adversidad a nuestro diario vivir; en muchas ocasiones declarar la verdad de Dios nos causara que perdamos amistades, familiares y hasta trabajos y demás.
Hace ya varios años atrás salió una película titulada “Unos hombres buenos” (A few good men), ¿alguien se acuerda de esta película? Siempre me recuerdo de cuando estaba el abogado interrogando al coronel delante del juez en el juicio, y le dijo “yo quiero saber la verdad,” y el coronel le respondió “usted no puede soportar la verdad.” ¿Se acuerda alguno de esa escena? Les digo que existen muchos en el pueblo de Dios que no soportan la verdad. Existen muchos en el pueblo de Dios que no declaran y predican la verdad por temor. No predican la verdad porque la verdad puede vaciar una iglesia; la verdad puede hacer que muchos supuestos Cristianos huyan y no regresen; cuando esto sucede el temor siempre es que no se podrán pagar los gastos, que el pastor o líder no podrá cobrar un salario, temor, temor, y temor. Pero recordemos que Dios no nos hizo con espíritu de temor, Dios nos hizo con espíritus de valentía (2 Timoteo 1:7-9.) Nosotros somos los que permitimos que el temor reine en nuestra vida y que interrumpa las bendiciones que nuestro Padre celestial quiere derramar; nosotros mismos permitimos que nuestro enemigo detenga de la manera que Dios quiere que vivamos. El temor a lo que pueda suceder detiene las bendiciones porque en si no estamos confiando en el poder de Dios, estamos confiando en el poder del hombre. Dile al hermano que tienes a tu lado; “Hay que declarar la verdad.”
En muchas ocasiones he escuchado decir "yo conozco la Palabra de Dios y la aplico a mi vida a mi manera según la interpreto" o quizás algo como "hasta ahora Dios no me ha desamparado ni se ha apartado de mí, Él me conoce como soy porque Él así me creo." Yo estoy aquí para declararte la verdad de Dios; si pensamos de esta manera, entonces NO nos vale de nada venir domingo tras domingo a la iglesia. Esta manera de pensar es otra mentira de nuestro enemigo quien viene a robarnos la bendición que Dios nos da de conocer Su Palabra. ¿Quieren la verdad? ¿Podrán soportar la verdad? La verdad es difícil, la verdad es dura, ¡la verdad es que Dios no habita donde hay pecado! Cuando pensamos que Dios habita en una vida abiertamente pecaminosa, que Dios habita en una vida que persevera en el pecado y no en la Palabra de Dios, en realidad el que reina en nuestra vida es el diablo. Es el diablo haciéndonos creer que estamos bien; es el enemigo a quien obedecemos continuamente y nos mantenemos en el pecado. Dios nunca cambiara Su Palabra para agradar al hombre (Mateo 24:35), el hombre es el que tiene que cambiar su vida y dejar el pecado para agradar a Dios. Dios nos advierte y amonesta diariamente a través de Su Palabra con el propósito de que seamos salvos (1 Timoteo 2:3-4.) Aunque en este pueblo de antigüedad habían muchos que perseveraban en el pecado, Dios les estaba dando una oportunidad para arrepentirse y salvar sus vidas. Por cuarenta años Jeremías venia advirtiéndoles de las consecuencias de sus acciones, y ahora faltaba poco tiempo antes de que ellos fueran llevados cautivos por Babilonia, quedaba poco tiempo pero Dios en su infinita misericordia les estaba ofreciendo otra oportunidad. Fíjense bien en las palabras de Jeremías: “Así ha dicho Jehová: El que se quedare en esta ciudad morirá a espada, o de hambre, o de pestilencia; mas el que se pasare a los caldeos vivirá, pues su vida le será por botín, y vivirá. 3 Así ha dicho Jehová: De cierto será entregada esta ciudad en manos del ejército del rey de Babilonia, y la tomará.” Estas eran palabras que los hombres de ese entonces veían como una traición, eran palabras desalentadoras, eran palabras fuertes, pero eran la verdad de Dios. Dios ya había decidido que Judá seria castigada por sus malas acciones, Dios había decidido que el imperio de Babilonia la tomaría; Jeremías declaraba la verdad, pero como les dije, la verdad es difícil de aceptar, especialmente cuando no concuerda con la manera en que pensamos.
¿Creen ustedes que a Jeremías le iba bien? ¿Creen ustedes que por hablar la verdad Jeremías era aceptado y reconocido? Fíjense bien que bien le iba y lo reconocido que era: “Y dijeron los príncipes al rey: Muera ahora este hombre; porque de esta manera hace desmayar las manos de los hombres de guerra que han quedado en esta ciudad, y las manos de todo el pueblo, hablándoles tales palabras; porque este hombre no busca la paz de este pueblo, sino el mal. 5 Y dijo el rey Sedequías: He aquí que él está en vuestras manos; pues el rey nada puede hacer contra vosotros. 6 Entonces tomaron ellos a Jeremías y lo hicieron echar en la cisterna de Malquías hijo de Hamelec, que estaba en el patio de la cárcel; y metieron a Jeremías con sogas. Y en la cisterna no había agua, sino cieno, y se hundió Jeremías en el cieno.” Les puedo decir que esta no fue la única vez que a Jeremías le toco pasar por momentos difíciles.
En muchas ocasiones el hacer la voluntad de Dios no es nada fácil, ¿verdad? Hay veces que nosotros escuchamos cuando Dios nos habla, pero se nos hace difícil obedecer. Dios nos habla de diferentes maneras, nos habla a través de Su Palabra, nos habla a través de la convicción, nos habla a través de nuestros hermanos y hermanas en el cuerpo de Cristo. Dios nos habla con frecuencia, pero como les dije, en muchas ocasiones nosotros no queremos escuchar. No queremos escuchar porque casi siempre que Él nos habla, casi siempre que recibimos Su mensaje, las tareas a cumplir no son nada fácil. No son nada fácil porque cuando Dios nos habla el nos llama al arrepentimiento, Él nos llama a que nos apartemos de cosas en nuestra vida que quizás no queremos dejar por el momento. Dile al hermano que tienes a tu lado “Dios tiene palabra para cada uno de nosotros.”
Dios nos habla de muchas maneras, pero tenemos que estar atentos y dispuestos a aceptar el mensaje. Les pregunto, ¿qué haremos cuando Dios nos hable? ¿Estaremos dispuestos a actuar sin preguntar. ¿Estaremos dispuestos a seguir Su propósito, a ser diferentes, a no alejarnos de Su carácter? Ciertamente este fue el caso con Jeremías, el no permitió que nada le detuviera de hablar la verdad de Dios. Nosotros tenemos que hacer igual, no podemos permitir que nada ni nadie nos detenga de hablar la verdad de Dios. No podemos permitir que nada nos aleje de Su propósito. No podemos permitir que nada nos aleje de Su voluntad. Jeremías confió en Dios y Su Palabra, algo que muchos de nosotros aun tenemos que aprender. Jeremías conocía las repercusiones que existirían al predicar la Palabra de Dios, pero esto no lo detuvo. Jeremías persevero en todo momento. Te declaro una verdad en el día de hoy, estamos llamados a perseverar en nuestra fe en todo momento (Hebreos 10:35-39.) El Señor nos llama a ser diferentes, a escuchar Su voz y a apartarnos del mundo. No será en vano que hagamos estas cosas, sino tendremos nuestra recompensa (Marcos 13:13.) Dios nos habla en el día de hoy, Dios nos llama a escuchar Su voz y a ser obedientes a Su Palabra.
¿Abandono Dios a Jeremías? La Palabra aquí nos dice: “Entonces tomaron ellos a Jeremías y lo hicieron echar en la cisterna de Malquías hijo de Hamelec, que estaba en el patio de la cárcel; y metieron a Jeremías con sogas. Y en la cisterna no había agua, sino cieno, y se hundió Jeremías en el cieno.” A primera vista muchos dirían que si, pero les digo que este no fue el caso. Dios no le abandono, Dios probo su fe. ¿Pasamos nosotros por lo mismo? Cuándo un creyente recibe la salvación, ¿le da Dios una vida sin problemas y perfecta? Algunas veces pensamos que Dios debería hacer esto ¿verdad? Pensamos que Dios no debería permitir que las pruebas, o como muchos lo ven, cosas malas nos sucedan. Pero, ¿por qué permite Dios que sucedan? ¿Por qué llegan las pruebas a nuestra vida? Tenemos pruebas porque nuestra fe tiene que ser refinada (1 Pedro 1:7.) La fe de los creyentes tiene que ser probada para que podamos desarrollar una fe es genuina. Pedro aquí hace una comparación bien interesante, él compara al creyente con el oro. ¿Sabe alguien aquí el proceso por cual el oro tiene que pasar antes de que llegue a su pureza final? Porque después de todo, el oro sin procesar no es muy bonito, es solo una piedra de metal llena de impurezas. El oro tiene que ser puesto al fuego para limpiar todas las impurezas y pueda llegar a ser puro y limpio. Igual nuestra fe, cuando nos mantenemos fiel, el fuego de la prueba refina nuestra fe y la hace brillar. Es el brillar de la fe de un verdadero Cristiano lo que atrae a otros; es el brillar del fuego del Espíritu Santo que nos saca de las tinieblas.
Para concluir. Dios no abandono a Jeremías: “Y oyendo Ebed-melec, hombre etíope, eunuco de la casa real, que habían puesto a Jeremías en la cisterna, y estando sentado el rey a la puerta de Benjamín, 8 Ebed-melec salió de la casa del rey y habló al rey, diciendo: 9 Mi señor el rey, mal hicieron estos varones en todo lo que han hecho con el profeta Jeremías, al cual hicieron echar en la cisterna; porque allí morirá de hambre, pues no hay más pan en la ciudad. 10 Entonces mandó el rey al mismo etíope Ebed-melec, diciendo: Toma en tu poder treinta hombres de aquí, y haz sacar al profeta Jeremías de la cisterna, antes que muera.” Dios no abandono a Jeremías (Jeremías 39:11-14;) Dios no te abandonara jamás (Mateo 28:20.) Dios le aseguro a Jeremías su seguridad; Dios te asegura a ti tu seguridad (Juan 17:17-21; Filipenses 2:9-11.) Dios le aseguro a Jeremías de que no serian sus palabras sino serian Palabras de Dios que él predicaría; Dios te dice a ti declara la verdad, yo pongo las palabras en tu boca (Marcos 13:11; Juan 7:38.) Prediquemos la verdad de Dios en todo momento, declaremos la verdad de Dios en todo instante en nuestra vida. No busquemos agradar el oído del hombre sino declaremos la verdad; recordemos que solo la verdad puede liberar un alma cautiva (Juan 8:32.) Recordemos que la Palabra de Dios es poder, y que la Su palabra nunca retorna vacía (Isaías 55:11.) Dile al hermano que tienes a tu lado “!Hay que declarar la verdad!”
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