José R. Hernández - En quien confías?
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José R. Hernández - En quien confías?
José R. Hernández - En quien confías?
Quiero comenzar el día de hoy con una ilustración que recibí a través del Internet hace un tiempo atrás. Había una competencia de alpinistas, y había este hombre que su único deseo en la vida era ganar esta competencia. Todos empezaron en la mañana a la misma vez, y comenzaron a escalar la faz de esta grande y helada montaña. Según fue pasando el tiempo y anocheciendo, los concursantes se detuvieron y acamparon. Pero este hombre no se detuvo, el estaba determinado a ganar la competencia. Era una noche tan oscura que no se veía la luna ni las estrellas, pero este hombre continuaba ascendiendo. De pronto el hombre resbalo y comenzó a caer. Él ya estaba casi en la cima, estaba a más de diez mil pies de altura, pero ahora estaba cayendo incontrolablemente. De repente sintió que su descenso paro abruptamente, y sintió un gran dolor alrededor de su cintura y dio con gran fuerza contra el lado de la montaña fracturando alguno de sus huesos. Después que pasaron algunos minutos y se pudo recuperar un poco entonces se dio cuenta de lo que había sucedido. Como todos sabemos los alpinistas usan cuerdas y demás para asegurarse de no caer. Esto es lo que le había detenido su caída, la cuerda que tenia amarrada a su cintura. Pero aunque no había llegado a caer por completo, este hombre ahora se encontraba en una situación grave. No solamente estaba herido, sino que ahora también estaba completamente expuesto a los elemento, en otras palabras al frío, la nieve, y el hielo que lo rodeaba. Él reconoció que aunque la caída no lo había matado no podría sobre vivir la noche. Fue en ese entonces que este hombre clamo a Dios; clamo diciendo: "Jesús ayúdame para que no muera, sé que solo tu puedes ayudarme." Unos segundos después se escucho una voz del cielo, “¿crees que te puedo salvar?” y el hombre contesto, "si Señor, se que solo tu me puedes salvar de que no muera." “¿Confías en mi?” Dijo el Señor. Nuevamente el alpinista dijo: “si Señor, confío en ti absolutamente.” El Señor le contesto, "corta la cuerda que te sostiene." Aconteció que en la mañana fue encontrado el cadáver congelado de este hombre, colgando de la cuerda sostenida desde el pico de la montaña a solo un pies de altura del piso. En el día hoy les hablare acerca de la confianza; examinémonos y preguntémonos, ¿dónde descansa verdaderamente nuestra confianza? Pasemos ahora a la Palabra de Dios.
Jeremías 17:5-10 - Así ha dicho Jehová: Maldito el varón que confía en el hombre, y pone carne por su brazo, y su corazón se aparta de Jehová. 6 Será como la retama en el desierto, y no verá cuando viene el bien, sino que morará en los sequedales en el desierto, en tierra despoblada y deshabitada. 7 Bendito el varón que confía en Jehová, y cuya confianza es Jehová. 8 Porque será como el árbol plantado junto a las aguas, que junto a la corriente echará sus raíces, y no verá cuando viene el calor, sino que su hoja estará verde; y en el año de sequía no se fatigará, ni dejará de dar fruto. 9 Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá? 10 Yo Jehová, que escudriño la mente, que pruebo el corazón, para dar a cada uno según su camino, según el fruto de sus obras.
En más de una ocasión les he dicho que tenemos que aprender a confiar en Dios; la razón principal de esto es porque nuestro bienestar depende de la confianza en Dios que tengamos. Nuestro bienestar no depende de nosotros mismos, no depende de nuestra familia o amistades, no depende de las buenas obras que hagamos. Nuestro bienestar, o mejor dicho, nuestra victoria sobre las situaciones o dificultades que se presentan en nuestras vidas depende completamente de nuestra confianza en Dios. El problema esta en que muchos de nosotros se nos hace difícil confiar en algo que no podemos ver y tocar. Es por esta razón que el hombre confía más en si mismo, confía más en su propia habilidad, fuerza, y poder que en Dios. Pero si nos encontramos en esta situación, escuchemos lo que el Señor nos dice en el día de hoy. Aquí leemos: “Así ha dicho Jehová: Maldito el varón que confía en el hombre, y pone carne por su brazo, y su corazón se aparta de Jehová. 6 Será como la retama en el desierto, y no verá cuando viene el bien, sino que morará en los sequedales en el desierto, en tierra despoblada y deshabitada.” En estos versículos encontramos palabras bien fuertes de nuestro Señor. Aquí encontramos que se nos dice que es posible vivir bajo una maldición que destruye nuestra vida. Ahora, no quiero que me mal interpreten. La palabra NO nos esta diciendo que Dios desea maldecirnos (Isaías 55:7.)
La triste realidad del caso es que nosotros mismos traemos la maldición sobre nosotros, nuestra familia y nuestro hogar. Somos nosotros mismos porque cuando nuestra confianza no descansa en Dios, entonces nos maldecimos. Cómo les dije al inicio, tenemos que reflexionar en nuestra vida y preguntarnos, ¿en quien confió? La persona que confía en la fuerza humana se verá desilusionada; cuando dejamos de confiar en Dios nuestra fe se seca, y todos sabemos que sin fe es imposible agradar a Dios (Hebreos 11:6.) Es triste ver que existen muchos en el pueblo de Cristo que confían más en el hombre que en Dios. Es triste ver como existen personas que no viven vidas bendecidas porque no pueden confiar en Dios. Permítanme exponerle unos ejemplos muy comunes. Una persona que no alaba a Dios con sus labios, o con sus pies, o con su boca, es una persona que no confía en Dios; es una persona que confía más en el hombre que en Dios. ¿Por qué digo esto? Digo esto porque en muchas ocasiones encontramos que las personas no alaban a Dios con sus bocas porque dicen “yo no se cantar.” Pero, ¿qué están diciendo? En realidad lo que están diciendo NO es que no saben cantar, lo que están diciendo es que tienen miedo de lo que otros puedan decir. ¿Quiere Dios que le alabes? La respuesta es si, este es el único sacrificio que Dios pide de nosotros (Hebreos 13:15.) Las personas que no confían en Dios son todas aquellas que no pasan al frente para que se ore por ellos; muchos dejan de pasar al frente porque no quieren que se valla a pensar que existe algo mal en su vida; no pasan por temor a lo que se diga. Déjenme decirles que el no confiar en Dios absolutamente no es algo que se limita a los creyentes solamente; existen numerosos lideres que también han dejado de confiar en Dios. Existen muchos lideres que confían más en el hombre que en Dios; los lideres de las iglesias que confían más en el hombre que en Dios son todos aquellos que predican para agradar el oído del hombre, y no para enseñar, redargüir, y llamar al pecador al arrepentimiento (2 Timoteo 2:24-25; 3:16; 1 Tesalonicenses 2:4.) En estos tres ejemplos vemos que el hombre confía más en el hombre que en el poder, majestad, y soberanía de Dios.
Cuando confiamos más en el hombre que en Dios, entonces llegaremos a lugares donde NO nos pertenece estar, o debemos estar. Jeremías lo dice de una manera muy especial, nos dice: “Será como la retama en el desierto, y no verá cuando viene el bien, sino que morará en los sequedales en el desierto, en tierra despoblada y deshabitada.” ¿Es aquí donde quieres llegar tu? ¿Es aquí donde Dios quiere que llegues? Cuando llegamos a este punto en nuestra vida, cuando nuestra fe se seca, entonces llega a nosotros la ceguera. Fíjense bien el contraste que hace Jeremías. Él nos dice: “Será como la retama en el desierto.” Pero, ¿qué es una retama? Una retama es un árbol estéril, un árbol seco en un desierto. La persona que deja de confiar en Dios vive una vida estéril; vive una vida sin frutos, no vive de la manera que Dios quiere que vivamos (Juan 15:5; Juan 15:16) Hermanos la realidad de todo es que por mucho que tratemos, por nuestras propias fuerzas nada podemos. Nunca podremos experimentar el verdadero éxito, nunca podremos experimentar la verdadera victoria si nuestra confianza está puesta en algo ajeno a Dios. Cuando confiamos más en el hombre que en Dios sepamos que siempre seremos defraudados (Jeremías 9:4.) Cuando confiamos más en el hombre que en Dios, entonces nos encontraremos en lugares de sufrimiento, nos encontraremos tal como nos dice la Palabra: “morará en los sequedales en el desierto, en tierra despoblada y deshabitada.” Viviremos sin poder ver las bendiciones de Dios, viviremos en la miseria, en el sufrimiento, y en el dolor. Te pregunto nuevamente, ¿quiere Dios que vivas así? La respuesta es NO (Efesios 3:19-21; Tito 3:6-7; Santiago 1:5-6.)
Dios quiere bendecirnos, Dios quiere lo mejor para nosotros (Isaías 55:8-9.) Pero para recibir la bendición, tenemos que confiar en Él (Jeremías 17:7.) La Palabra aquí nos dice: “Bendito el varón que confía en Jehová, y cuya confianza es Jehová. 8 Porque será como el árbol plantado junto a las aguas, que junto a la corriente echará sus raíces, y no verá cuando viene el calor, sino que su hoja estará verde; y en el año de sequía no se fatigará, ni dejará de dar fruto.” Como les dije el domingo, y también les dije el martes, tenemos que buscar más de Dios. Tenemos que buscar vivir bajo la voluntad de Dios, tenemos que buscar vivir bajo la bendición de Dios. Cuando aprendemos a confiar en Dios, entonces encontraremos recursos nuevos, encontraremos soluciones a los problemas, y respuestas a nuestras preguntas. La persona que confía sólo en Dios encuentra nuevos recursos constantemente que le ayuda a vencer las dificultades según se presenten.
La Palabra nos dice: "Será como el árbol plantado junto a las aguas." ¡Qué diferencia con la vida de un arbusto en el desierto! Pensemos en esto por unos segundos, un árbol plantado junto a las aguas es un árbol que recibe su alimento constantemente. Es un árbol que echara raíces fuertes y profundas, es un árbol que tiene a su disposición el recurso para mantenerse vivo y saludable. La persona que confía en Dios siempre encontrará recursos accesibles, independientemente de las circunstancias externas. Estos recursos pertenecen a las fuentes de la vida que sólo Dios puede dar (Juan 7:37-38.) Lo mejor de todo es que este recurso es independiente de nuestro ambiente humano. Cuando llega la sequía, cuando llegan los problemas o dificultades, la corriente sigue fluyendo. La palabra nos dice: “no verá cuando viene el calor, sino que su hoja estará verde; y en el año de sequía no se fatigará, ni dejará de dar fruto.” En otras palabras, la adversidad, las dificultades, o problemas que se presenten no afectaran de la manera que somos. De estos versículos aprendemos que los perores momentos de nuestra vida no nos pueden afectar si descansamos nuestra confianza en Dios. No nos pueden afectar porque dentro de nosotros hay una fuerza mucho mayor (Juan 14:23; 2 Timoteo 1:14.) Cuando confiamos en Dios sabemos que dentro de nosotros esta fluyendo el poder de Dios para protegernos y cuidarnos (Romanos 8:31.)
¿Dónde se encuentra tu corazón hoy? Cuidado que al contestar esa pregunta no te mientas a ti mismo (Santiago 1:22.) Mira como nos dice aquí la Palabra: “Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá? 10 Yo Jehová, que escudriño la mente, que pruebo el corazón, para dar a cada uno según su camino, según el fruto de sus obras.” Tenemos que revisar bien de cerca donde se encuentra nuestro corazón hoy en día. Tenemos que examinarnos bien de cerca para ver si estamos cumpliendo con la voluntad de Dios o si estamos haciendo las cosas a nuestra manera. A fin de saber el valor real de una acción, debemos registrar cuidadosamente nuestro corazón. Muchos hombres aplauden hechos que son abominables en la presencia de Dios. Pero recordemos: “Yo Jehová, que escudriño la mente, que pruebo el corazón, para dar a cada uno según su camino, según el fruto de sus obras.”
Para concluir. Preguntémonos, ¿estamos confiando en Dios o estamos confiando en nuestra propia habilidad y fuerza? ¿Estamos sujetados a una cuerda? ¿Estamos sujetados a las cosas de este mundo temiendo soltarlas? Tenemos que reconocer que en muchas ocasiones lo que creemos no concuerda con lo que nos dice la Palabra, y esta es la razón primordial por la cual muchos seguimos atados, por falta de conocimiento (Óseas 4:6.) Si queremos recibir la bendición de Dios y entrar en su reposo, entonces tenemos que confiar en Él totalmente. Tenemos que entregarle a Él nuestras preocupaciones y dolores. Tenemos que confiar completamente que Él es más que capaz de hacer la obra (Lucas 1:37; 18:27). Tenemos que aprender a caminar con el Espíritu Santo en todo momento, tenemos que aprender a confiar en Su poder. Tenemos que confiar que el Espíritu Santo nos guiara y enseñara lo que debemos hacer en toda situación (Romanos 8:14.) Dios merece nuestra confianza, Él merece nuestra confianza absoluta en toda situación. Es hora que tengamos fe absoluta; es hora de tener fe y confiar completamente en Él y sus promesas (Hebreos 10:35-36.) Cuando no tenemos una confianza absoluta en Él le desagradamos. Es hora que el pueblo de Dios agrade a Dios en todo momento. Es hora de confiar en el único que es digno de toda confianza
Quiero comenzar el día de hoy con una ilustración que recibí a través del Internet hace un tiempo atrás. Había una competencia de alpinistas, y había este hombre que su único deseo en la vida era ganar esta competencia. Todos empezaron en la mañana a la misma vez, y comenzaron a escalar la faz de esta grande y helada montaña. Según fue pasando el tiempo y anocheciendo, los concursantes se detuvieron y acamparon. Pero este hombre no se detuvo, el estaba determinado a ganar la competencia. Era una noche tan oscura que no se veía la luna ni las estrellas, pero este hombre continuaba ascendiendo. De pronto el hombre resbalo y comenzó a caer. Él ya estaba casi en la cima, estaba a más de diez mil pies de altura, pero ahora estaba cayendo incontrolablemente. De repente sintió que su descenso paro abruptamente, y sintió un gran dolor alrededor de su cintura y dio con gran fuerza contra el lado de la montaña fracturando alguno de sus huesos. Después que pasaron algunos minutos y se pudo recuperar un poco entonces se dio cuenta de lo que había sucedido. Como todos sabemos los alpinistas usan cuerdas y demás para asegurarse de no caer. Esto es lo que le había detenido su caída, la cuerda que tenia amarrada a su cintura. Pero aunque no había llegado a caer por completo, este hombre ahora se encontraba en una situación grave. No solamente estaba herido, sino que ahora también estaba completamente expuesto a los elemento, en otras palabras al frío, la nieve, y el hielo que lo rodeaba. Él reconoció que aunque la caída no lo había matado no podría sobre vivir la noche. Fue en ese entonces que este hombre clamo a Dios; clamo diciendo: "Jesús ayúdame para que no muera, sé que solo tu puedes ayudarme." Unos segundos después se escucho una voz del cielo, “¿crees que te puedo salvar?” y el hombre contesto, "si Señor, se que solo tu me puedes salvar de que no muera." “¿Confías en mi?” Dijo el Señor. Nuevamente el alpinista dijo: “si Señor, confío en ti absolutamente.” El Señor le contesto, "corta la cuerda que te sostiene." Aconteció que en la mañana fue encontrado el cadáver congelado de este hombre, colgando de la cuerda sostenida desde el pico de la montaña a solo un pies de altura del piso. En el día hoy les hablare acerca de la confianza; examinémonos y preguntémonos, ¿dónde descansa verdaderamente nuestra confianza? Pasemos ahora a la Palabra de Dios.
Jeremías 17:5-10 - Así ha dicho Jehová: Maldito el varón que confía en el hombre, y pone carne por su brazo, y su corazón se aparta de Jehová. 6 Será como la retama en el desierto, y no verá cuando viene el bien, sino que morará en los sequedales en el desierto, en tierra despoblada y deshabitada. 7 Bendito el varón que confía en Jehová, y cuya confianza es Jehová. 8 Porque será como el árbol plantado junto a las aguas, que junto a la corriente echará sus raíces, y no verá cuando viene el calor, sino que su hoja estará verde; y en el año de sequía no se fatigará, ni dejará de dar fruto. 9 Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá? 10 Yo Jehová, que escudriño la mente, que pruebo el corazón, para dar a cada uno según su camino, según el fruto de sus obras.
En más de una ocasión les he dicho que tenemos que aprender a confiar en Dios; la razón principal de esto es porque nuestro bienestar depende de la confianza en Dios que tengamos. Nuestro bienestar no depende de nosotros mismos, no depende de nuestra familia o amistades, no depende de las buenas obras que hagamos. Nuestro bienestar, o mejor dicho, nuestra victoria sobre las situaciones o dificultades que se presentan en nuestras vidas depende completamente de nuestra confianza en Dios. El problema esta en que muchos de nosotros se nos hace difícil confiar en algo que no podemos ver y tocar. Es por esta razón que el hombre confía más en si mismo, confía más en su propia habilidad, fuerza, y poder que en Dios. Pero si nos encontramos en esta situación, escuchemos lo que el Señor nos dice en el día de hoy. Aquí leemos: “Así ha dicho Jehová: Maldito el varón que confía en el hombre, y pone carne por su brazo, y su corazón se aparta de Jehová. 6 Será como la retama en el desierto, y no verá cuando viene el bien, sino que morará en los sequedales en el desierto, en tierra despoblada y deshabitada.” En estos versículos encontramos palabras bien fuertes de nuestro Señor. Aquí encontramos que se nos dice que es posible vivir bajo una maldición que destruye nuestra vida. Ahora, no quiero que me mal interpreten. La palabra NO nos esta diciendo que Dios desea maldecirnos (Isaías 55:7.)
La triste realidad del caso es que nosotros mismos traemos la maldición sobre nosotros, nuestra familia y nuestro hogar. Somos nosotros mismos porque cuando nuestra confianza no descansa en Dios, entonces nos maldecimos. Cómo les dije al inicio, tenemos que reflexionar en nuestra vida y preguntarnos, ¿en quien confió? La persona que confía en la fuerza humana se verá desilusionada; cuando dejamos de confiar en Dios nuestra fe se seca, y todos sabemos que sin fe es imposible agradar a Dios (Hebreos 11:6.) Es triste ver que existen muchos en el pueblo de Cristo que confían más en el hombre que en Dios. Es triste ver como existen personas que no viven vidas bendecidas porque no pueden confiar en Dios. Permítanme exponerle unos ejemplos muy comunes. Una persona que no alaba a Dios con sus labios, o con sus pies, o con su boca, es una persona que no confía en Dios; es una persona que confía más en el hombre que en Dios. ¿Por qué digo esto? Digo esto porque en muchas ocasiones encontramos que las personas no alaban a Dios con sus bocas porque dicen “yo no se cantar.” Pero, ¿qué están diciendo? En realidad lo que están diciendo NO es que no saben cantar, lo que están diciendo es que tienen miedo de lo que otros puedan decir. ¿Quiere Dios que le alabes? La respuesta es si, este es el único sacrificio que Dios pide de nosotros (Hebreos 13:15.) Las personas que no confían en Dios son todas aquellas que no pasan al frente para que se ore por ellos; muchos dejan de pasar al frente porque no quieren que se valla a pensar que existe algo mal en su vida; no pasan por temor a lo que se diga. Déjenme decirles que el no confiar en Dios absolutamente no es algo que se limita a los creyentes solamente; existen numerosos lideres que también han dejado de confiar en Dios. Existen muchos lideres que confían más en el hombre que en Dios; los lideres de las iglesias que confían más en el hombre que en Dios son todos aquellos que predican para agradar el oído del hombre, y no para enseñar, redargüir, y llamar al pecador al arrepentimiento (2 Timoteo 2:24-25; 3:16; 1 Tesalonicenses 2:4.) En estos tres ejemplos vemos que el hombre confía más en el hombre que en el poder, majestad, y soberanía de Dios.
Cuando confiamos más en el hombre que en Dios, entonces llegaremos a lugares donde NO nos pertenece estar, o debemos estar. Jeremías lo dice de una manera muy especial, nos dice: “Será como la retama en el desierto, y no verá cuando viene el bien, sino que morará en los sequedales en el desierto, en tierra despoblada y deshabitada.” ¿Es aquí donde quieres llegar tu? ¿Es aquí donde Dios quiere que llegues? Cuando llegamos a este punto en nuestra vida, cuando nuestra fe se seca, entonces llega a nosotros la ceguera. Fíjense bien el contraste que hace Jeremías. Él nos dice: “Será como la retama en el desierto.” Pero, ¿qué es una retama? Una retama es un árbol estéril, un árbol seco en un desierto. La persona que deja de confiar en Dios vive una vida estéril; vive una vida sin frutos, no vive de la manera que Dios quiere que vivamos (Juan 15:5; Juan 15:16) Hermanos la realidad de todo es que por mucho que tratemos, por nuestras propias fuerzas nada podemos. Nunca podremos experimentar el verdadero éxito, nunca podremos experimentar la verdadera victoria si nuestra confianza está puesta en algo ajeno a Dios. Cuando confiamos más en el hombre que en Dios sepamos que siempre seremos defraudados (Jeremías 9:4.) Cuando confiamos más en el hombre que en Dios, entonces nos encontraremos en lugares de sufrimiento, nos encontraremos tal como nos dice la Palabra: “morará en los sequedales en el desierto, en tierra despoblada y deshabitada.” Viviremos sin poder ver las bendiciones de Dios, viviremos en la miseria, en el sufrimiento, y en el dolor. Te pregunto nuevamente, ¿quiere Dios que vivas así? La respuesta es NO (Efesios 3:19-21; Tito 3:6-7; Santiago 1:5-6.)
Dios quiere bendecirnos, Dios quiere lo mejor para nosotros (Isaías 55:8-9.) Pero para recibir la bendición, tenemos que confiar en Él (Jeremías 17:7.) La Palabra aquí nos dice: “Bendito el varón que confía en Jehová, y cuya confianza es Jehová. 8 Porque será como el árbol plantado junto a las aguas, que junto a la corriente echará sus raíces, y no verá cuando viene el calor, sino que su hoja estará verde; y en el año de sequía no se fatigará, ni dejará de dar fruto.” Como les dije el domingo, y también les dije el martes, tenemos que buscar más de Dios. Tenemos que buscar vivir bajo la voluntad de Dios, tenemos que buscar vivir bajo la bendición de Dios. Cuando aprendemos a confiar en Dios, entonces encontraremos recursos nuevos, encontraremos soluciones a los problemas, y respuestas a nuestras preguntas. La persona que confía sólo en Dios encuentra nuevos recursos constantemente que le ayuda a vencer las dificultades según se presenten.
La Palabra nos dice: "Será como el árbol plantado junto a las aguas." ¡Qué diferencia con la vida de un arbusto en el desierto! Pensemos en esto por unos segundos, un árbol plantado junto a las aguas es un árbol que recibe su alimento constantemente. Es un árbol que echara raíces fuertes y profundas, es un árbol que tiene a su disposición el recurso para mantenerse vivo y saludable. La persona que confía en Dios siempre encontrará recursos accesibles, independientemente de las circunstancias externas. Estos recursos pertenecen a las fuentes de la vida que sólo Dios puede dar (Juan 7:37-38.) Lo mejor de todo es que este recurso es independiente de nuestro ambiente humano. Cuando llega la sequía, cuando llegan los problemas o dificultades, la corriente sigue fluyendo. La palabra nos dice: “no verá cuando viene el calor, sino que su hoja estará verde; y en el año de sequía no se fatigará, ni dejará de dar fruto.” En otras palabras, la adversidad, las dificultades, o problemas que se presenten no afectaran de la manera que somos. De estos versículos aprendemos que los perores momentos de nuestra vida no nos pueden afectar si descansamos nuestra confianza en Dios. No nos pueden afectar porque dentro de nosotros hay una fuerza mucho mayor (Juan 14:23; 2 Timoteo 1:14.) Cuando confiamos en Dios sabemos que dentro de nosotros esta fluyendo el poder de Dios para protegernos y cuidarnos (Romanos 8:31.)
¿Dónde se encuentra tu corazón hoy? Cuidado que al contestar esa pregunta no te mientas a ti mismo (Santiago 1:22.) Mira como nos dice aquí la Palabra: “Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá? 10 Yo Jehová, que escudriño la mente, que pruebo el corazón, para dar a cada uno según su camino, según el fruto de sus obras.” Tenemos que revisar bien de cerca donde se encuentra nuestro corazón hoy en día. Tenemos que examinarnos bien de cerca para ver si estamos cumpliendo con la voluntad de Dios o si estamos haciendo las cosas a nuestra manera. A fin de saber el valor real de una acción, debemos registrar cuidadosamente nuestro corazón. Muchos hombres aplauden hechos que son abominables en la presencia de Dios. Pero recordemos: “Yo Jehová, que escudriño la mente, que pruebo el corazón, para dar a cada uno según su camino, según el fruto de sus obras.”
Para concluir. Preguntémonos, ¿estamos confiando en Dios o estamos confiando en nuestra propia habilidad y fuerza? ¿Estamos sujetados a una cuerda? ¿Estamos sujetados a las cosas de este mundo temiendo soltarlas? Tenemos que reconocer que en muchas ocasiones lo que creemos no concuerda con lo que nos dice la Palabra, y esta es la razón primordial por la cual muchos seguimos atados, por falta de conocimiento (Óseas 4:6.) Si queremos recibir la bendición de Dios y entrar en su reposo, entonces tenemos que confiar en Él totalmente. Tenemos que entregarle a Él nuestras preocupaciones y dolores. Tenemos que confiar completamente que Él es más que capaz de hacer la obra (Lucas 1:37; 18:27). Tenemos que aprender a caminar con el Espíritu Santo en todo momento, tenemos que aprender a confiar en Su poder. Tenemos que confiar que el Espíritu Santo nos guiara y enseñara lo que debemos hacer en toda situación (Romanos 8:14.) Dios merece nuestra confianza, Él merece nuestra confianza absoluta en toda situación. Es hora que tengamos fe absoluta; es hora de tener fe y confiar completamente en Él y sus promesas (Hebreos 10:35-36.) Cuando no tenemos una confianza absoluta en Él le desagradamos. Es hora que el pueblo de Dios agrade a Dios en todo momento. Es hora de confiar en el único que es digno de toda confianza
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