José R. Hernández - Confía en su poder
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José R. Hernández - Confía en su poder
José R. Hernández - Confía en su poder
Como les dije la semana pasada, existen grandes lecciones para nosotros en la historia. Existen lecciones en los errores, que debemos aprender, para evitar que lo mismo nos suceda; también existen lecciones de actuaciones correctas que debemos imitar o hacer.
A través de la historia siempre encontramos personas que han triunfado aun cuando las situaciones y las opresiones estaban completamente en su contra. Este tipo de situación no es algo fuera de lo común, es decir, a muchos de nosotros nos sucede lo mismo. Muchos de nosotros hemos pasado, o estamos pasando por situaciones o circunstancias en nuestra vida que aparenta como si todos los habitantes del mundo están en nuestra contra. ¿Se ha sentido alguien así alguna vez? El problema cuando nos sentimos de esta manera, o cuando nos toca pasar por situaciones difíciles, es que no sabemos en quien confiar. Estoy seguro que muchos de nosotros nos hemos sentido de esta manera en algún punto de nuestra vida, y es por eso que quiero que hoy examinemos un acontecimiento en la historia que trata con este mismo tema. Examinemos una situación critica, y examinemos en quien debemos confiar. Pasemos ahora a la palabra de Dios.
2 Crónicas 32:7-8 - Esforzaos y animaos; no temáis, ni tengáis miedo del rey de Asiria, ni de toda la multitud que con él viene; porque más hay con nosotros que con él. 8 Con él está el brazo de carne, mas con nosotros está Jehová nuestro Dios para ayudarnos y pelear nuestras batallas. Y el pueblo tuvo confianza en las palabras de Ezequías rey de Judá.
Examinemos detalladamente los eventos que nos conducen a este punto de la historia. Un nuevo rey llamado Senaquerib había asumido el trono en Asiría. El reino abarcaba un área bien grande que incluía la tierra de los Filisteos, Fenecios, Babilonia, Palestina, y la parte norte de Judá, pero el reino estaba perdiendo el control y algunas regiones habían comenzado a rebelarse. Como podemos ver, existían serios problemas en el reino; una de las primeras cosas que hizo el rey fue edificar un fuerte ejercito con más de 250,000 hombres para poder combatir los actos de insurrección y mantener control. Su ejército obtuvo su primera victoria en Babilonia, cuando él destruyó la ciudad y la regreso bajo el control de su gobierno. Luego de esta victoria él se concentro en la naciones al oeste y atacó a los Filisteos y Fenecios. Después de obtener la victoria en estas grandes batallas, el ejército de Senaquerib aparentaba indestructible y estas naciones estaban firmemente bajo el poderoso yugo de Senaquerib nuevamente. A causa de estas grandes victorias Senaquerib se sintió invencible, y clamaba haber consultado con su dios Asur quien le había asegurado la victoria total. Como les dije, la parte norte del reino de Judá había sido también conquistada; las diez tribus que ocupaban esta región habían dejado de existir, y solamente la capital, Samaria, había quedado en existencia (2 Reyes 18:9-11.) Los Israelitas que quedaron vivos fueron forzados a unirse a otros grupos étnicos y religiosos; nosotros les conocemos como los Samaritanos en el nuevo testamento. Ahora solo quedaba el reino del sur de Judá como la última fortaleza de Israel y la última esperanza de supervivencia para el pueblo elegido de Dios. Después de derrotar a todos sus otros enemigos y al ejército egipcio, Senaquerib giró su atención hacia Judá y dispuso tomar Jerusalén. El profeta Isaías le había advertido al rey Ezequías de no implicarse en el levantamiento en contra de Senaquerib, pero el rey no escucho. Él hizo un tratado con Egipto en contra de Asiría y cuando el ejercito egipcio fue derrotado, Ezequías y su pequeño ejército quedaron solos para detener el poderoso ejército de Senaquerib. El reino sur de Judá comenzó a caer bajo el dominio de los asirios; ciudad tras ciudad fue derrotada hasta que finalmente solo quedaba Jerusalén para obtener un triunfo total (2 Reyes 18:13.) Para tratar de salvar a Jerusalén, Ezequías decidió rendirse al yugo del rey asirio (2 Reyes 18:14-16.) Pero aunque el se rindió esta paz no duraría mucho tiempo (2 Reyes 18:17.) Ahora Judá estaba en peligro de ser completamente destruida; ellos estaban a punto de sufrir el mismo destino que habían sufrido las diez tribus del reino del norte. El ejercito asirio ahora rodeaba a Jerusalén, y no había oportunidad de escape; ellos ahora tendrían que pelear en contra de un ejercito mucho superior a ellos o dejar de existir como una nación. Esto nos conduce más o menos a este punto en la historia.
Si nos ponemos a hacer un contraste entre este pueblo y el pueblo de Dios hoy en día veremos que no existe mucha diferencia. No estoy diciendo que tendremos que defender una ciudad en contra de un poderoso ejercito, pero si tenemos que defender nuestras familias y hogares en contra de los poderes de las tinieblas que nos rodean y atacan a diario (Efesios 6:12.) El rey Ezequías ahora se encontraba en una situación grave, su reino estaba a punto de ser eliminado, y peor que todo, la nación estaba a punto de perder su identidad. El ejercito de Asiría tenia la ciudad completamente rodeada, el rey estaba tratando de convencer a Ezequías para que se rindieran y blasfemaba el nombre de Dios (2 Reyes 19:10-13.) ¿Qué hizo Ezequías? Ezequías le entrego el problema a Dios (2 Reyes 19:14.) Ezequías aprendió su lección rápidamente, la lección siendo que tenia que confiar en Dios. Su confianza no podía descansar en su propio poder o el poder de su ejercito, su confianza solo podía descansar en el poder de Dios. Su confianza descansó en el Dios de Israel, así que él inclino su rostro en oración a Él, y Dios no le fallaría (2 Reyes 19:32-35.) No existe nadie ni nada más poderoso que nuestro Dios. Dios era mucho más poderoso que el ejercito de Asiría en ese día, y Dios peleo por Israel. Reflexionemos en estos acontecimientos, preguntémonos ¿qué lección podemos sacar de ellos?
Preguntémonos, ¿cuántas veces nos hemos visto rodeados por los poderes de nuestro enemigo, y todo aparenta estar perdido? La realidad del caso es que nosotros no podemos vencer a nuestro enemigo por nuestras propias fuerzas. Aunque es un ser derrotado, el no deja de ser un ser poderoso quien nosotros no podemos derrotar por nuestra propia habilidad o fuerza. Muchos están bajo el falso concepto de que una ves que somos Cristianos los problemas desaparecen; es un concepto completamente falso porque cuando decidimos hacer un compromiso con Dios es en ese momento que los ataques intensifican. El enemigo nos ataca porque hemos hecho un compromiso con Dios y ahora le servimos solo Él. Ezequías no pudo detener el ataque de Senaquerib contra Jerusalén pagándole tributos; la realidad del caso es que ninguno de nosotros podemos detener los ataques de nuestro enemigo tampoco. Lo que debemos preguntarnos es ¿qué haremos cuando lleguen los ataques? ¿Qué haremos cuando a nosotros lleguen esos pensamientos tal como lo que encontramos en la carta que Senaquerib le envío a Ezequías? ¿Cómo contestaremos cuando el enemigo nos diga que nuestra fe en Dios no vale nada? ¿Cómo contestaremos cuando el enemigo nos diga que no existe solución o seamos llevados a soluciones que sabemos desagradan a Dios? ¿Cómo contestaremos al vernos rodeados por su ejercito de maldad listo para atacarnos en el momento que saquemos la cabeza? Como les dije al inicio, tenemos mucho que aprender de la historia. Debemos aprender que cuando lleguen estos momentos en nuestra vida, tenemos que actuar tal como Ezequías, tenemos que orar, tenemos que pedirle a Dios que derrame su misericordia sobre nuestra vida (Isaías 37:15-17.) Tenemos que confiar en Su promesa. Tenemos que pararnos firmes en la roca de nuestra salvación, tenemos que pararnos firmes en Jesús. Tenemos que asegurarnos que nuestra fe este construida en la roca que es Cristo Jesús. Nuestra fe tiene que ser inmovible, tiene que ser constante. Una fe inmovible vence toda oposición (Romanos 8:37.)
Ezequías e Israel no perecerían ante el ataque del rey Senaquerib, porque ellos tenían promesa de Dios. Te digo en el día de hoy que nosotros tenemos las mismas promesas; Ezequías le dijo a ese pueblo “Esforzaos y animaos; no temáis, ni tengáis miedo del rey de Asiria, ni de toda la multitud que con él viene; porque más hay con nosotros que con él. 8 Con él está el brazo de carne, mas con nosotros está Jehová nuestro Dios para ayudarnos y pelear nuestras batallas; “ el Señor nos dice a nosotros “La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo.” (Juan 14:27.) El Señor nos dice a nosotros “Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo, (Juan 16:33.) Dios nos ayuda a estar firme en nuestra. Ezequías oro, y Dios le respondió; a través de la oración, ayuno, y alabanza, Dios nos fortalece; Dios nos ayuda a combatir toda situación (Santiago 5:16.) Ezequías sabia que el ejercito que le rodeaba era mucho superior, sabia que ellos nunca lo podrían derrotar. Recordemos que el ejercito que nos rodea es mucho superior a nosotros, recordemos que el hombre tiene limites, pero Dios no; tenemos que estar firmes en Jesús (Romanos 14:4.) El enemigo utilizara todo lo que este a su alcance para tratar de mantenernos engañados, y nos dirá que Dios se ha olvidado de nosotros.
El trata por todos los medios habidos y por haber de que no vivamos en el reino de Dios. Que vivamos atormentados, preocupados y nos olvidemos de nuestro Rey y Salvador. Que nos olvidemos que vivimos en el reino de Dios. Pero eso, nosotros como cristianos, lo reprendemos. Reprendemos todo demonio de depresión, pobreza, enfermedad; reprendemos y echamos fuera en el nombre de Jesús todo tipo de ataque que nos trate de quitar la felicidad de vivir en el reino de Dios. No podemos permitir que se turben nuestras mentes, tenemos que mantenernos firmes sabiendo que el Señor no nos abandona. Al vernos rodeados recordemos que tenemos promesa del Señor: “De cierto, de cierto os digo, que vosotros lloraréis y lamentaréis, y el mundo se alegrará; pero aunque vosotros estéis tristes, vuestra tristeza se convertirá en gozo.” (Juan 16:20.) Cristo nos dice aquí algo muy importante, nos esta diciendo “no dejes que el demonio te quite lo que te he prometido.” No permitas que las cosas del mundo endurezcan tu corazón o turben tus pensamientos. Cuando seguimos al Señor, y hacemos Su voluntad estamos viviendo en el reino de Dios. El amor de Dios nos alcanza en todo momento y Sus promesas nunca son quitadas (2 Corintios 1:20.)
La Palabra nos dice: “Porque se levantarán falsos Cristos y falsos profetas, y harán señales y prodigios, para engañar, si fuese posible, aun a los escogidos.” (Marcos 13:22) Nos dice: “Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar” (1 Pedro 5:8.) Nos dice: “Y no es maravilla, porque el mismo Satanás se disfraza como ángel de luz.” (2 Corintios 11:14.) Todo esto se nos dice para advertirnos de que Satanás atacara nuestra vida. Su ejercito de demonios rodeará nuestro diario vivir y tratarán de encontrar nuestra debilidad. Seremos atacados y que de esto no quepa duda, él lanzara los dardos de fuego a nuestro corazón para así destruir lo que Dios ha iniciado. Es por eso que como Cristianos nunca podemos dejar de vestirnos con la armadura de Dios todos los días de nuestra vida (Efesios 6:13-17.)
Para concluir. Hoy en día debemos tener la fe de Ezequías para poder combatir los males de nuestra sociedad y los poderes del infierno que atacan nuestra vida. Dios quiere que nosotros usemos todo medio a nuestra disposición para luchar contra nuestro enemigo, pero Él también quiere que nosotros realicemos que nuestra supervivencia está en Sus manos (Salmos 7:1.) Si colocamos nuestra confianza en nuestra propia fuerza, seremos vencidos. Sólo Dios puede ganar la batalla (Salmos 27:3.) Satanás puede andar como un león rugiente, buscando aquellos que permitirán que él los devore a causa de su idolatría, desobediencia, y o su confianza en su propia fuerza, pero él es un enemigo derrotado; derrotado por el poder de Dios, vencido por la sangre del Cordero. Cuando los ataques de Satanás lleguen a nuestra vida con toda la intensidad del infierno, recordemos que Jesucristo es capaz de destruir completamente todo poder de las tinieblas y de todos aquellos que trabajen para el maligno (Filipenses 2:9-10.) Las palabras de Ezequías deben resonar siempre en nuestras mentes, él dijo: “porque más hay con nosotros que con él.” Recordemos que dentro de nosotros existe uno mayor que todo problema o situación (1 Juan 4:4.) Recordemos que Dios envió un ángel quien destruyo al ejercito que estaba acampado a las afueras de Jerusalén (Isaías 37:36;) si Dios pudo hacer esto con solo un ángel, ¿qué no podrá hacer el Espíritu Santo que ahora mora en ti?
Como les dije la semana pasada, existen grandes lecciones para nosotros en la historia. Existen lecciones en los errores, que debemos aprender, para evitar que lo mismo nos suceda; también existen lecciones de actuaciones correctas que debemos imitar o hacer.
A través de la historia siempre encontramos personas que han triunfado aun cuando las situaciones y las opresiones estaban completamente en su contra. Este tipo de situación no es algo fuera de lo común, es decir, a muchos de nosotros nos sucede lo mismo. Muchos de nosotros hemos pasado, o estamos pasando por situaciones o circunstancias en nuestra vida que aparenta como si todos los habitantes del mundo están en nuestra contra. ¿Se ha sentido alguien así alguna vez? El problema cuando nos sentimos de esta manera, o cuando nos toca pasar por situaciones difíciles, es que no sabemos en quien confiar. Estoy seguro que muchos de nosotros nos hemos sentido de esta manera en algún punto de nuestra vida, y es por eso que quiero que hoy examinemos un acontecimiento en la historia que trata con este mismo tema. Examinemos una situación critica, y examinemos en quien debemos confiar. Pasemos ahora a la palabra de Dios.
2 Crónicas 32:7-8 - Esforzaos y animaos; no temáis, ni tengáis miedo del rey de Asiria, ni de toda la multitud que con él viene; porque más hay con nosotros que con él. 8 Con él está el brazo de carne, mas con nosotros está Jehová nuestro Dios para ayudarnos y pelear nuestras batallas. Y el pueblo tuvo confianza en las palabras de Ezequías rey de Judá.
Examinemos detalladamente los eventos que nos conducen a este punto de la historia. Un nuevo rey llamado Senaquerib había asumido el trono en Asiría. El reino abarcaba un área bien grande que incluía la tierra de los Filisteos, Fenecios, Babilonia, Palestina, y la parte norte de Judá, pero el reino estaba perdiendo el control y algunas regiones habían comenzado a rebelarse. Como podemos ver, existían serios problemas en el reino; una de las primeras cosas que hizo el rey fue edificar un fuerte ejercito con más de 250,000 hombres para poder combatir los actos de insurrección y mantener control. Su ejército obtuvo su primera victoria en Babilonia, cuando él destruyó la ciudad y la regreso bajo el control de su gobierno. Luego de esta victoria él se concentro en la naciones al oeste y atacó a los Filisteos y Fenecios. Después de obtener la victoria en estas grandes batallas, el ejército de Senaquerib aparentaba indestructible y estas naciones estaban firmemente bajo el poderoso yugo de Senaquerib nuevamente. A causa de estas grandes victorias Senaquerib se sintió invencible, y clamaba haber consultado con su dios Asur quien le había asegurado la victoria total. Como les dije, la parte norte del reino de Judá había sido también conquistada; las diez tribus que ocupaban esta región habían dejado de existir, y solamente la capital, Samaria, había quedado en existencia (2 Reyes 18:9-11.) Los Israelitas que quedaron vivos fueron forzados a unirse a otros grupos étnicos y religiosos; nosotros les conocemos como los Samaritanos en el nuevo testamento. Ahora solo quedaba el reino del sur de Judá como la última fortaleza de Israel y la última esperanza de supervivencia para el pueblo elegido de Dios. Después de derrotar a todos sus otros enemigos y al ejército egipcio, Senaquerib giró su atención hacia Judá y dispuso tomar Jerusalén. El profeta Isaías le había advertido al rey Ezequías de no implicarse en el levantamiento en contra de Senaquerib, pero el rey no escucho. Él hizo un tratado con Egipto en contra de Asiría y cuando el ejercito egipcio fue derrotado, Ezequías y su pequeño ejército quedaron solos para detener el poderoso ejército de Senaquerib. El reino sur de Judá comenzó a caer bajo el dominio de los asirios; ciudad tras ciudad fue derrotada hasta que finalmente solo quedaba Jerusalén para obtener un triunfo total (2 Reyes 18:13.) Para tratar de salvar a Jerusalén, Ezequías decidió rendirse al yugo del rey asirio (2 Reyes 18:14-16.) Pero aunque el se rindió esta paz no duraría mucho tiempo (2 Reyes 18:17.) Ahora Judá estaba en peligro de ser completamente destruida; ellos estaban a punto de sufrir el mismo destino que habían sufrido las diez tribus del reino del norte. El ejercito asirio ahora rodeaba a Jerusalén, y no había oportunidad de escape; ellos ahora tendrían que pelear en contra de un ejercito mucho superior a ellos o dejar de existir como una nación. Esto nos conduce más o menos a este punto en la historia.
Si nos ponemos a hacer un contraste entre este pueblo y el pueblo de Dios hoy en día veremos que no existe mucha diferencia. No estoy diciendo que tendremos que defender una ciudad en contra de un poderoso ejercito, pero si tenemos que defender nuestras familias y hogares en contra de los poderes de las tinieblas que nos rodean y atacan a diario (Efesios 6:12.) El rey Ezequías ahora se encontraba en una situación grave, su reino estaba a punto de ser eliminado, y peor que todo, la nación estaba a punto de perder su identidad. El ejercito de Asiría tenia la ciudad completamente rodeada, el rey estaba tratando de convencer a Ezequías para que se rindieran y blasfemaba el nombre de Dios (2 Reyes 19:10-13.) ¿Qué hizo Ezequías? Ezequías le entrego el problema a Dios (2 Reyes 19:14.) Ezequías aprendió su lección rápidamente, la lección siendo que tenia que confiar en Dios. Su confianza no podía descansar en su propio poder o el poder de su ejercito, su confianza solo podía descansar en el poder de Dios. Su confianza descansó en el Dios de Israel, así que él inclino su rostro en oración a Él, y Dios no le fallaría (2 Reyes 19:32-35.) No existe nadie ni nada más poderoso que nuestro Dios. Dios era mucho más poderoso que el ejercito de Asiría en ese día, y Dios peleo por Israel. Reflexionemos en estos acontecimientos, preguntémonos ¿qué lección podemos sacar de ellos?
Preguntémonos, ¿cuántas veces nos hemos visto rodeados por los poderes de nuestro enemigo, y todo aparenta estar perdido? La realidad del caso es que nosotros no podemos vencer a nuestro enemigo por nuestras propias fuerzas. Aunque es un ser derrotado, el no deja de ser un ser poderoso quien nosotros no podemos derrotar por nuestra propia habilidad o fuerza. Muchos están bajo el falso concepto de que una ves que somos Cristianos los problemas desaparecen; es un concepto completamente falso porque cuando decidimos hacer un compromiso con Dios es en ese momento que los ataques intensifican. El enemigo nos ataca porque hemos hecho un compromiso con Dios y ahora le servimos solo Él. Ezequías no pudo detener el ataque de Senaquerib contra Jerusalén pagándole tributos; la realidad del caso es que ninguno de nosotros podemos detener los ataques de nuestro enemigo tampoco. Lo que debemos preguntarnos es ¿qué haremos cuando lleguen los ataques? ¿Qué haremos cuando a nosotros lleguen esos pensamientos tal como lo que encontramos en la carta que Senaquerib le envío a Ezequías? ¿Cómo contestaremos cuando el enemigo nos diga que nuestra fe en Dios no vale nada? ¿Cómo contestaremos cuando el enemigo nos diga que no existe solución o seamos llevados a soluciones que sabemos desagradan a Dios? ¿Cómo contestaremos al vernos rodeados por su ejercito de maldad listo para atacarnos en el momento que saquemos la cabeza? Como les dije al inicio, tenemos mucho que aprender de la historia. Debemos aprender que cuando lleguen estos momentos en nuestra vida, tenemos que actuar tal como Ezequías, tenemos que orar, tenemos que pedirle a Dios que derrame su misericordia sobre nuestra vida (Isaías 37:15-17.) Tenemos que confiar en Su promesa. Tenemos que pararnos firmes en la roca de nuestra salvación, tenemos que pararnos firmes en Jesús. Tenemos que asegurarnos que nuestra fe este construida en la roca que es Cristo Jesús. Nuestra fe tiene que ser inmovible, tiene que ser constante. Una fe inmovible vence toda oposición (Romanos 8:37.)
Ezequías e Israel no perecerían ante el ataque del rey Senaquerib, porque ellos tenían promesa de Dios. Te digo en el día de hoy que nosotros tenemos las mismas promesas; Ezequías le dijo a ese pueblo “Esforzaos y animaos; no temáis, ni tengáis miedo del rey de Asiria, ni de toda la multitud que con él viene; porque más hay con nosotros que con él. 8 Con él está el brazo de carne, mas con nosotros está Jehová nuestro Dios para ayudarnos y pelear nuestras batallas; “ el Señor nos dice a nosotros “La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo.” (Juan 14:27.) El Señor nos dice a nosotros “Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo, (Juan 16:33.) Dios nos ayuda a estar firme en nuestra. Ezequías oro, y Dios le respondió; a través de la oración, ayuno, y alabanza, Dios nos fortalece; Dios nos ayuda a combatir toda situación (Santiago 5:16.) Ezequías sabia que el ejercito que le rodeaba era mucho superior, sabia que ellos nunca lo podrían derrotar. Recordemos que el ejercito que nos rodea es mucho superior a nosotros, recordemos que el hombre tiene limites, pero Dios no; tenemos que estar firmes en Jesús (Romanos 14:4.) El enemigo utilizara todo lo que este a su alcance para tratar de mantenernos engañados, y nos dirá que Dios se ha olvidado de nosotros.
El trata por todos los medios habidos y por haber de que no vivamos en el reino de Dios. Que vivamos atormentados, preocupados y nos olvidemos de nuestro Rey y Salvador. Que nos olvidemos que vivimos en el reino de Dios. Pero eso, nosotros como cristianos, lo reprendemos. Reprendemos todo demonio de depresión, pobreza, enfermedad; reprendemos y echamos fuera en el nombre de Jesús todo tipo de ataque que nos trate de quitar la felicidad de vivir en el reino de Dios. No podemos permitir que se turben nuestras mentes, tenemos que mantenernos firmes sabiendo que el Señor no nos abandona. Al vernos rodeados recordemos que tenemos promesa del Señor: “De cierto, de cierto os digo, que vosotros lloraréis y lamentaréis, y el mundo se alegrará; pero aunque vosotros estéis tristes, vuestra tristeza se convertirá en gozo.” (Juan 16:20.) Cristo nos dice aquí algo muy importante, nos esta diciendo “no dejes que el demonio te quite lo que te he prometido.” No permitas que las cosas del mundo endurezcan tu corazón o turben tus pensamientos. Cuando seguimos al Señor, y hacemos Su voluntad estamos viviendo en el reino de Dios. El amor de Dios nos alcanza en todo momento y Sus promesas nunca son quitadas (2 Corintios 1:20.)
La Palabra nos dice: “Porque se levantarán falsos Cristos y falsos profetas, y harán señales y prodigios, para engañar, si fuese posible, aun a los escogidos.” (Marcos 13:22) Nos dice: “Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar” (1 Pedro 5:8.) Nos dice: “Y no es maravilla, porque el mismo Satanás se disfraza como ángel de luz.” (2 Corintios 11:14.) Todo esto se nos dice para advertirnos de que Satanás atacara nuestra vida. Su ejercito de demonios rodeará nuestro diario vivir y tratarán de encontrar nuestra debilidad. Seremos atacados y que de esto no quepa duda, él lanzara los dardos de fuego a nuestro corazón para así destruir lo que Dios ha iniciado. Es por eso que como Cristianos nunca podemos dejar de vestirnos con la armadura de Dios todos los días de nuestra vida (Efesios 6:13-17.)
Para concluir. Hoy en día debemos tener la fe de Ezequías para poder combatir los males de nuestra sociedad y los poderes del infierno que atacan nuestra vida. Dios quiere que nosotros usemos todo medio a nuestra disposición para luchar contra nuestro enemigo, pero Él también quiere que nosotros realicemos que nuestra supervivencia está en Sus manos (Salmos 7:1.) Si colocamos nuestra confianza en nuestra propia fuerza, seremos vencidos. Sólo Dios puede ganar la batalla (Salmos 27:3.) Satanás puede andar como un león rugiente, buscando aquellos que permitirán que él los devore a causa de su idolatría, desobediencia, y o su confianza en su propia fuerza, pero él es un enemigo derrotado; derrotado por el poder de Dios, vencido por la sangre del Cordero. Cuando los ataques de Satanás lleguen a nuestra vida con toda la intensidad del infierno, recordemos que Jesucristo es capaz de destruir completamente todo poder de las tinieblas y de todos aquellos que trabajen para el maligno (Filipenses 2:9-10.) Las palabras de Ezequías deben resonar siempre en nuestras mentes, él dijo: “porque más hay con nosotros que con él.” Recordemos que dentro de nosotros existe uno mayor que todo problema o situación (1 Juan 4:4.) Recordemos que Dios envió un ángel quien destruyo al ejercito que estaba acampado a las afueras de Jerusalén (Isaías 37:36;) si Dios pudo hacer esto con solo un ángel, ¿qué no podrá hacer el Espíritu Santo que ahora mora en ti?
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