Karen y Ron Flowers - Un nuevo modelo de poder en las relaciones
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Karen y Ron Flowers - Un nuevo modelo de poder en las relaciones
Karen y Ron Flowers - Un nuevo modelo de poder en las relaciones
Disfrutando del juego, hasta…
Cuando estaba en el 4to. grado (habla Ron) la madera vieja del subibaja del patio de nuestra escuela se quebró y le comuniqué a mi padre. Un domingo no mucho después de esto, mi padre - un agricultor y
constructor, me dijo que viniera y cargara algunas maderas y herramientas de su finca en el tractor y nos dirigimos hacia la ruta que nos conducía al área de nuestra escuela rural. Allí él removió los restos del subibaja quebrado e instaló uno nuevo. Al día siguiente, lunes, llegué primero a la Escuela y orgullosamente presentaba a cada uno de los estudiantes que llegaban, el flamante subibaja, recientemente pintado con sobras de pintura roja que mi padre tenía en su finca.
Todos querían balancearse y hacían turnos. Por un tiempo las cosas marcharon bien con mis amigos divirtiéndose en el subibaja, subiendo y bajando, luego algo cambió. Los niños que montaban el lado
opuesto a las niñas, comenzaron a dejarlas colgadas en el aire. El patio ahora estaba lleno de gritos de las niñas que querían bajar, mientras muchos de nosotros del 4to. grado (tristes al decirlo ahora) nos
deleitábamos del espectáculo. Luego vino una pausa y luego yo estaba montado en el subibaja; de pronto algunos muchachos más pesados del 5to. grado consiguieron jalar a mi amigo del otro lado y
ellos se montaron. Inmediatamente fui elevado al aire y quedé allí. Yo estaba con miedo. ¿Quieres bajar? Ellos se burlaban, ¡todo bien, vas a bajar! Rápidamente saltaron y yo me estrellé contra el piso.
Resulté con algunas contusiones pero sin ningún hueso fracturado. No quise volver al subibaja por un buen tiempo . Este juego que una vez me hizo orgulloso y capaz de traer mucha alegría, llegó a ser un
lugar de dolor.
El “Subibaja” de las relaciones
Las relaciones familiares se parecen al subibaja. Cada uno de nosotros traemos cierto “peso” o “poder” a nuestras relaciones. La manera como usamos nuestro peso afecta nuestra experiencia y a la
experiencia de nuestro cónyuge. Así como en un subibaja hay gran satisfacción cuando se logra un balance en un ritmo placentero, así también cada uno de nosotros experimentamos más satisfacción en
nuestras relaciones cuando hay buena voluntad, aceptación incondicional y aprecio afectuoso por cada parte. El apóstol Pablo hizo una declaración interesante que describe la actitud necesaria en un subibaja relacional: “No mirando cada uno a lo suyo propio, sino cada cual también a lo de los otros” (Filipenses 2:4)
En este versículo tan fraseado y delicado, el apóstol coloca “sus propios intereses” a un extremo del subibaja de la relación y “los intereses de los otros” al otro lado. Ambos están para recibir la atención
apropiada. El “sino también” en medio, actúa como un fulcro (punto de apoyo para el balanceo) que ayuda a balancear a los dos. Justamente la forma como debemos amar a nuestros prójimos, como a
nosotros mismos (vea Mateo 22:39); por lo tanto es apropiado que cada uno “miremos no solamente nuestros propios intereses, sino también los intereses de los otros”. Filipenses 2:4, de este modo el
concepto “considera a los otros mejor que a ti mismo” del versículo 3, no significa abandonar los intereses vitales propios de uno. Cuando no se sigue este principio evangélico de armonía, donde la
buena voluntad mutua, la aceptación y el respeto no están presentes, las relaciones pueden ser insatisfactorias en el mejor de los casos, y en lo peor, dolorosas y quizás aún aterrorizantes.
Relaciones fuera del balance
El egoísmo causa al subibaja relacional la pérdida de su balance. Si somos autos concentrados, somos frecuentemente insensibles a las necesidades y sentimientos de los otros. Si no nos sentimos valorados
o seguros, podemos intentar edificarnos por nosotros mismos, poniendo a los otros por debajo. Damos a nuestro cónyuge un movimiento desigual. El egoísmo se manifiesta en una variedad de formas.
Dominio
Algunas personas son dominantes y buscan relacionarse con aquellas que son más sumisas.
Búsqueda de estatus social
Algunos buscan adquirir un peso social que la sociedad con frecuencia atribuye a aquellos quienes tienen ciertos atributos. Los ricos gozan de mayor estatus que lo s pobres, los empleados reciben más
respeto que aquellos que no tienen trabajo. La gente educada es más considerada y más valorada que los no educados; los físicamente atractivos marchan adelante de aquellos que parecen menos
atractivos. Los talentosos son buscados y recompensados más que los que no tienen talentos. Y en todas partes del mundo el género masculino, es más valorado que el femenino.
Agresividad y abuso
Los que piensan en su propia diversión en el subibaja, aquellos quienes son auto concentrados en sí mismos e insensibles a las necesidades y sentimientos de los otros, tienden a ser más agresivos hacia
los otros. Abuso es usar nuestro poder real y percibido para controlar a otro. Es conseguir lo que se desea a expensas de otros.
La lucha del subibaja
Intentos para enfrentar.
Siendo que para las personas sus familias son muy importantes, algunas que son débiles harán lo mejor para ajustarse, solo para mantener a la familia junta, para evitar conflictos, para obtener la estabilidad
familiar y el equilibrio. Algunas hasta se sacrificarán y aceptarán el abuso, aunque las relaciones familiares sean una fuente de mucha infelicidad y dolor.
Dios no quiere que una persona que está siendo abusada en una relación, permanezca en ella y cargue ese dolor. Aquellos que trabajan con las víctimas de abuso saben que a muchas les es difícil escapar
de los lazos que las atan a sus abusadores.
Mientras que algunas se someten para lograr el balance, otras resisten. Entonces optan caminos malsanos para tratar de enderezar el desequilibrio de su “subibaja” relacional, para reservarse de estar
constantemente “colgada en el aire”.
Como se desequilibra un subibaja - Isaac y Rebeca.Las luchas en la relación subibaja se ilustra claramente en la vida de Isaac y Rebeca (Génesis 27) Papá Isaac, jaló a Esaú (el primero nacido de los mellizos) junto con él, a uno de los extremos del subibaja conyugal. Isaac prefería a Esaú y planificó concederle la primogenitura, a pesar de la instrucción de Dios y sin haberlo consultado con su esposa. Isaac racionalizó que debía actuar conforme a la costumbre y usó la excusa que tenía que tomar una acción inmediata po rque ya estaba viejo y debilitado, cuando en realidad aún tenía muchos años de vida.
Mamá Rebeca contrariada, jaló a Jacob (segundo nacido de los mellizos) su favorito, a su lado.
Tomando ventaja de que la vista de su esposo estaba fallando, y de su conocimiento íntimo en cuanto a sus gustos y hábitos, Rebeca intentó ganar poder por si misma en la relación e impulsó los intereses de
Jacob, el hijo que ella amaba. Determinó que Jacob debía recibir la bendición de la primogenitura.
Además, ¿No había Dios predicho que el mayor (Esaú) serviría al menor (Jacob)? (Génesis 25:23).
Tanto Isaac como Rebeca conspiraban asegurar el poder en su lado y deliberadamente involucraron a los hermanos mellizos en su conflicto. Sin embargo, como a menudo sucede, en vez de lograr el balance
ameno del subibaja relacional, el conflicto y el dolor fue el resultado inevitable. El conflicto conyugal latente se inflamó y el fuego se extendió y absorbió a los hijos. Como madre, Rebeca nunca más volvió
a ver al hijo que amaba, porque tuvo que huir a Harán por la furia de Esaú. Ella murió antes de que él retornara. Los dos hermanos estuvieron contrariados y distanciados por dos décadas. Por su parte,
Isaac perdió una en un millón, la oportunidad de conceder voluntariamente su bendición al hijo de la promesa, quien tomaría su lugar en la línea del pacto que conduciría al nacimiento del Mesías.
Claxon y rosas
Aquellos que se sienten débiles en una relación, con frecuencia gastan mucha energía intentando aliviarse de la persona dominante delante de sus relaciones o familias. Esto es como olvidar las
Escrituras, que nos recuerdan que Dios creó a la humanidad para que sean iguales unos a otros. Debido al pecado y a la desvastada humanidad, raras veces nos contentamos con la igualdad. Tendemos a ir a un estatus más elevado, planificando, trazando y trabajando a nuestra manera hacia la superioridad de los otros.
Douglas era un esposo y padre dominante y comandaba a su familia como si estuviera en el ejército. Su esposa Matilde tenía su propia forma de relacionarse con él. Un día ellos estaban en apuros pues
querían ir a algún lugar con el carro. Él fue al ga raje, prendió el motor del carro y lo retrocedió hacia la calzada. Esta era la forma de demandar que ella saliera de prisa. Como Matilde no salió, él tocó el
claxon varias veces seguidas. Ella escuchó el claxon, pero en vez de salir corriendo, se detuvo en el jardín y sin ninguna prisa inspeccionó las rosas, sacó algunas hierbas y exhaló la fragancia de unos
botones que habían comenzado a abrirse. Después se dirigió al carro, en el tiempo que ella eligió.
(Flowers, 1997, p.17)
El nuevo modelo del Evangelio para las relaciones
Las buenas nuevas del evangelio es que Cristo nos ha sacado a un compañerismo con Él (Efesios 2:19, 20, 1 Juan 1:3). Él triunfó sobre el pecado, pagando su pena (Romanos 3:25; 1 Juan 2:2) y
quebrantando su poder (Romanos 6:14; 8:3, 4, 9); mientras que el pecado causa división, discordia y deseo de asumir superioridad sobre el otro, ahora nosotros podemos relacionarnos unos a otros de
diferentes maneras, porque somos inducidos por Él (Mateo 20:25-27; Gálatas 3:28). Si bien Cristo y los apóstoles no asaltaron la sociedad y la cultura directamente, ellos presentaron ideas de igualdad y
mutualidad en la familia de Dios que haría una transformación desde adentro del corazón humano hacia fuera. Piense en las barreras que ellos cruzaron.
Cada grupo étnico es incluido
Las historias de Jesús y el centurión (Mateo 8:5), Jesús y la mujer samaritana (Juan 4:7), Pedro y Cornelio (Hechos 10:34, 35), así como la misión de Pablo a los Gentiles son testigos: “…En verdad hallo
que Dios no hace acepción de personas; sino que de cualquiera nación que le teme y obra justicia, se agrada” (Hechos 10:34, 35)
Cada clase social es incluida
Jesús y los discípulos quebraron las barreras entre las clases sociales. Un ejemplo de esto es el contacto de Jesús con toda clase de personas, con los nobles (Juan 4:46 -50), con Zaqueo (Lucas 19:2)
y con el leproso (Mateo 8:2 -4). Pablo escribió, en Cristo no hay favoritismo entre clases sociales (Efesios 6:9).
Un ejemplo dramático de esta inclusión de todos los grupos socia les se encuentra en la más corta pero profunda carta de Pablo a Filemón, un convertido de Pablo. Filemón era un residente rico de Colosas y
como muchos de esos residentes, un amo de esclavos. Onésimo – uno de los esclavos, evidentemente le había robado y escapado a la esparcida capital ciudad de Roma, quizás esperando perderse entre las
masas. Allí encontró a Pablo. Pablo le predicó el evangelio y lo aceptó como un hijo (Filemón 10).
Onésimo estaba conciente de su responsabilidad de arrepentirse y hacer una restitución para con Filemón, por los errores que había hecho.
Cuando regresó a ver a Filemón, llevó una nota de recomendación que Pablo le había preparado. La epístola que tenemos en nuestras Biblias es la nota. Allí se encuentra un mensaje cristiano radical:
Recíbelo “no más como un siervo, antes más que un siervo, como hermano amado…en el Señor” (Filemón 16). Pablo presenta a Filemón un concepto revolucionario de reconciliación, el de encontrar en
Onésimo a un hermano querido. Con Jesús, los creyentes se ven a través de nuevos cristales tal como son, y se aman como miembros de una familia.
Estas “cosas” están funcionando hoy.
Por casi tres décadas fuimos miembros de una congregación en Washington D.C., una verdadera y única hermandad de creyentes. Primeramente nos unimos a la Iglesia Adventista Memorial Capital, la
misma que estaba en un proceso de cambio de ser una iglesia caucasea (de blancos) a una multi nacional familia cristiana de unas 45 naciones. Con el correr de los años, la Iglesia Adventista Memorial
Capital, ha respondido a la predicación de las nuevas buenas del amor de Dios y se ha esforzado por vivir 1 Juan 4:11 “Amados, si Dios así nos ha amado, debemos también nosotros amarnos unos a otros”.
Es verdad que la congregación no gustaba especialmente de algunos alimentos, ni de la misma música.
Los miembros lucharon arduamente unos con otros en las juntas de iglesia, pero con dedicación y persistencia y un liderazgo pa storal centrado en Cristo, este grupo diverso llegó a ser una familia.
Un momento de clímax vino en una semana santa, cuando la iglesia se reunió el viernes de noche para una cena de confraternidad y un servicio de comunión. Sentados alrededor de una mesa iluminada con
velas, los miembros dieron testimonios de su amor por Cristo y por los demás. Un hermano africano, que desempeña servicios para el cuerpo diplomático de Sudáfrica, ha sido miembros de esta iglesia desde
que descubrió el adventismo en un desayuno de oración realizado por la Iglesia Adventista Memorial Capital, para los diplomáticos y líderes mundiales reunidos en ese tiempo para un Concilio Anual. Ya
hace varios años que este hermano, tan familiar con las políticas y prácticas del apartheid (segregación racial) se ha maravillado de como gente de tantas y diferentes naciones pueden adorar, trabajar,
recrearse y orar juntos. Con el rostro iluminado por las luces de las magnas velas, Ezra habló un poquito de su historia. Aún recordamos el comentario gozoso que él hizo: “Eso que dice el evangelio de unir el
rojo con el amarillo y al blanco con el negro – está sucediendo aquí.
Igualdad sexual para hombres y mujeres Jesús restauró la igualdad sexual y la nobleza de las mujeres. Juan Stott escribe:
Sin ninguna agitación o publicidad, Jesús terminó la maldición de la caída, revistiendo a la mujer de su nobleza perdida parcialmente y reivindicó para su nueva comunidad del reino la bendición original de la creación, la igualdad sexual. (Stott, 1985, p. 136)
Las mujeres estuvieron entre los discípulos más cercanos de Jesús (Lucas 8:2,3) Pablo reconoció que en Cristo todas las barreras antiguas de géneros han sido quitadas: “No hay…varón, ni mujer, porque
todos vosotros sois uno en Cristo Jesús” (Gálatas 3:28).
El libro de Hechos muestra que las mujeres creyeron y sirvieron en la iglesia lado al lado con los hombres. Los Hechos también revelan el nuevo estatus encontrado para todas las personas en Cristo.
Este estatus no eleva a las mujeres por encima de los hombres, pero muestra que existía un compañerismo igual y uso igual de los talentos en la iglesia primitiva. “Con las mujeres” (Hechos 1:14)
indica su inclusión al nuevo estatus en la nueva orden. Pedro reconoce que el Espíritu está siendo derramado sobre los cristianos sin considerar géneros, en cumplimiento a la profecía de Joel 2:28, 29
(Hechos 2:16-18). Ambos géneros son mencionados especialmente como que llegaron a ser creyentes bautizados (Hechos 5:14; 8:12). Los evangelistas apostólicos hicieron esfuerzos especiales para
alcanzar a las mujeres (Hechos 16:13; 17:4). Un número de estas primeras mujeres que se convirtieron son nombradas como poseedoras de una cualidad de fe, lealtad y servicio, así como lo hacían los
hombres: Tabita (Hechos 9:36-42) la madre judía de Timoteo (Hechos 16:1), Lidia (Hechos 16:14-15), Dámaris (Hechos 17:34), y Priscila (Hechos 18:2, 18, 26). Priscila – es nombrada antes que su esposo
en el versículo 18 – lo cual era significante en ese tiempo, y en esa cultura (ver 2 Tim 4:19), parece que había sido seleccionada por sus talentos en el entendimiento bíblico, fervor evangélico y convicción al
lado de Aquila. Pablo habitó por algún tiempo con esta pareja y eventualmente los llevó como compañeros en la predicación del evangelio. Priscila y Aquila otra vez encabezan la lista de aquellos que
Pablo desea saludar por intermedio de Timoteo (2 Timoteo 4:19).
Mutualidad entre esposos y esposas La maldición sometió a la esposa al esposo (Génesis 3:16). El evangelio enfatiza el amor y el servicio
del esposo y la esposa unos a otros (Efesios 5:21 -33).
Como todas las demás excelentes dádivas que Dios confió a la custodia de la humanidad, el matrimonio fue pervertido por el pecado; pero el propósito del Evangelio es restablecer su pureza y hermosura. (Discurso Maestro de Jesucristo, p. 57).
El evangelio restaura el matrimonio y le devuelve “su santidad y elevación originales” (Hogar Adventista, p. 84). Los cristianos buscan recapturar esa mutualidad original conocida por los primeros esposos
quienes compartían la imagen de Dios, un único nombre “adán”; el dominio de la tierra y la bendición procreativa de Dios (Génesis 1:26-28). Pedro instruye a los esposos a que otorguen honor (gran valor) a
sus esposas, porque ellas son “coherederas de la gracia de la vida” (1 Pedro 3:7). Un texto que enfatiza cómo Cristo resaltó la mutualidad en el matrimonio se encuentra en 1 Corintios 7:3,4:
“El marido pague a la mujer la debida benevolencia; y así mismo la mujer al marido. La mujer no tiene potestad de su propio cuerpo, sino el marido; e igualmente tampoco el marido tiene potestad de su propio cuerpo, sino la mujer”
Algunos reformadores protestantes, que enseñaron la ordenación del esposo y la subord inación de la esposa, encuentran dificultad con este pasaje. Ellos concluyen que en el do rmitorio debe haber total
igualdad y mutualidad, pero afuera, la esposa debe ser sumisa. El evangelio de Cristo, sin embargo, no limita la mutualidad conyugal solamente a la vida sexual de la pareja.
Yo escondía mi salario de la vista de mi esposa. Un pastor africano compartió esta historia: “No digas a tu esposa la cantidad de dinero que tienes” mi padre susurró a mi oído una tarde, como un
consejo que me daba. Tradicionalmente, muchos esposos africanos no dicen a sus esposas la cantidad de dinero que poseen. Todo el dinero, toda la riqueza pertenece al esposo y padre, como cabeza de la
familia. Esto es su monopolio. Él lo usa como desea, lo malgasta como quiere y la esposa solo consigue una porción pequeña para ropa, zapatos y alimento para ella y sus hijos… La razón para no decir a la esposa la cantidad de dinero que posee es solo un asunto de sospecha o falta de confianza, pues ella puede constantemente demandar más, o que ella puede robar algún dinero y pasárselo a sus padres, familiares y amigos cercanos. Esta sospecha no está bien fundamentada.
Esto es solo un motivo egoísta y debe ser descartado.
Esconder mi salario de la vista de mi esposa me causó muchos problemas y malos entendidos. Ella solicitaba algún dinero cuando realmente yo no tenía. Como ella no estaba involucrada en los arreglos
financieros, ni en el presupuesto del hogar, nunca sabía cuando yo no tenía d inero. Un día casi tuvimos una gran pelea.
La solución vino cuando un pastor predicó en la reunión campestre sobre la familia y el presupuesto del hogar, el cual debe ser hecho por los dos, esposo y esposa. El tema fue extraño y nuevo para mí, pero
tenía un profundo significado. En las entradas debe incluir el total de todo el dinero, tanto mío como de los proyectos financieros pequeños de mi esposa. Los gastos principales deben incluirse en los primeros
cuatro ítems:
? Diezmos y Ofrendas – Fondos de Dios
? Alimentos
? Otros ítems necesarios para vivir
? Ahorros o ajuste de cuentas para usos futuros.
El pastor concluyó y salvó - salvó mi hogar, ahora nosotros sabemos lo que tenemos y lo que debe ser gastado. Hemos descartado el monopolio de fondos del esposo…
La Sra. White nos aconseja: “Haya entre ellos amor mutuo y sopórtense uno a otro. Entonces el casamiento, en vez de ser la terminación del amor, será más bien su verdadero comienzo” (Hogar Adventista, p. 91)
Esta clase de mutualidad debe extenderse a la planificación financiera del presupuesto. Esto inspirará confianza, seguridad y felicidad para la vida familiar. (Kisaka, 1992, p. 71)
Como el evangelio redefine el poder
Jesús redefinió el poder de ambos en sus enseñanzas y en su relación con los otros. Mateo registra el comentario de Jesús cuando Santiago y Juan pidieron a su madre que asegurara para ellos los primeros
lugares en su reino:
“… Sabéis que los príncipes de los gentiles se enseñorean sobre ellos y los que son grandes ejercen sobre ellos potestad. Mas entre vosotros no será así; sino, el que quisiere entre vosotros hacerse grande, será vuestro servidor; y el que quisiere entre vosotros ser el primero, será vuestro siervo. Como el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para
servir, y para dar su vida en rescate por muchos” (Mateo 20:25 -28).
Autorización
La aplicación práctica del reconocimiento de Cristo como Señor de los cristianos, hace que el mal uso pecaminoso del poder sea sustituido por la palabra autorización.
Autorización puede ser definido como el intento de establecer poder en otra persona…
Autorización también puede ser el proceso de ayudar a los otros a reconocer sus propias fuerzas y potenciales, así como también animar y guiar esas cualidades. (Balswick & Balswick, 1987, pp. 44, 45)
En vez de ejercer “poder sobre los otros” debemos ser “un viento debajo de las alas” de aquellos a quienes amamos. Este “poder debajo” aproxima a las relaciones, lo que significa que nuestro peso en el subibaja es usado para levantar a aquellos con quienes nos relacionamos, para edificarlos, para darles oportunidades y ánimo para que lleguen a ser lo que pueden. Note estos ve rsículos de “autorización” de Pablo:
“Sujetados los unos a los otros en el temor de Dios” (Efesios 5:21)
“Sobrellevad los unos las cargas de los otros; y cumplid así la ley de Cristo” (Gálatas 6:2)
“Así que, sigamos lo que hace a la paz, y a la edificación de los unos a los otros” (Romanos 14:19).
“Por lo cual, consolaos los unos a los otros, y edificaos los unos a los otros, así como lo hacéis” (1 Tesalonisenses 5:11).
Este principio cristiano de “autorización” para las relaciones, significa que ahora no más pensamos en nosotros mismos al montar un subibaja, sino que también queremos que nuestro compañero pueda
disfrutar bien del balanceo. Este principio se aplica en la iglesia y a las relaciones domésticas en el hogar. Todo lo que aprendemos de Cristo sobre las relaciones en la iglesia, debe aplicarse también en
nuestros hogares.
Conclusión
El poder de Dios es grande para salvarnos y cambiarnos. Eric B. Hare en su libro “Las huellas de Fulton en Fiji” (Fulton’s Footprints in Fiji) habla sobre la conversión de Ratu Ambrose. Este jefe cruel había maltratado la vida de muchos de sus súbditos fieles, en cuanto perseguía sus metas. Averiado y lleno de cicatrices un viejo pescador Matui, que había sobrevivido la experiencia tortuosa de ser uno de los
“rieles” humanos – hombres amarrados con sogas y usados como rodillos sobre los cuales Ratu Ambrose lanzaba sus pesadas canoas de guerra.
Los esfuerzos evangélicos del pastor John Fulton trajo tanto a Ratu Ambrose como a Matui a la misma Iglesia Adventista de Séptimo Día. El poder de Dios que transforma corazones y hábitos, fue
demostrado poderosamente cuando los nuevos creyentes celebraron su primera Santa Cena y el servicio de lavamiento de pies. Ratu Ambrose rápidamente tomó la toalla y la palangana y se arrodilló
ante Matui para lavar sus pies. El encorvado y viejo pescador al principio resistió. “no es correcto que me lave mis pies; usted es un alto jefe” dijo. Cuando Ratu Ambrose fue a lavar los pies de su antiguo
servidor, con lágrimas en sus ojos y en su corazón respondió, “solamente hay un jefe aquí en esta noche, ese jefe es Jesús” (Flowers, 1992, pp. 85, 86).
Hay un jefe en todos nuestros cuartos – Jesús. Que su espíritu de autorización fluya en nue stras vidas, para que aprendamos lo que significa amar, servir y ejercitar nuestro poder e influencia en nuestras
relaciones por caminos que demuestren no un “poder por encima” sino un “p oder por debajo”.
Disfrutando del juego, hasta…
Cuando estaba en el 4to. grado (habla Ron) la madera vieja del subibaja del patio de nuestra escuela se quebró y le comuniqué a mi padre. Un domingo no mucho después de esto, mi padre - un agricultor y
constructor, me dijo que viniera y cargara algunas maderas y herramientas de su finca en el tractor y nos dirigimos hacia la ruta que nos conducía al área de nuestra escuela rural. Allí él removió los restos del subibaja quebrado e instaló uno nuevo. Al día siguiente, lunes, llegué primero a la Escuela y orgullosamente presentaba a cada uno de los estudiantes que llegaban, el flamante subibaja, recientemente pintado con sobras de pintura roja que mi padre tenía en su finca.
Todos querían balancearse y hacían turnos. Por un tiempo las cosas marcharon bien con mis amigos divirtiéndose en el subibaja, subiendo y bajando, luego algo cambió. Los niños que montaban el lado
opuesto a las niñas, comenzaron a dejarlas colgadas en el aire. El patio ahora estaba lleno de gritos de las niñas que querían bajar, mientras muchos de nosotros del 4to. grado (tristes al decirlo ahora) nos
deleitábamos del espectáculo. Luego vino una pausa y luego yo estaba montado en el subibaja; de pronto algunos muchachos más pesados del 5to. grado consiguieron jalar a mi amigo del otro lado y
ellos se montaron. Inmediatamente fui elevado al aire y quedé allí. Yo estaba con miedo. ¿Quieres bajar? Ellos se burlaban, ¡todo bien, vas a bajar! Rápidamente saltaron y yo me estrellé contra el piso.
Resulté con algunas contusiones pero sin ningún hueso fracturado. No quise volver al subibaja por un buen tiempo . Este juego que una vez me hizo orgulloso y capaz de traer mucha alegría, llegó a ser un
lugar de dolor.
El “Subibaja” de las relaciones
Las relaciones familiares se parecen al subibaja. Cada uno de nosotros traemos cierto “peso” o “poder” a nuestras relaciones. La manera como usamos nuestro peso afecta nuestra experiencia y a la
experiencia de nuestro cónyuge. Así como en un subibaja hay gran satisfacción cuando se logra un balance en un ritmo placentero, así también cada uno de nosotros experimentamos más satisfacción en
nuestras relaciones cuando hay buena voluntad, aceptación incondicional y aprecio afectuoso por cada parte. El apóstol Pablo hizo una declaración interesante que describe la actitud necesaria en un subibaja relacional: “No mirando cada uno a lo suyo propio, sino cada cual también a lo de los otros” (Filipenses 2:4)
En este versículo tan fraseado y delicado, el apóstol coloca “sus propios intereses” a un extremo del subibaja de la relación y “los intereses de los otros” al otro lado. Ambos están para recibir la atención
apropiada. El “sino también” en medio, actúa como un fulcro (punto de apoyo para el balanceo) que ayuda a balancear a los dos. Justamente la forma como debemos amar a nuestros prójimos, como a
nosotros mismos (vea Mateo 22:39); por lo tanto es apropiado que cada uno “miremos no solamente nuestros propios intereses, sino también los intereses de los otros”. Filipenses 2:4, de este modo el
concepto “considera a los otros mejor que a ti mismo” del versículo 3, no significa abandonar los intereses vitales propios de uno. Cuando no se sigue este principio evangélico de armonía, donde la
buena voluntad mutua, la aceptación y el respeto no están presentes, las relaciones pueden ser insatisfactorias en el mejor de los casos, y en lo peor, dolorosas y quizás aún aterrorizantes.
Relaciones fuera del balance
El egoísmo causa al subibaja relacional la pérdida de su balance. Si somos autos concentrados, somos frecuentemente insensibles a las necesidades y sentimientos de los otros. Si no nos sentimos valorados
o seguros, podemos intentar edificarnos por nosotros mismos, poniendo a los otros por debajo. Damos a nuestro cónyuge un movimiento desigual. El egoísmo se manifiesta en una variedad de formas.
Dominio
Algunas personas son dominantes y buscan relacionarse con aquellas que son más sumisas.
Búsqueda de estatus social
Algunos buscan adquirir un peso social que la sociedad con frecuencia atribuye a aquellos quienes tienen ciertos atributos. Los ricos gozan de mayor estatus que lo s pobres, los empleados reciben más
respeto que aquellos que no tienen trabajo. La gente educada es más considerada y más valorada que los no educados; los físicamente atractivos marchan adelante de aquellos que parecen menos
atractivos. Los talentosos son buscados y recompensados más que los que no tienen talentos. Y en todas partes del mundo el género masculino, es más valorado que el femenino.
Agresividad y abuso
Los que piensan en su propia diversión en el subibaja, aquellos quienes son auto concentrados en sí mismos e insensibles a las necesidades y sentimientos de los otros, tienden a ser más agresivos hacia
los otros. Abuso es usar nuestro poder real y percibido para controlar a otro. Es conseguir lo que se desea a expensas de otros.
La lucha del subibaja
Intentos para enfrentar.
Siendo que para las personas sus familias son muy importantes, algunas que son débiles harán lo mejor para ajustarse, solo para mantener a la familia junta, para evitar conflictos, para obtener la estabilidad
familiar y el equilibrio. Algunas hasta se sacrificarán y aceptarán el abuso, aunque las relaciones familiares sean una fuente de mucha infelicidad y dolor.
Dios no quiere que una persona que está siendo abusada en una relación, permanezca en ella y cargue ese dolor. Aquellos que trabajan con las víctimas de abuso saben que a muchas les es difícil escapar
de los lazos que las atan a sus abusadores.
Mientras que algunas se someten para lograr el balance, otras resisten. Entonces optan caminos malsanos para tratar de enderezar el desequilibrio de su “subibaja” relacional, para reservarse de estar
constantemente “colgada en el aire”.
Como se desequilibra un subibaja - Isaac y Rebeca.Las luchas en la relación subibaja se ilustra claramente en la vida de Isaac y Rebeca (Génesis 27) Papá Isaac, jaló a Esaú (el primero nacido de los mellizos) junto con él, a uno de los extremos del subibaja conyugal. Isaac prefería a Esaú y planificó concederle la primogenitura, a pesar de la instrucción de Dios y sin haberlo consultado con su esposa. Isaac racionalizó que debía actuar conforme a la costumbre y usó la excusa que tenía que tomar una acción inmediata po rque ya estaba viejo y debilitado, cuando en realidad aún tenía muchos años de vida.
Mamá Rebeca contrariada, jaló a Jacob (segundo nacido de los mellizos) su favorito, a su lado.
Tomando ventaja de que la vista de su esposo estaba fallando, y de su conocimiento íntimo en cuanto a sus gustos y hábitos, Rebeca intentó ganar poder por si misma en la relación e impulsó los intereses de
Jacob, el hijo que ella amaba. Determinó que Jacob debía recibir la bendición de la primogenitura.
Además, ¿No había Dios predicho que el mayor (Esaú) serviría al menor (Jacob)? (Génesis 25:23).
Tanto Isaac como Rebeca conspiraban asegurar el poder en su lado y deliberadamente involucraron a los hermanos mellizos en su conflicto. Sin embargo, como a menudo sucede, en vez de lograr el balance
ameno del subibaja relacional, el conflicto y el dolor fue el resultado inevitable. El conflicto conyugal latente se inflamó y el fuego se extendió y absorbió a los hijos. Como madre, Rebeca nunca más volvió
a ver al hijo que amaba, porque tuvo que huir a Harán por la furia de Esaú. Ella murió antes de que él retornara. Los dos hermanos estuvieron contrariados y distanciados por dos décadas. Por su parte,
Isaac perdió una en un millón, la oportunidad de conceder voluntariamente su bendición al hijo de la promesa, quien tomaría su lugar en la línea del pacto que conduciría al nacimiento del Mesías.
Claxon y rosas
Aquellos que se sienten débiles en una relación, con frecuencia gastan mucha energía intentando aliviarse de la persona dominante delante de sus relaciones o familias. Esto es como olvidar las
Escrituras, que nos recuerdan que Dios creó a la humanidad para que sean iguales unos a otros. Debido al pecado y a la desvastada humanidad, raras veces nos contentamos con la igualdad. Tendemos a ir a un estatus más elevado, planificando, trazando y trabajando a nuestra manera hacia la superioridad de los otros.
Douglas era un esposo y padre dominante y comandaba a su familia como si estuviera en el ejército. Su esposa Matilde tenía su propia forma de relacionarse con él. Un día ellos estaban en apuros pues
querían ir a algún lugar con el carro. Él fue al ga raje, prendió el motor del carro y lo retrocedió hacia la calzada. Esta era la forma de demandar que ella saliera de prisa. Como Matilde no salió, él tocó el
claxon varias veces seguidas. Ella escuchó el claxon, pero en vez de salir corriendo, se detuvo en el jardín y sin ninguna prisa inspeccionó las rosas, sacó algunas hierbas y exhaló la fragancia de unos
botones que habían comenzado a abrirse. Después se dirigió al carro, en el tiempo que ella eligió.
(Flowers, 1997, p.17)
El nuevo modelo del Evangelio para las relaciones
Las buenas nuevas del evangelio es que Cristo nos ha sacado a un compañerismo con Él (Efesios 2:19, 20, 1 Juan 1:3). Él triunfó sobre el pecado, pagando su pena (Romanos 3:25; 1 Juan 2:2) y
quebrantando su poder (Romanos 6:14; 8:3, 4, 9); mientras que el pecado causa división, discordia y deseo de asumir superioridad sobre el otro, ahora nosotros podemos relacionarnos unos a otros de
diferentes maneras, porque somos inducidos por Él (Mateo 20:25-27; Gálatas 3:28). Si bien Cristo y los apóstoles no asaltaron la sociedad y la cultura directamente, ellos presentaron ideas de igualdad y
mutualidad en la familia de Dios que haría una transformación desde adentro del corazón humano hacia fuera. Piense en las barreras que ellos cruzaron.
Cada grupo étnico es incluido
Las historias de Jesús y el centurión (Mateo 8:5), Jesús y la mujer samaritana (Juan 4:7), Pedro y Cornelio (Hechos 10:34, 35), así como la misión de Pablo a los Gentiles son testigos: “…En verdad hallo
que Dios no hace acepción de personas; sino que de cualquiera nación que le teme y obra justicia, se agrada” (Hechos 10:34, 35)
Cada clase social es incluida
Jesús y los discípulos quebraron las barreras entre las clases sociales. Un ejemplo de esto es el contacto de Jesús con toda clase de personas, con los nobles (Juan 4:46 -50), con Zaqueo (Lucas 19:2)
y con el leproso (Mateo 8:2 -4). Pablo escribió, en Cristo no hay favoritismo entre clases sociales (Efesios 6:9).
Un ejemplo dramático de esta inclusión de todos los grupos socia les se encuentra en la más corta pero profunda carta de Pablo a Filemón, un convertido de Pablo. Filemón era un residente rico de Colosas y
como muchos de esos residentes, un amo de esclavos. Onésimo – uno de los esclavos, evidentemente le había robado y escapado a la esparcida capital ciudad de Roma, quizás esperando perderse entre las
masas. Allí encontró a Pablo. Pablo le predicó el evangelio y lo aceptó como un hijo (Filemón 10).
Onésimo estaba conciente de su responsabilidad de arrepentirse y hacer una restitución para con Filemón, por los errores que había hecho.
Cuando regresó a ver a Filemón, llevó una nota de recomendación que Pablo le había preparado. La epístola que tenemos en nuestras Biblias es la nota. Allí se encuentra un mensaje cristiano radical:
Recíbelo “no más como un siervo, antes más que un siervo, como hermano amado…en el Señor” (Filemón 16). Pablo presenta a Filemón un concepto revolucionario de reconciliación, el de encontrar en
Onésimo a un hermano querido. Con Jesús, los creyentes se ven a través de nuevos cristales tal como son, y se aman como miembros de una familia.
Estas “cosas” están funcionando hoy.
Por casi tres décadas fuimos miembros de una congregación en Washington D.C., una verdadera y única hermandad de creyentes. Primeramente nos unimos a la Iglesia Adventista Memorial Capital, la
misma que estaba en un proceso de cambio de ser una iglesia caucasea (de blancos) a una multi nacional familia cristiana de unas 45 naciones. Con el correr de los años, la Iglesia Adventista Memorial
Capital, ha respondido a la predicación de las nuevas buenas del amor de Dios y se ha esforzado por vivir 1 Juan 4:11 “Amados, si Dios así nos ha amado, debemos también nosotros amarnos unos a otros”.
Es verdad que la congregación no gustaba especialmente de algunos alimentos, ni de la misma música.
Los miembros lucharon arduamente unos con otros en las juntas de iglesia, pero con dedicación y persistencia y un liderazgo pa storal centrado en Cristo, este grupo diverso llegó a ser una familia.
Un momento de clímax vino en una semana santa, cuando la iglesia se reunió el viernes de noche para una cena de confraternidad y un servicio de comunión. Sentados alrededor de una mesa iluminada con
velas, los miembros dieron testimonios de su amor por Cristo y por los demás. Un hermano africano, que desempeña servicios para el cuerpo diplomático de Sudáfrica, ha sido miembros de esta iglesia desde
que descubrió el adventismo en un desayuno de oración realizado por la Iglesia Adventista Memorial Capital, para los diplomáticos y líderes mundiales reunidos en ese tiempo para un Concilio Anual. Ya
hace varios años que este hermano, tan familiar con las políticas y prácticas del apartheid (segregación racial) se ha maravillado de como gente de tantas y diferentes naciones pueden adorar, trabajar,
recrearse y orar juntos. Con el rostro iluminado por las luces de las magnas velas, Ezra habló un poquito de su historia. Aún recordamos el comentario gozoso que él hizo: “Eso que dice el evangelio de unir el
rojo con el amarillo y al blanco con el negro – está sucediendo aquí.
Igualdad sexual para hombres y mujeres Jesús restauró la igualdad sexual y la nobleza de las mujeres. Juan Stott escribe:
Sin ninguna agitación o publicidad, Jesús terminó la maldición de la caída, revistiendo a la mujer de su nobleza perdida parcialmente y reivindicó para su nueva comunidad del reino la bendición original de la creación, la igualdad sexual. (Stott, 1985, p. 136)
Las mujeres estuvieron entre los discípulos más cercanos de Jesús (Lucas 8:2,3) Pablo reconoció que en Cristo todas las barreras antiguas de géneros han sido quitadas: “No hay…varón, ni mujer, porque
todos vosotros sois uno en Cristo Jesús” (Gálatas 3:28).
El libro de Hechos muestra que las mujeres creyeron y sirvieron en la iglesia lado al lado con los hombres. Los Hechos también revelan el nuevo estatus encontrado para todas las personas en Cristo.
Este estatus no eleva a las mujeres por encima de los hombres, pero muestra que existía un compañerismo igual y uso igual de los talentos en la iglesia primitiva. “Con las mujeres” (Hechos 1:14)
indica su inclusión al nuevo estatus en la nueva orden. Pedro reconoce que el Espíritu está siendo derramado sobre los cristianos sin considerar géneros, en cumplimiento a la profecía de Joel 2:28, 29
(Hechos 2:16-18). Ambos géneros son mencionados especialmente como que llegaron a ser creyentes bautizados (Hechos 5:14; 8:12). Los evangelistas apostólicos hicieron esfuerzos especiales para
alcanzar a las mujeres (Hechos 16:13; 17:4). Un número de estas primeras mujeres que se convirtieron son nombradas como poseedoras de una cualidad de fe, lealtad y servicio, así como lo hacían los
hombres: Tabita (Hechos 9:36-42) la madre judía de Timoteo (Hechos 16:1), Lidia (Hechos 16:14-15), Dámaris (Hechos 17:34), y Priscila (Hechos 18:2, 18, 26). Priscila – es nombrada antes que su esposo
en el versículo 18 – lo cual era significante en ese tiempo, y en esa cultura (ver 2 Tim 4:19), parece que había sido seleccionada por sus talentos en el entendimiento bíblico, fervor evangélico y convicción al
lado de Aquila. Pablo habitó por algún tiempo con esta pareja y eventualmente los llevó como compañeros en la predicación del evangelio. Priscila y Aquila otra vez encabezan la lista de aquellos que
Pablo desea saludar por intermedio de Timoteo (2 Timoteo 4:19).
Mutualidad entre esposos y esposas La maldición sometió a la esposa al esposo (Génesis 3:16). El evangelio enfatiza el amor y el servicio
del esposo y la esposa unos a otros (Efesios 5:21 -33).
Como todas las demás excelentes dádivas que Dios confió a la custodia de la humanidad, el matrimonio fue pervertido por el pecado; pero el propósito del Evangelio es restablecer su pureza y hermosura. (Discurso Maestro de Jesucristo, p. 57).
El evangelio restaura el matrimonio y le devuelve “su santidad y elevación originales” (Hogar Adventista, p. 84). Los cristianos buscan recapturar esa mutualidad original conocida por los primeros esposos
quienes compartían la imagen de Dios, un único nombre “adán”; el dominio de la tierra y la bendición procreativa de Dios (Génesis 1:26-28). Pedro instruye a los esposos a que otorguen honor (gran valor) a
sus esposas, porque ellas son “coherederas de la gracia de la vida” (1 Pedro 3:7). Un texto que enfatiza cómo Cristo resaltó la mutualidad en el matrimonio se encuentra en 1 Corintios 7:3,4:
“El marido pague a la mujer la debida benevolencia; y así mismo la mujer al marido. La mujer no tiene potestad de su propio cuerpo, sino el marido; e igualmente tampoco el marido tiene potestad de su propio cuerpo, sino la mujer”
Algunos reformadores protestantes, que enseñaron la ordenación del esposo y la subord inación de la esposa, encuentran dificultad con este pasaje. Ellos concluyen que en el do rmitorio debe haber total
igualdad y mutualidad, pero afuera, la esposa debe ser sumisa. El evangelio de Cristo, sin embargo, no limita la mutualidad conyugal solamente a la vida sexual de la pareja.
Yo escondía mi salario de la vista de mi esposa. Un pastor africano compartió esta historia: “No digas a tu esposa la cantidad de dinero que tienes” mi padre susurró a mi oído una tarde, como un
consejo que me daba. Tradicionalmente, muchos esposos africanos no dicen a sus esposas la cantidad de dinero que poseen. Todo el dinero, toda la riqueza pertenece al esposo y padre, como cabeza de la
familia. Esto es su monopolio. Él lo usa como desea, lo malgasta como quiere y la esposa solo consigue una porción pequeña para ropa, zapatos y alimento para ella y sus hijos… La razón para no decir a la esposa la cantidad de dinero que posee es solo un asunto de sospecha o falta de confianza, pues ella puede constantemente demandar más, o que ella puede robar algún dinero y pasárselo a sus padres, familiares y amigos cercanos. Esta sospecha no está bien fundamentada.
Esto es solo un motivo egoísta y debe ser descartado.
Esconder mi salario de la vista de mi esposa me causó muchos problemas y malos entendidos. Ella solicitaba algún dinero cuando realmente yo no tenía. Como ella no estaba involucrada en los arreglos
financieros, ni en el presupuesto del hogar, nunca sabía cuando yo no tenía d inero. Un día casi tuvimos una gran pelea.
La solución vino cuando un pastor predicó en la reunión campestre sobre la familia y el presupuesto del hogar, el cual debe ser hecho por los dos, esposo y esposa. El tema fue extraño y nuevo para mí, pero
tenía un profundo significado. En las entradas debe incluir el total de todo el dinero, tanto mío como de los proyectos financieros pequeños de mi esposa. Los gastos principales deben incluirse en los primeros
cuatro ítems:
? Diezmos y Ofrendas – Fondos de Dios
? Alimentos
? Otros ítems necesarios para vivir
? Ahorros o ajuste de cuentas para usos futuros.
El pastor concluyó y salvó - salvó mi hogar, ahora nosotros sabemos lo que tenemos y lo que debe ser gastado. Hemos descartado el monopolio de fondos del esposo…
La Sra. White nos aconseja: “Haya entre ellos amor mutuo y sopórtense uno a otro. Entonces el casamiento, en vez de ser la terminación del amor, será más bien su verdadero comienzo” (Hogar Adventista, p. 91)
Esta clase de mutualidad debe extenderse a la planificación financiera del presupuesto. Esto inspirará confianza, seguridad y felicidad para la vida familiar. (Kisaka, 1992, p. 71)
Como el evangelio redefine el poder
Jesús redefinió el poder de ambos en sus enseñanzas y en su relación con los otros. Mateo registra el comentario de Jesús cuando Santiago y Juan pidieron a su madre que asegurara para ellos los primeros
lugares en su reino:
“… Sabéis que los príncipes de los gentiles se enseñorean sobre ellos y los que son grandes ejercen sobre ellos potestad. Mas entre vosotros no será así; sino, el que quisiere entre vosotros hacerse grande, será vuestro servidor; y el que quisiere entre vosotros ser el primero, será vuestro siervo. Como el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para
servir, y para dar su vida en rescate por muchos” (Mateo 20:25 -28).
Autorización
La aplicación práctica del reconocimiento de Cristo como Señor de los cristianos, hace que el mal uso pecaminoso del poder sea sustituido por la palabra autorización.
Autorización puede ser definido como el intento de establecer poder en otra persona…
Autorización también puede ser el proceso de ayudar a los otros a reconocer sus propias fuerzas y potenciales, así como también animar y guiar esas cualidades. (Balswick & Balswick, 1987, pp. 44, 45)
En vez de ejercer “poder sobre los otros” debemos ser “un viento debajo de las alas” de aquellos a quienes amamos. Este “poder debajo” aproxima a las relaciones, lo que significa que nuestro peso en el subibaja es usado para levantar a aquellos con quienes nos relacionamos, para edificarlos, para darles oportunidades y ánimo para que lleguen a ser lo que pueden. Note estos ve rsículos de “autorización” de Pablo:
“Sujetados los unos a los otros en el temor de Dios” (Efesios 5:21)
“Sobrellevad los unos las cargas de los otros; y cumplid así la ley de Cristo” (Gálatas 6:2)
“Así que, sigamos lo que hace a la paz, y a la edificación de los unos a los otros” (Romanos 14:19).
“Por lo cual, consolaos los unos a los otros, y edificaos los unos a los otros, así como lo hacéis” (1 Tesalonisenses 5:11).
Este principio cristiano de “autorización” para las relaciones, significa que ahora no más pensamos en nosotros mismos al montar un subibaja, sino que también queremos que nuestro compañero pueda
disfrutar bien del balanceo. Este principio se aplica en la iglesia y a las relaciones domésticas en el hogar. Todo lo que aprendemos de Cristo sobre las relaciones en la iglesia, debe aplicarse también en
nuestros hogares.
Conclusión
El poder de Dios es grande para salvarnos y cambiarnos. Eric B. Hare en su libro “Las huellas de Fulton en Fiji” (Fulton’s Footprints in Fiji) habla sobre la conversión de Ratu Ambrose. Este jefe cruel había maltratado la vida de muchos de sus súbditos fieles, en cuanto perseguía sus metas. Averiado y lleno de cicatrices un viejo pescador Matui, que había sobrevivido la experiencia tortuosa de ser uno de los
“rieles” humanos – hombres amarrados con sogas y usados como rodillos sobre los cuales Ratu Ambrose lanzaba sus pesadas canoas de guerra.
Los esfuerzos evangélicos del pastor John Fulton trajo tanto a Ratu Ambrose como a Matui a la misma Iglesia Adventista de Séptimo Día. El poder de Dios que transforma corazones y hábitos, fue
demostrado poderosamente cuando los nuevos creyentes celebraron su primera Santa Cena y el servicio de lavamiento de pies. Ratu Ambrose rápidamente tomó la toalla y la palangana y se arrodilló
ante Matui para lavar sus pies. El encorvado y viejo pescador al principio resistió. “no es correcto que me lave mis pies; usted es un alto jefe” dijo. Cuando Ratu Ambrose fue a lavar los pies de su antiguo
servidor, con lágrimas en sus ojos y en su corazón respondió, “solamente hay un jefe aquí en esta noche, ese jefe es Jesús” (Flowers, 1992, pp. 85, 86).
Hay un jefe en todos nuestros cuartos – Jesús. Que su espíritu de autorización fluya en nue stras vidas, para que aprendamos lo que significa amar, servir y ejercitar nuestro poder e influencia en nuestras
relaciones por caminos que demuestren no un “poder por encima” sino un “p oder por debajo”.
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