Karen y Ron Flowers - Familiares para Ahora y la Eterni-dad
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Karen y Ron Flowers - Familiares para Ahora y la Eterni-dad
Karen y Ron Flowers - Familiares para Ahora y la Eternidad
Un libro que hemos leído recientemente evalúa la cultura contemporánea y las oportunidades inusuales que se están abriendo dentro de la cultura para compartir el mensaje cristiano del evangelio. El autor señala que en una sociedad altamente movible donde la vida de la familia tradicional ha dejado de funcionar, las relaciones son productos básicos apreciados, que para ellos es difícil de conseguirlos y mantenerlos. Él concluye diciendo que la “edad postmoderna es una edad desconocida con un anhelo de relación” (Harry Lee Poe). Para aquellos vinculados en ministerios relacionales con un mensaje evangélico para compartir, como el de nosotros en los Ministerios de la Familia, estas palabras caen a nuestros oídos con un impacto igual a las palabras de Jesús, “Alzad vuestros ojos, y mirad las regiones, porque ya están blancas para la siega” (Juan 4:35).
En un mundo hambriento por relaciones, las familias cristianas están en una posición es-tratégica para satisfacer sus necesidades emergentes. El mensaje evangélico que tenemos para compartir, con frecuencia se presenta en las Escrituras en términos relacionales: un Dios personal, cuya esencia específica es el amor y le preocupa su conexión con los seres humanos. Él nos ha restaurado por su propio acto en Jesucristo, el cual fue excluido debido al fracaso de nuestro compromiso de relación con Él. Dios mantiene su invitación a nosotros para estar en comunión con Él y con aquellos quienes lo conocen en su comunidad de redimidos. (1 Juan 4:8, 16; Juan 3:16; 2 Corintios 5:18). Donde se encuentren los discípulos de Jesús, las palabras en sus corazones y en sus labios serán las mismas: “Lo que hemos visto y oído, eso os anuncia-mos, para que también vosotros tengáis comunión con nosotros; y nuestra comunión verdade-ramente es con el Padre, y con su Hijo Jesucristo” (1Juan 1:3).
Entonces hay un mensaje, una proclamación que los cristianos tienen que decir al mundo. Sin embargo, la difusión del evangelio, especialmente sus aspectos de relación se logra en parte por la proclamación, pero quizás aún más, por la ejemplificación, es decir por ofrecer ejemplos, al modelar y asesorar. El énfasis bíblico de “seguir” e “imitar” indica que comunicar el evangelio con el ejemplo, también es una forma importante que el mensaje de Cristo es compartido. En el Libro de Hebreos encontramos la petición, “Acordaos de vuestros pastores, que os hablaron la palabra de Dios; la fe de los cuales imitad…” (Hebreos 13:7). Pablo insta a sus seguidores, “Por tanto os ruego que me imitéis” (1 Cor. 4:16). Con la proclamación, la fe brota en el corazón a través del oír. “Luego la fe es por el oír, y el oír por la palabra de Dios” (Rom. 10:17). Con la ejemplificación, la fe es impulsada en el corazón a través del ver. “Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras obras buenas, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos” (Mateo 5:16). Ya que las personas tienden a ser como quienes ellas ven, nuestra tarea no es solamente “decir al mundo” sino también “mostrar al mundo. “Sed, pues, imitadores de Dios como hijos amados” (Efesios 5:1).
Por supuesto. Alguna combinación tanto de proclamación y ejemplificación está siempre involucrada en la formación de los discípulos. Las personas que encontraron a Jesús, se sujeta-ron a Él y llegaron a ser nuevos creyentes al modelar a los antiguos creyentes como los recién llegados observan la forma de vida y escuchan las oraciones, testimonios personales y ense-ñanza de los seguidores de Jesús. Este modelo relacional se aplica particularmente a ambientes como el hogar, donde la imitación es común. Los hijos imitan a sus padres, los hermanos se imitan unos a otros, y las parejas casadas con frecuencia ejercen una influencia profunda sobre otras. A través de su fiel ejemplo de vida en Él, las parejas y las familias pueden dar testimonio cristiano a sus familiares no creyentes, así como también a las parejas y familias en la comuni-dad que los rodea.
Todos los ejemplos humanos de fe son deficientes por supuesto, pero la noción de imita-ción es un llamado para que las personas sigan a los creyentes que siguen a Cristo. La idea es que las personas se conecten con Jesús y su pueblo, cuando vean la vida cristiana vivida por otros humanos falibles como ellos son. El Espíritu Santo actúa dentro del contexto de la conexión – la relación – que los creyentes tienen con los demás para atraer a los incrédulos a creer. “La influencia social” escrita por Elena de White, “es una fuerza maravillosa. Si queremos, podemos valernos de ella para ayudar a los que nos rodean” (Ministerio de Curación, p. 273).
Jesús ama a las personas. Cuando Él caminó en la tierra entre nosotros, las Escrituras informan que no siempre podía formar relaciones con ellos como quería, pero su primera incli-nación era intentar hacerlo. En esto Él nos da un ejemplo y un incentivo. Él dijo: “Por tanto id, y doctrinad a todos los Gentiles” (Mateo 28:19). “Que os améis unos a otros, como yo os he ama-do, que también os améis los unos a los otros. En esto conocerán todos que sois mis discípu-los, si tuviereis amor los unos hacia los otros” (Juan 13:34, 35). Él nos está llamando a amar, a ir, a formar relaciones, ha hacer discípulos. Pablo dijo, “¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo creerán a aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique? (Romanos 10:14).
Un libro que hemos leído recientemente evalúa la cultura contemporánea y las oportunidades inusuales que se están abriendo dentro de la cultura para compartir el mensaje cristiano del evangelio. El autor señala que en una sociedad altamente movible donde la vida de la familia tradicional ha dejado de funcionar, las relaciones son productos básicos apreciados, que para ellos es difícil de conseguirlos y mantenerlos. Él concluye diciendo que la “edad postmoderna es una edad desconocida con un anhelo de relación” (Harry Lee Poe). Para aquellos vinculados en ministerios relacionales con un mensaje evangélico para compartir, como el de nosotros en los Ministerios de la Familia, estas palabras caen a nuestros oídos con un impacto igual a las palabras de Jesús, “Alzad vuestros ojos, y mirad las regiones, porque ya están blancas para la siega” (Juan 4:35).
En un mundo hambriento por relaciones, las familias cristianas están en una posición es-tratégica para satisfacer sus necesidades emergentes. El mensaje evangélico que tenemos para compartir, con frecuencia se presenta en las Escrituras en términos relacionales: un Dios personal, cuya esencia específica es el amor y le preocupa su conexión con los seres humanos. Él nos ha restaurado por su propio acto en Jesucristo, el cual fue excluido debido al fracaso de nuestro compromiso de relación con Él. Dios mantiene su invitación a nosotros para estar en comunión con Él y con aquellos quienes lo conocen en su comunidad de redimidos. (1 Juan 4:8, 16; Juan 3:16; 2 Corintios 5:18). Donde se encuentren los discípulos de Jesús, las palabras en sus corazones y en sus labios serán las mismas: “Lo que hemos visto y oído, eso os anuncia-mos, para que también vosotros tengáis comunión con nosotros; y nuestra comunión verdade-ramente es con el Padre, y con su Hijo Jesucristo” (1Juan 1:3).
Entonces hay un mensaje, una proclamación que los cristianos tienen que decir al mundo. Sin embargo, la difusión del evangelio, especialmente sus aspectos de relación se logra en parte por la proclamación, pero quizás aún más, por la ejemplificación, es decir por ofrecer ejemplos, al modelar y asesorar. El énfasis bíblico de “seguir” e “imitar” indica que comunicar el evangelio con el ejemplo, también es una forma importante que el mensaje de Cristo es compartido. En el Libro de Hebreos encontramos la petición, “Acordaos de vuestros pastores, que os hablaron la palabra de Dios; la fe de los cuales imitad…” (Hebreos 13:7). Pablo insta a sus seguidores, “Por tanto os ruego que me imitéis” (1 Cor. 4:16). Con la proclamación, la fe brota en el corazón a través del oír. “Luego la fe es por el oír, y el oír por la palabra de Dios” (Rom. 10:17). Con la ejemplificación, la fe es impulsada en el corazón a través del ver. “Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras obras buenas, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos” (Mateo 5:16). Ya que las personas tienden a ser como quienes ellas ven, nuestra tarea no es solamente “decir al mundo” sino también “mostrar al mundo. “Sed, pues, imitadores de Dios como hijos amados” (Efesios 5:1).
Por supuesto. Alguna combinación tanto de proclamación y ejemplificación está siempre involucrada en la formación de los discípulos. Las personas que encontraron a Jesús, se sujeta-ron a Él y llegaron a ser nuevos creyentes al modelar a los antiguos creyentes como los recién llegados observan la forma de vida y escuchan las oraciones, testimonios personales y ense-ñanza de los seguidores de Jesús. Este modelo relacional se aplica particularmente a ambientes como el hogar, donde la imitación es común. Los hijos imitan a sus padres, los hermanos se imitan unos a otros, y las parejas casadas con frecuencia ejercen una influencia profunda sobre otras. A través de su fiel ejemplo de vida en Él, las parejas y las familias pueden dar testimonio cristiano a sus familiares no creyentes, así como también a las parejas y familias en la comuni-dad que los rodea.
Todos los ejemplos humanos de fe son deficientes por supuesto, pero la noción de imita-ción es un llamado para que las personas sigan a los creyentes que siguen a Cristo. La idea es que las personas se conecten con Jesús y su pueblo, cuando vean la vida cristiana vivida por otros humanos falibles como ellos son. El Espíritu Santo actúa dentro del contexto de la conexión – la relación – que los creyentes tienen con los demás para atraer a los incrédulos a creer. “La influencia social” escrita por Elena de White, “es una fuerza maravillosa. Si queremos, podemos valernos de ella para ayudar a los que nos rodean” (Ministerio de Curación, p. 273).
Jesús ama a las personas. Cuando Él caminó en la tierra entre nosotros, las Escrituras informan que no siempre podía formar relaciones con ellos como quería, pero su primera incli-nación era intentar hacerlo. En esto Él nos da un ejemplo y un incentivo. Él dijo: “Por tanto id, y doctrinad a todos los Gentiles” (Mateo 28:19). “Que os améis unos a otros, como yo os he ama-do, que también os améis los unos a los otros. En esto conocerán todos que sois mis discípu-los, si tuviereis amor los unos hacia los otros” (Juan 13:34, 35). Él nos está llamando a amar, a ir, a formar relaciones, ha hacer discípulos. Pablo dijo, “¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo creerán a aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique? (Romanos 10:14).
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