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Thomas A. Davis - La Conciencia Super Escrupulosa.-Una Pequeña Piedra Afilada

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Thomas A. Davis - La Conciencia Super Escrupulosa.-Una Pequeña Piedra Afilada  Empty Thomas A. Davis - La Conciencia Super Escrupulosa.-Una Pequeña Piedra Afilada

Mensaje  PREDICADOR Dom Mar 25, 2012 6:47 pm

Thomas A. Davis - La Conciencia Super Escrupulosa.-Una Pequeña Piedra Afilada

Podemos ser reacios a admitirlo, pero ninguno de nosotros es completamente equilibrado en el sentido de que somos totalmente libres de peculiaridades de pensamiento, actitud o acción. Solamente ha existido una única persona equilibrada: Jesucristo.
Algunas de las peculiaridades en las personas pueden ser meramente excentricidades inconse-cuentes. Pero entonces ellos deben estar con aflicciones compulsionales de la conciencia.
El Dr. Samuel Johnson, el brillante autor lexicográfico del siglo XVIII, el cual es recordado hoy en día debido a su biografía escrita por James Boswell, fue un ejemplo de este último tipo de personas. Una de sus obsesiones era tocar cada poste de madera o cada estaca de cada cerca por la cual él pasaba en el camino desde su casa hasta la taberna donde se reunía con sus amigos. Si él creía que se había sal-tado algún poste o alguna estaca, tenía que volver a la casa y comenzar todo nuevamente.
Un psiquiatra amigo me contó de una mujer que tenía que hacer su cama 80 veces todos los días, antes que pudiese satisfacer su angustiada conciencia, de que estaba todo como a ella le gustaba (a la conciencia) también me contó de un estudiante que solamente podía usar un único camino entre el co-legio y su casa. En un esfuerzo para ayudarlo a quebrar la compulsión, el presidente del colegio lo llevó por otro camino una tarde. Pero el estudiante estaba tan esclavizado a esa obsesión que tuvo que volver al colegio cerca de la media noche y efectuar su “propio” recorrido de vuelta a casa.
Algunas de estas compulsiones indudablemente son neuróticas, y por lo tanto están fuera del al-cance de este análisis. El tipo que yo estoy considerando es el más común, con los escrúpulos menos traumáticos (la palabra deriva del Latín scrupulus, cuyo significado, acertada y sugestivamente, es “una pequeña piedra afilada”), que persigue a muchos cristianos. Por ejemplo, una persona puede tener un lapso inconsecuente al hablar, en el comportamiento, o aun en alguna actitud, pero que su conciencia lo va a volver un miserable. Esto es ilustrado por la mujer que, cuando se le preguntó la hora, contestó que eran las doce y veinte minutos. Después ella se sintió culpable, porque realmente eran apenas las doce y 17 minutos. Su conciencia la perturbó a no descansar hasta que entró en contacto con la persona que le preguntó la hora y le hubiese explicado su “error”.
La conciencia de cierto hombre lo condenó como un transgresor del Sábado, porque una semana él se olvidó de lavar su auto el día antes del Sábado, como era su costumbre. Y muchas esposas andan día tras día bajo la insistencia de una voz interior que les exige perfección.
Aun cuando uno no tenga ese tipo de conciencia como he estado describiéndolas aquí, que más o menos un poco anormales nos guían o nos hostilizan, la voz interior a veces puede acusar a una persona en relación a algún pecado, aun después que éste ha sido confesado y que todo ha sido arreglado.
Existen aquellos que van a Dios con profunda sinceridad de corazón y, con un espíritu realmente contrito, piden perdón por sus pecados. Bajo estas circunstancias ciertamente debieran aceptar el perdón que les pertenece. “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y para limpiarnos de toda injusticia” (1 Juan 1:9). Pero algunos no consiguen aferrase a esta promesa, porque sus conciencias continúan perturbándolos, tal como lo hacía antes que los confesaran. Y por lo tanto ellos continúan en una autocondenación, viviendo bajo una nube de hechura propia. Se sienten condenados por los pecados que, tanto cuanto le concierne a Dios, no existen más. Y aun cuando son llevados a ver y a entender que no existe ningún fundamento para sus temores, pueden muy luego estar nuevamente siendo perseguidos por las mismas ansiedades.
En su libro Verdadera Espiritualidad (Wheaton: Tyndale House Publishers, 1971) Francis A. Schaeffer nos cuenta que él pinta su conciencia como “un gran perro negro con enormes patas que saltan por encima mío y que tratan de cubrirme con barro y de devorarme. Pero a medida que ésta mi con-ciencia salta sobre mi, después de haber cometido un pecado específico en relación a la obra terminada de Cristo, entonces tengo que darme vuelta hacia mi conciencia y decirle, en efecto, ‘¡Cálmate! ¡En-mudece!’. Tengo que creer en Dios y estar quieto, en mi práctica y experiencia”. Página 104.
Existe un texto en la primera epístola de Juan, que ofrece un gran conforto y seguridad a uno que esté preocupado con este tipo de conciencia: “Porque si nuestro corazón nos condena, Dios es mayor que nuestro corazón, y conoce todas cosas” (1 Juan 3:20).
El contexto de esta declaración no es fácil de entender, pero yo acepto la explicación de M. R. Vincent del contexto y del propio texto. En una nota crítica a respecto de 1 Juan 3:19-22, en su Estudio de la Palabra en el Nuevo Testamento, Vincent cita algunos versos que preceden al verso 20, aparente-mente dando su propia traducción: “Todo aquel que habita en Él (Jesús) no peca. Todo aquel que peca ni siquiera lo ha visto ni le conoce (verso 6). Aquel que comete pecado es del diablo (verso 8). Aquel que es nacido de Dios no comete pecado (verso 9). Página 552.
No está dentro del alcance de este libro el explorar el significado de estos textos, ni tampoco es necesario para poder apreciar las observaciones de Vincent: “No es difícil concebir el efecto de tales declaraciones sobre una conciencia sensible... En el conocimiento de la enfermedad, con el recuerdo del error, bajo la presión y el golpeteo de la tentación diaria, ¿es extraño que el corazón nos acuse? Página 552-553.
Es en ese marco referencial, de acuerdo a Vincent, que Juan hace la declaración del verso 20. Vincent continua: “El corazón (de los cristianos) algunas veces condenan injustamente o indebidamen-te. La conciencia a veces está enferma y mórbidamente rigurosa, y el corazón está afligido con las acu-saciones que son como imaginaciones y que son dolorosas... Si la autoacusación es mórbida e infunda-da, una cosa extraña de una fantasía religiosa enfermiza, en vez de un veredicto verdadero de una con-ciencia sana, el testimonio complejo y confuso de nuestro ignorante corazón se resuelve en un testimo-nio simple de amor. Soy un hijo de Dios. En la mano de mi Padre no encontraré ningún aliciente para continuar pecando, sino que un perdón para mi pecado; tónicos para mi mórbida condición; tomando en cuenta mi enfermedad. Solamente mediante aquella sabiduría perfecta será el error debidamente pesa-do; solamente por aquel perfecto amor será perdonado; solamente por aquella perfecta fuerza será el alma energizada para renovar la lucha de toda una vida contra el pecado”. Páginas 553-555.
De tal manera que la persona que es perseguida por una conciencia super escrupulosa, habiendo ido a Dios en oración y a Su Palabra, sin encontrar ninguna base racional de condenación, puede afe-rrarse de estas palabras: “Porque si nuestro corazón nos condena, Dios es mayor que nuestro corazón, y conoce todas las cosas”.


Última edición por PREDICADOR el Dom Mar 25, 2012 6:57 pm, editado 1 vez
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Thomas A. Davis - La Conciencia Super Escrupulosa.-Una Pequeña Piedra Afilada  Empty Re: Thomas A. Davis - La Conciencia Super Escrupulosa.-Una Pequeña Piedra Afilada

Mensaje  PREDICADOR Dom Mar 25, 2012 6:47 pm

Existe un área donde lo que puede parecer super escrupuloso no lo es de ninguna manera. Déjeme ilustrarlo:
Durante el transcurso de su estudio de la Biblia, el señor A descubre una enseñanza en las Escri-turas, que antes no poseía. Su conciencia comienza a decirle que tiene que aceptar y seguir esta ense-ñanza, de tal manera que él le obedece a la conciencia. Pero cuando comienza a analizar la materia con otros, su familia, sus amigos, sus compañeros de trabajo, encuentra que ninguno de ellos concuerda con ella. Algunos son amables y tolerantes en su desacuerdo; otros van más lejos y lo ridiculizan. Pero de una u otra manera, todos expresan la opinión de que él está yendo muy lejos con su religión, que está siendo super escrupuloso en su práctica.
Una situación así puede ser bien difícil. El señor A será tentado a preguntarse a sí mismo: ¿Es po-sible que todas estas personas estén erradas y que solamente yo esté en lo correcto? Tal vez me estoy volviendo super escrupuloso.
Es bueno recordar que la mayoría casi siempre está errada. Pero ese no es el criterio correcto. Lo que el señor A tiene que hacer, es volver a su Biblia y estudiar nuevamente la materia cuidadosamente y con mucha oración, no permitiendo que él mismo sea influenciado por la presión traída por otros. En-tonces, habiendo evaluado la evidencia, debe seguirla y en conciencia, sin tomar en consideración lo que los demás puedan decir. Hacer esto no es ser super escrupuloso.
Algunas veces, los problemas de conciencia, que tocan la moralidad, parecieran provenir gran-demente de una actitud de legalismo. Heb. 9:9 nos dice que la práctica antiguamente prescrita de pre-sentar “ofrendas y sacrificios... que no pueden hacer perfecto a aquel que hizo el servicio, en cuanto a la conciencia”; esto es, los sacrificios como tales no pueden darle al adorador la seguridad que sus pecados fueron limpiados.
Esto no quiere decir que los sacrificios eran ineficaces. Tenían la intención de enseñar lecciones vitales a un pueblo que necesitaba instrucciones simples pero vivas, en relación al perdón de los peca-dos. Pero a menos que el adorador israelita pudiese mirar por la fe más alto que el sistema sacrificial, a Aquel que estaba tipificando, la carga de la culpa permanecería con él.
De la misma manera, el cristiano super escrupuloso puede efectuar muchísimos actos de adoración o de obediencia, que son requeridos por Dios, y sin embargo no experimentar ningún sentimiento de paz o de perdón. A menos que él pueda efectuarlos con amor y gratitud que fluya de su corazón, como resultado de un completo compromiso con Cristo, él está actuando bajo lo que él siente que es su obligación. La paz y el descanso no se encuentran de esa manera.
El apóstol Pablo, escribiéndole a Timoteo, en su segunda epístola al joven ministro, declara que “Dios no nos ha dado el espíritu de temor; sino el de poder, y del amor, y de una mente sana” (2 Tim. 1:7). El término “mente sana” es una traducción de la palabra Griega que se refiere a una facultad de la mente que refrena las riendas de las pasiones, deseos y debilidades. Es una cualidad que salvaguarda del fanatismo y de las prácticas erráticas.
Son apropiadas al texto los siguientes comentarios: “El amor que Cristo difunde a través de todo el ser es un poder vitalizador. Cada parte vital, el cerebro, el corazón, los nervios, los toca con sanidad... Libera el alma de la culpa y de la pena, de la ansiedad y del cuidado, que agotan las fuerzas de la vida. Con él viene la serenidad y la compostura. Implanta en el alma una alegría que nada terreno puede destruir, alegría en el Espíritu Santo, sanidad y alegría de vida”. Ministerio de Curación:115.
El cristiano que está aproblemado con una conciencia super escrupulosa, puede por la fe aferrarse de las palabras de la Biblia amplificada en esta cita, y depender de Dios para descansar de sus compul-siones.
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