Foro Cristiano Sermones y Predicaciones Cristianas
Bienvenido, para acceder a materiales solo registrate, no es necesario que crees temas , respetamos cualquier enfoque teologico esto, para motivar el estudio biblico personal, por favor lee brecemente las reglas de este sitio

Unirse al foro, es rápido y fácil

Foro Cristiano Sermones y Predicaciones Cristianas
Bienvenido, para acceder a materiales solo registrate, no es necesario que crees temas , respetamos cualquier enfoque teologico esto, para motivar el estudio biblico personal, por favor lee brecemente las reglas de este sitio
Foro Cristiano Sermones y Predicaciones Cristianas
¿Quieres reaccionar a este mensaje? Regístrate en el foro con unos pocos clics o inicia sesión para continuar.

Thomas A. Davis - ¡Escuche!

Ir abajo

Thomas A. Davis - ¡Escuche! Empty Thomas A. Davis - ¡Escuche!

Mensaje  PREDICADOR Dom Mar 25, 2012 4:43 pm

Thomas A. Davis - ¡Escuche!

Uno a uno los hombres entraron en la sala de espera de la gran compañía marítima, hasta que, como a las nueve, había más de una docena ahí. Eran telegrafistas que estaban respondiendo a un aviso puesto en el diario, el cual anunciaba que la compañía tenía una vacante para telegrafista; las entrevistas comenzarían a las nueve horas esa misma mañana.
A medida que cada hombre iba entrando, él escuchaba el tableteo de un telégrafo que estaba fun-cionando sobre una mesa cercana a la puerta de una oficina que estaba más al interior (Esto era en los años en que la mayor parte de las comunicaciones por radio y por cable eran hechas en el código Morse). Él escuchaba por un momento, descubría que las señales no tenían ningún significado, y entonces las ignoraba. Muy luego, todos estaban tratando de estar confortables.
A las nuevo y veinte minutos algunos comenzaron a ponerse impacientes. Se habían pasado veinte minutos desde que las entrevistas debieran haber comenzado, y nadie había aparecido para hablar con ellos. El interruptor del telégrafo continuaba tableteando sin ningún significado.
Se pasaron otros cinco minutos. Repentinamente uno de los hombres se levantó de su silla y llamó a la puerta de la oficina donde estaba saliendo el ruido del telégrafo. Sorprendidos y un poco molestos, los demás lo vieron entrar, y se preguntaron entre ellos qué es lo que estaría pasando.
Un par de minutos después, un oficial de la compañía salió, miró a los hombres que allí estaban sentados, y les dijo: “lo siento, señores, pero el trabajo de telegrafista que teníamos, ya ha sido ocupa-do”.
Hubo un momento de silencio. Entonces algunos preguntaron indignados: “¿Qué quiere usted de-cir con que la vacante ha sido ocupada? Nadie ni siquiera nos ha entrevistado”.
El hombre sonrió. “Cuando ustedes entraron, percibieron que este interruptor estaba enviando se-ñales. Ustedes pensaron que no tenían ningún significado y no le prestaron más atención. Pero un par de minutos atrás, yo telegrafié lo siguiente: el primer hombre que entre en mi oficina será escogido para ocupar el cargo de telegrafista. Solamente uno de ustedes captó el mensaje. Él es nuestro nuevo telegra-fista”.
Muchos de nosotros somos como esos telegrafistas, en el sentido de que nuestras conciencias nos envían ciertos mensajes a los cuales les prestamos muy poca o ninguna atención. A diferencia de las señales que envían los interruptores del telégrafo, los mensajes enviados por nuestras conciencias no son sin significados. Pero hemos sido condicionados, o nos hemos autocondicionados, a sintonizar de tal manera los mensajes, que hemos dejado de percibir su importancia, su urgencia.
Esto es fácil de hacer, como lo expresa la Sra. de Stael: “La voz de la conciencia es tan delicada que es muy fácil sofocarla”. Pero su observación posterior también es verdadera, esto es, que a medida que le hacemos caso a la conciencia, “es... sumamente claro que no podemos perderla”.
A veces se pone en estado de alerta para captar las señales de la conciencia, así como también se puso en alerta con el afortunado telegrafista, que captó la señal que lo hizo ganar el empleo. Esto es es-pecialmente verdadero para alguien que no haya estado escuchándola – y obedeciéndola – fiel y habi-tualmente.
Algunas explicaciones son necesarias en esta etapa, porque todos saben que él o ella atienden a la conciencia. Todos los días la conciencia hace demandas que son obedecidas. ¿Pero recibimos todas las señales importantes que la conciencia quiere que recibamos si escuchamos tan atentamente como sea posible, o si somos tan sensibles como debiéramos?
Aquí hay un punto importante. Pocos de nosotros poseemos conciencias tan sensibles, y alertas en todas las áreas, como debiera ser. Nuestras conciencias están entorpecidas en diversos grados al ser habitualmente ignoradas en algunas áreas, por violación deliberada, por haber sido educadas en forma errada, o porque la importancia vital de la conciencia no es comprendida. Para muchos de nosotros, la conciencia necesita ser sensibilizada, hecha más alerta.
El 22 de Septiembre de 1975, el ex Presidente Gerald Ford estaba visitando San Francisco. Cuan-do estaba para entrar en su auto que estaba afuera del Hotel San Francisco, una mujer de la muchedum-bre, Sarah Jane Moore, sacó un revolver, lo apuntó hacia el Presidente, y apretó el gatillo. El tiro fue desviado por un ex marinero, Oliver Sipple, que estaba bien cerca.
Sipple había combatido en Vietnam. Una revista que publicó su fotografía, dijo de él que “él aprendió a buscar las pequeñas señales de los movimientos de las tropas del enemigo mientras estaba en el perímetro de Khe Sahn, una lección de alerta que puede haber pagado sus dividendos” en su acción de proteger al Presidente.
Nosotros también debemos estar alertas a las pequeñas señales en el perímetro de la conciencia, que nos dicen que ella está tratando de comunicarse con nosotros, y no como si fuese un enemigo. El percibir aquellos débiles mensajes de la conciencia, puede significar más para nosotros personalmente que lo que significó para el Presidente Ford, el hecho de que Oliver Sipple, en la calle de San Francisco, le salvase la vida.
La conciencia es un órgano variable. En algunos asuntos nos hace saber, en términos indudables, que no la estamos siguiendo. En otras oportunidades, su voz es tan amortiguada, que no la escuchamos en forma clara. Pero el escuchar los susurros de la conciencia, es tan importante como atender a sus más imperativos gritos. De hecho, puede ser más importante. Porque, extraño como pueda parecerle a primera vista, es posible que el susurro de la conciencia nos esté advirtiendo de un peligro mayor que de aquel que viene a través de un grito. Algunas veces las advertencias susurradas son violadas en una forma más completa que si se nos hubiese advertido a gritos. Pero el hecho de ignorar persistentemente o de desobedecer ha atenuado la voz hasta que se ha convertido en un débil susurro. Y puede llegar el día cuando aun el susurro no se escuche más. El acto prohibido es realizado en silencio; el silencio, tal vez, de la muerte espiritual.
Comparemos la conciencia con una consola de luces y bocinas dentro de un vehículo espacial. Cada par de luces y de bocinas está conectado a un equipo principal en el vehículo, de tal manera que puede generar una alarma si el componente llega a fallar. Ahora, supongamos una situación que real-mente puede llega a suceder en la vida común. Imagine que un componente importante comienza a fa-llar, de tal manera que debilita al circuito que lo conecta a la luz y a la bocina. Cuando el problema se desarrolla, la luz y la bocina entran en operación, pero a un nivel tan bajo, que el hombre en la cabina del cohete, para ver la luz y para escuchar la bocina, tiene que concentrarse mucho. Si él no consigue percibir esos señales de alarma a tiempo, para tomar alguna decisión, entonces la situación puede ter-minar en una tragedia.
De forma similar, el débil susurro de la conciencia puede estar relacionado con un área vital de la vida, la cual necesita de una atención y concentración inmediata. La señal es débil, porque de alguna manera, hemos estado dañando o negligenciando el equipo. Si el área relacionada no recibe atención, el susurro gradualmente se extinguirá por completo. Excepto que suceda algún milagro, el resultado será una tragedia.
Cuando habitualmente se le da a la conciencia la atención que ella merece, nosotros reconocemos más rápidamente lo que está tratando de decirnos. Nos puede alertar de áreas peligrosas más eficiente-mente. La podemos consultar constantemente, y estaremos menos confundidos en relación a lo que te-nemos que hacer. Se nos volverá un amigo y un consejero muy querido, y no será un enemigo. (Alguien dijo, “La conciencia nos alerta como un amigo antes que nos castigue como juez).
Una buena conciencia nos ayuda a andar en camino correcto y nos guarda de hacer cosas que no son sabias, o que a veces pueden ser cosas trágicas. Una conciencia constantemente consultada, que se le hace caso fielmente, es una conciencia sana y clara. Y una conciencia clara nos asegura un largo ca-mino de felicidad.
Además, siendo constantemente consultada, se le puede hacer caso inmediatamente cuando nos envía alguna señal de alarma o de comando. Este punto no puede ser enfatizado tanto como debiera. El escuchar a la conciencia es ser victorioso en nuestra experiencia cristiana. Argumentar con la conciencia, es abrirle el camino a Satanás para que presente sus astutas plausibilidades, y para que el yo aplique sus presiones. Darle a estas presiones una oportunidad, es, muy a menudo, rendirse a ellas. No le demos una oportunidad ni a Satanás ni al yo.
Dios requiere de nosotros que obedezcamos a la voz de la conciencia, la cual es la voz del deber, cuando todas las demás voces alrededor nos están impeliendo a que tomemos otro camino. Requiere una atención cuidadosa para que podamos distinguir la voz que viene de Dios. Debemos resistir y ven-cer la inclinación, y obedecer la voz de la conciencia sin argumentar o comprometernos, porque hay una gran posibilidad de que sus llamados vengan a desaparecer, y que el yo y los impulsos vengan a controlarnos.
Nadie desprecia la aprobación de la conciencia. Es una bendición que trae la más dulce felicidad y sentido de bienestar. Pero, a pesar de todo esto, muchos prescinden de la bendición debido a que el precio de la conciencia es mayor que el que ellos están dispuestos a pagar, y porque es riguroso en ver que sus requerimientos han sido alcanzados. La conciencia no puede ser engañada; ella lee los motivos de la obediencia, y también reconoce los hechos en sí mismos.
La conciencia debe ser atendida en todas las áreas de la vida en la cual está envuelta todo el día. Sería bueno, si la conciencia, la memoria y la razón se consultasen mutuamente al final de cada día, para descubrir si todas las cosas fueron hechas de la manera en que debían ser hechas. Retrospectivamente, debieran señalar algunas áreas que debieran haber sido dirigidas de otra manera, y que pueden requerir alguna corrección en la forma más rápida.
¡Escuche su conciencia!
PREDICADOR
PREDICADOR
Editor del Sitio
Editor del Sitio

Mensajes : 626
Reputación : 0
Fecha de inscripción : 21/02/2012
Edad : 52
Localización : Colombia

https://sermonescristianos.forosactivos.net

Volver arriba Ir abajo

Volver arriba

- Temas similares

 
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.