Thomas A. Davis - La Conciencia y la Biblia.-Un Principio Orientador Para La Conciencia
Foro Cristiano Sermones y Predicaciones Cristianas :: Predicadores Cristianos :: Predicaciones de Thomas A. Davis
Página 1 de 1.
Thomas A. Davis - La Conciencia y la Biblia.-Un Principio Orientador Para La Conciencia
Thomas A. Davis - La Conciencia y la Biblia.-Un Principio Orientador Para La Conciencia
Vivimos en un día malo para la conciencia. Por naturaleza la conciencia busca los absolutos morales; su función está basada en fundamentos. Busca lo correcto o lo errado categórico, en vez de buscar las áreas grises que hay entre ambos valores. Tiene tendencia a sentirse infeliz con los tonos de grises. Le gusta decidirse por cosas invariables y operar desde ellas como una base permanente. Ella ejecuta a partir de hábitos y no está dispuesta a cambiar rápidamente.
Pero hoy, para muchas personas, no existen las categorías morales. Para ellos, todas las cosas vienen en diferentes tonos de grises. En su opinión si una acción es correcta o incorrecta, depende de las circunstancias. La conveniencia es la regla flexible de conducta que muchos siguen, cualquiera que parezca ser la acción más ventajosa u oportuna, es la que hay que tomar en ese momento. Las éticas tradicionales y la moralidad no son consultadas. Así, no se le da a la conciencia ningún principio orien-tador, o ni siquiera ninguna orientación, por la cual tendría que navegar. La situación de un determinado momento puede ser abandonada con la siguiente situación, porque no lleva en la dirección que a uno le gustaría ir. Cuán diferente ha sido en algunos grandes momentos de la historia.
El punto culminante de la Reforma del siglo XVI, fue cuando Martín Lutero permaneció en la presencia de la asamblea más augusta del imperio de Carlos V y declaró firmemente, “a menos... que sea convencido por el testimonio de las Escrituras o por un claro razonamiento... y a menos que (por esta) mi conciencia (que) está ligada a través de la palabra de Dios, no puedo y no me retractaré, porque no es seguro que un cristiano hable contra su conciencia. Aquí permanezco, no puedo hacer nada más; que Dios me ayude. Amén”.
Con estas palabras familiares, Lutero mantuvo la supremacía de la conciencia, dirigida por la Bi-blia, sobre toda otra autoridad. Así confirmó la última supremacía de las Escrituras. ¡Cuán desespera-damente necesita el mundo otra afirmación semejante!
La Biblia expresa específicamente la ley moral universal, analizada en el capítulo anterior, en lo que se refiere al hombre y a sus necesidades particulares. Nos da un principio orientador para la con-ciencia.
Algunos pueden desafiar la posición de que la Biblia tiene que ser el principio orientador para la conciencia. Ellos pueden tener otras proposiciones.
Este no es el lugar para desarrollar argumentos para nuestra posición. Digamos simplemente que cuando los hombres han, de una manera iluminada, aceptado los principios de la Biblia como una base aun para las leyes civiles, ellos han aprendido que su comunidad es lejos, la mejor.
Pero aun existe un hito más significativo para la autoridad de la Biblia. Es el individuo el que acepta sus principios más profundos que fluyen de una persona viviente, Jesucristo, el cual conoce la redención, el cumplimiento, la felicidad, la transformación, como un poder en el alma. Este es la mejor súplica para la Biblia y sus enseñanzas, como siendo el centro de la vida de una persona, el tutor de su conciencia.
Existe otra razón obligatoria por la cual tenemos que tomar la Biblia como un guía para nuestras conciencias. La Biblia es la Palabra de Dios nuestro Creador, cuyas leyes son supremas en el universo, independientemente de lo que nosotros seres humanos, podamos decir o desear. Y Sus leyes morales para la humanidad, tal como están expresadas en esa Palabra, corresponden a las más altas necesidades de nuestros corazones, mentes y cuerpos. Así, cuando repudiamos, negligenciamos o nos burlamos de esas leyes, estamos yendo en contra de las leyes principales de nuestro propio ser.
Nosotros tenemos una obligación de llevar nuestras conciencias hacia la Biblia, y ver si nuestras vidas y caracteres están de acuerdo con las normas de justicia que ella revela. De esta forma podemos descubrir si tenemos una fe inteligente, y qué clase de conciencia poseemos. No podemos confiar en nuestras conciencias a menos que estén bajo la influencia de la gracia divina. Satanás saca ventaja de las conciencias no iluminadas, y de esta manera nos lleva a toda suerte de engaños.
No debemos quedarnos satisfechos pensando que estamos seguros siguiendo los dictados de la conciencia. La pregunta es: ¿Está la conciencia en armonía con la Palabra de Dios?
Supongamos que descubrimos que la Biblia prohibe alguna práctica que nosotros hemos estado siguiendo, o que prescribe una que no hemos estado siguiendo, pero nuestra conciencia se mantiene en silencio en relación a esa materia. ¿Olvidaremos entonces la cuestión debido a que la conciencia no nos dice nada? No. La conciencia debe darle lugar a la Palabra de Dios. Tiene que ser, en este caso educada con oración e iluminada para guiarnos de acuerdo a la Palabra.
Nuevamente, a veces decimos, “mi conciencia me dice que haga esto”, o “mi conciencia que no debo hacer aquello”. Debemos seguir esos consejos, desde que lo que nos dice la conciencia esté de acuerdo con la autoridad mayor que es la Palabra de Dios. De otra manera, la conciencia, no la Biblia, sería nuestra autoridad final.
Pablo tomó un punto de vista objetivo de su conciencia; en una ocasión él escribió, “porque no tengo nada en mi conciencia, pero eso no significa que estoy tranquilo. Mi juez es el Señor”. (1 Cor. 4:4 NEB). En su próxima carta a los corintios él declara, “todos debemos aparecer ante el tribunal de Cristo” (2 Cor. 5:10), no ante el tribunal de la conciencia. La conciencia, entonces, no puede ser el árbi-tro final. Santiago nos informa que debemos ser juzgados por la “ley de la libertad” (Santiago 2:12)., la cual, él lo deja bien claro, son los Diez Mandamientos (versos 10-11).
La excusa dada tan a menudo en situaciones de evaluación moral, “no creo que haya nada malo en eso”, puede ser una declaración completamente irrelevante. Al tener que tomar decisiones morales o sentimientos, nuestras opiniones, no pueden ser nuestros factores decisivos. Tenemos que aceptar la evaluación bíblica. Nosotros no somos los que tenemos que decir lo que está correcto o lo que está errado. ¡Eso le corresponde a Dios, en Su Palabra!
Esto nos lleva a la siguiente conclusión que debemos evaluar las costumbres, las normas, las mo-das, de nuestra sociedad en términos de las normas de Dios, y entrenar nuestra conciencia de acuerdo a ellas. Y constantemente tenemos que estar efectuando estas evaluaciones, porque los caminos de la so-ciedad están cambiando constantemente.
Esto nos lleva aun a otro punto: nuestra atención es ocasionalmente atraída a “nuevas” ideas o di-ferentes entendimientos de la Biblia, los cuales pueden no concordar con nuestras creencias mantenidas durante tanto tiempo. Muchos de nosotros somos lo suficientemente conservadores como para ponernos nerviosos cuando tenemos que cambiar nuestros pensamientos teológicos, o de cambiar nuestras opiniones. Un nuevo concepto puede exigir un estilo de vida diferente. De tal manera, que muy a me-nudo dejamos que nuestras inclinaciones decidan por nosotros.
En situaciones tales como estas, la conciencia sugiere calmamente, “¿debieras meterte en eso? ¿No debieras ver lo que la Biblia dice al respecto?”.
Es sabio escuchar la conciencia. La verdad nunca sufre debido a la investigación. Y la conciencia no es fortalecida cuando no se investiga.
Pero hoy, para muchas personas, no existen las categorías morales. Para ellos, todas las cosas vienen en diferentes tonos de grises. En su opinión si una acción es correcta o incorrecta, depende de las circunstancias. La conveniencia es la regla flexible de conducta que muchos siguen, cualquiera que parezca ser la acción más ventajosa u oportuna, es la que hay que tomar en ese momento. Las éticas tradicionales y la moralidad no son consultadas. Así, no se le da a la conciencia ningún principio orien-tador, o ni siquiera ninguna orientación, por la cual tendría que navegar. La situación de un determinado momento puede ser abandonada con la siguiente situación, porque no lleva en la dirección que a uno le gustaría ir. Cuán diferente ha sido en algunos grandes momentos de la historia.
El punto culminante de la Reforma del siglo XVI, fue cuando Martín Lutero permaneció en la presencia de la asamblea más augusta del imperio de Carlos V y declaró firmemente, “a menos... que sea convencido por el testimonio de las Escrituras o por un claro razonamiento... y a menos que (por esta) mi conciencia (que) está ligada a través de la palabra de Dios, no puedo y no me retractaré, porque no es seguro que un cristiano hable contra su conciencia. Aquí permanezco, no puedo hacer nada más; que Dios me ayude. Amén”.
Con estas palabras familiares, Lutero mantuvo la supremacía de la conciencia, dirigida por la Bi-blia, sobre toda otra autoridad. Así confirmó la última supremacía de las Escrituras. ¡Cuán desespera-damente necesita el mundo otra afirmación semejante!
La Biblia expresa específicamente la ley moral universal, analizada en el capítulo anterior, en lo que se refiere al hombre y a sus necesidades particulares. Nos da un principio orientador para la con-ciencia.
Algunos pueden desafiar la posición de que la Biblia tiene que ser el principio orientador para la conciencia. Ellos pueden tener otras proposiciones.
Este no es el lugar para desarrollar argumentos para nuestra posición. Digamos simplemente que cuando los hombres han, de una manera iluminada, aceptado los principios de la Biblia como una base aun para las leyes civiles, ellos han aprendido que su comunidad es lejos, la mejor.
Pero aun existe un hito más significativo para la autoridad de la Biblia. Es el individuo el que acepta sus principios más profundos que fluyen de una persona viviente, Jesucristo, el cual conoce la redención, el cumplimiento, la felicidad, la transformación, como un poder en el alma. Este es la mejor súplica para la Biblia y sus enseñanzas, como siendo el centro de la vida de una persona, el tutor de su conciencia.
Existe otra razón obligatoria por la cual tenemos que tomar la Biblia como un guía para nuestras conciencias. La Biblia es la Palabra de Dios nuestro Creador, cuyas leyes son supremas en el universo, independientemente de lo que nosotros seres humanos, podamos decir o desear. Y Sus leyes morales para la humanidad, tal como están expresadas en esa Palabra, corresponden a las más altas necesidades de nuestros corazones, mentes y cuerpos. Así, cuando repudiamos, negligenciamos o nos burlamos de esas leyes, estamos yendo en contra de las leyes principales de nuestro propio ser.
Nosotros tenemos una obligación de llevar nuestras conciencias hacia la Biblia, y ver si nuestras vidas y caracteres están de acuerdo con las normas de justicia que ella revela. De esta forma podemos descubrir si tenemos una fe inteligente, y qué clase de conciencia poseemos. No podemos confiar en nuestras conciencias a menos que estén bajo la influencia de la gracia divina. Satanás saca ventaja de las conciencias no iluminadas, y de esta manera nos lleva a toda suerte de engaños.
No debemos quedarnos satisfechos pensando que estamos seguros siguiendo los dictados de la conciencia. La pregunta es: ¿Está la conciencia en armonía con la Palabra de Dios?
Supongamos que descubrimos que la Biblia prohibe alguna práctica que nosotros hemos estado siguiendo, o que prescribe una que no hemos estado siguiendo, pero nuestra conciencia se mantiene en silencio en relación a esa materia. ¿Olvidaremos entonces la cuestión debido a que la conciencia no nos dice nada? No. La conciencia debe darle lugar a la Palabra de Dios. Tiene que ser, en este caso educada con oración e iluminada para guiarnos de acuerdo a la Palabra.
Nuevamente, a veces decimos, “mi conciencia me dice que haga esto”, o “mi conciencia que no debo hacer aquello”. Debemos seguir esos consejos, desde que lo que nos dice la conciencia esté de acuerdo con la autoridad mayor que es la Palabra de Dios. De otra manera, la conciencia, no la Biblia, sería nuestra autoridad final.
Pablo tomó un punto de vista objetivo de su conciencia; en una ocasión él escribió, “porque no tengo nada en mi conciencia, pero eso no significa que estoy tranquilo. Mi juez es el Señor”. (1 Cor. 4:4 NEB). En su próxima carta a los corintios él declara, “todos debemos aparecer ante el tribunal de Cristo” (2 Cor. 5:10), no ante el tribunal de la conciencia. La conciencia, entonces, no puede ser el árbi-tro final. Santiago nos informa que debemos ser juzgados por la “ley de la libertad” (Santiago 2:12)., la cual, él lo deja bien claro, son los Diez Mandamientos (versos 10-11).
La excusa dada tan a menudo en situaciones de evaluación moral, “no creo que haya nada malo en eso”, puede ser una declaración completamente irrelevante. Al tener que tomar decisiones morales o sentimientos, nuestras opiniones, no pueden ser nuestros factores decisivos. Tenemos que aceptar la evaluación bíblica. Nosotros no somos los que tenemos que decir lo que está correcto o lo que está errado. ¡Eso le corresponde a Dios, en Su Palabra!
Esto nos lleva a la siguiente conclusión que debemos evaluar las costumbres, las normas, las mo-das, de nuestra sociedad en términos de las normas de Dios, y entrenar nuestra conciencia de acuerdo a ellas. Y constantemente tenemos que estar efectuando estas evaluaciones, porque los caminos de la so-ciedad están cambiando constantemente.
Esto nos lleva aun a otro punto: nuestra atención es ocasionalmente atraída a “nuevas” ideas o di-ferentes entendimientos de la Biblia, los cuales pueden no concordar con nuestras creencias mantenidas durante tanto tiempo. Muchos de nosotros somos lo suficientemente conservadores como para ponernos nerviosos cuando tenemos que cambiar nuestros pensamientos teológicos, o de cambiar nuestras opiniones. Un nuevo concepto puede exigir un estilo de vida diferente. De tal manera, que muy a me-nudo dejamos que nuestras inclinaciones decidan por nosotros.
En situaciones tales como estas, la conciencia sugiere calmamente, “¿debieras meterte en eso? ¿No debieras ver lo que la Biblia dice al respecto?”.
Es sabio escuchar la conciencia. La verdad nunca sufre debido a la investigación. Y la conciencia no es fortalecida cuando no se investiga.
Re: Thomas A. Davis - La Conciencia y la Biblia.-Un Principio Orientador Para La Conciencia
Existe aun otro misterioso elemento acerca de la conciencia iluminada y honesta. Parece ser que reconoce la verdad cuando se le advierte acerca de la verdad. Dice, ¡esta es la verdad! ¡Acéptala!
¿O es esto tan misterioso? Porque, después de todo, la voz de la conciencia es la voz de Dios, a través de la cual Dios nos habla por medio de la conciencia.
A esta altura debiéramos unir un par de ideas que son importantes en nuestro entendimiento de la naturaleza de la conciencia. Acabamos de decir que la voz de la conciencia es la voz de Dios. Al co-mienzo de este capítulo observamos que “la conciencia busca morales absolutos; su función está basada en fundamentos”; le gusta decidirse por y operar desde fundamentos.
A. H. Strong hizo esta observación: “La conciencia es uniforme e infalible, en el sentido de que siempre decide correctamente de acuerdo a la ley que se le da. Las decisiones de los hombres varían, debido solamente a que el razonamiento moral le ha presentado a la conciencia normas diferentes por las cuales tiene que juzgar”. Teología Sistemática (Philadelphia: The Judson Press, 1907), página 500. (Para no complicar la situación, se asume que una persona será honesta al tomar sus decisiones).
El pensamiento de Strong ha sido colocado de otra manera, “la educación corrige, no la concien-cia, sino el material con el cual tiene que trabajar la conciencia”.
Así, si la conciencia es completamente educada en el sentido de que lo malo es bueno, entonces ella insistirá que lo malo es bueno, o hasta que sea reeducada. Esto nos remonta a una declaración que citamos en otro lugar: “Existe un vicio que no ha sido considerado una virtud, y existe una virtud que ha sido marcada como vicio”.
A esta altura, volvamos a aquel antiguo señor del cual hablamos en un capítulo anterior. Usted se acordará que él observó el domingo casi durante setenta años, y entonces se cambió para el Sábado bíblico, pero aun guardó ambos días durante un año.
Alguien podría decir, “si, él pudo abandonar el domingo a esa altura porque él tuvo éxito en de-sensibilizar su conciencia. Su punto de vista no ilustra nada más que eso”.
Nosotros concordaríamos, excepto por una cosa: él educó su conciencia de acuerdo con la Biblia, la cual indica que el séptimo día es el Sábado (Exo. 20:8-11).
Consideremos al apóstol Pablo nuevamente. En Hechos 26, Pablo describe cómo él fue conven-cido que tenía que oponerse a las enseñanzas y a los seguidores de Jesús. Como resultado, él fue un ins-trumento de feroz persecución para los cristianos, hasta la muerte, “aun hasta en ciudades extranjeras” (versos 9-11, RSV).
Pero si él había perseguido tan violentamente, ¿cómo es que pudo decir ante el Sanedrín en otra ocasión, después que se hizo cristiano, “hermanos, he vivido ante Dios en toda buena conciencia hasta este día” Hechos 23:1, RSV)? La respuesta tiene que ser que él había estado siguiendo una conciencia que él había condicionado a aceptar el reclamo de que los cristianos estaban errados, una conciencia que por lo tanto le decía que lo que estaba haciendo estaba bien hecho.
De la misma manera podemos entender la profecía de Cristo a Sus discípulos de que “viene el tiempo, en que cualquiera que os mate pensará que lo hace a servicio de Dios” (Juan 16:2).
Vemos, entonces, la apremiante necesidad de poseer una conciencia iluminada y dirigida por la Biblia. Porque solamente así la conciencia es la voz de Dios en el alma, la cual a menudo ha sido dis-torsionada, mal dirigida, debilitada por el pecado. Puede ser realmente alineada y controlada solamente en relación a la Biblia.
Surge entonces la pregunta: ¿Cómo es que uno lo hace para corregir la conciencia de tal manera que esté en armonía con la Biblia?
Existe una aproximación que puede ser hecha para tener éxito, en cierto grado, en nivelar la con-ciencia con la Biblia. Aceptando que la Biblia es el Libro de Dios y que por lo tanto que sus enseñanzas y requerimientos son verdaderos, y hemos descubierto que realmente lo son, determinar seguirlos, y co-locar nuestra voluntad para sacarlos adelante. A través del proceso de la acción y de la educación, a tiempo, la conciencia aceptará esto como correcto. Y nosotros podremos tener cierto éxito con la obe-diencia. Pablo lo hizo así. En Fil. 3:5 él declara que una vez, en relación “a la justificación bajo la ley era irreprochable” (RSV). Así él pudo decir que había vivido con una conciencia sin problemas, durante toda su vida.
Pero esto es legalismo, como lo acabó aprendiendo Pablo. Él descubrió que mientras estaba con una buena conciencia, él estaba exteriormente de acuerdo con los requerimientos de Dios, pero en su corazón él aun era un pecador. Entonces en Rom. 7:7 él nos cuenta de cómo vino el tiempo cuando en-tendió que, con todo su conocimiento, él aun era un pecador. Él se volvió consciente de la naturaleza espiritual de la ley de Dios, y que ella requería obediencia “en el ser interior”, tal como lo puso el sal-mista (Salmo 51:6 RSV). Entonces él reconoció que estaba manifestando obediencia apenas exterior-mente, y que “ningún ser humano puede ser justificado a la vista de Dios por haber guardado la ley: la ley solo trae el conocimiento del pecado” (Rom. 3:20 NEB).
La conciencia puede ser genuinamente nivelada con la Palabra de Dios solamente si se le permite al Espíritu Santo operar profundamente en la vida. La corrección que nosotros necesitamos, envuelve la percepción y la internalización de la verdad, de tal manera que pueda ser experimentada solamente si el Espíritu permite que así sea. Vemos, que acompañando al la conciencia “natural” hay una especie de insensibilidad espiritual que solamente puede ser cambiada por el Espíritu, el cual ilumina la mente y aplica la verdad. “La misericordia de Dios es tan abundante, y su amor por nosotros es tan grande, que mientras estábamos espiritualmente muertos en nuestra desobediencia, Él nos trajo a la vida con Cristo” (Efe. 2:4-5, TEV).
Cuando el Espíritu comienza a trabajar en la vida “las inclinaciones naturales son suavizadas y subyugadas. Nuevos pensamientos, nuevos sentimientos, nuevos motivos, son implantados. Una nueva norma de carácter es colocada, la vida de Cristo. La mente es cambiada; las facultades son levantadas hacia la acción en nuevas líneas... La conciencia es despertada. Nosotros somos dotados con rasgos de carácter que nos capacitan a hacer el servicio de Dios”. PVGM:71. Itálicos suplidos
¿O es esto tan misterioso? Porque, después de todo, la voz de la conciencia es la voz de Dios, a través de la cual Dios nos habla por medio de la conciencia.
A esta altura debiéramos unir un par de ideas que son importantes en nuestro entendimiento de la naturaleza de la conciencia. Acabamos de decir que la voz de la conciencia es la voz de Dios. Al co-mienzo de este capítulo observamos que “la conciencia busca morales absolutos; su función está basada en fundamentos”; le gusta decidirse por y operar desde fundamentos.
A. H. Strong hizo esta observación: “La conciencia es uniforme e infalible, en el sentido de que siempre decide correctamente de acuerdo a la ley que se le da. Las decisiones de los hombres varían, debido solamente a que el razonamiento moral le ha presentado a la conciencia normas diferentes por las cuales tiene que juzgar”. Teología Sistemática (Philadelphia: The Judson Press, 1907), página 500. (Para no complicar la situación, se asume que una persona será honesta al tomar sus decisiones).
El pensamiento de Strong ha sido colocado de otra manera, “la educación corrige, no la concien-cia, sino el material con el cual tiene que trabajar la conciencia”.
Así, si la conciencia es completamente educada en el sentido de que lo malo es bueno, entonces ella insistirá que lo malo es bueno, o hasta que sea reeducada. Esto nos remonta a una declaración que citamos en otro lugar: “Existe un vicio que no ha sido considerado una virtud, y existe una virtud que ha sido marcada como vicio”.
A esta altura, volvamos a aquel antiguo señor del cual hablamos en un capítulo anterior. Usted se acordará que él observó el domingo casi durante setenta años, y entonces se cambió para el Sábado bíblico, pero aun guardó ambos días durante un año.
Alguien podría decir, “si, él pudo abandonar el domingo a esa altura porque él tuvo éxito en de-sensibilizar su conciencia. Su punto de vista no ilustra nada más que eso”.
Nosotros concordaríamos, excepto por una cosa: él educó su conciencia de acuerdo con la Biblia, la cual indica que el séptimo día es el Sábado (Exo. 20:8-11).
Consideremos al apóstol Pablo nuevamente. En Hechos 26, Pablo describe cómo él fue conven-cido que tenía que oponerse a las enseñanzas y a los seguidores de Jesús. Como resultado, él fue un ins-trumento de feroz persecución para los cristianos, hasta la muerte, “aun hasta en ciudades extranjeras” (versos 9-11, RSV).
Pero si él había perseguido tan violentamente, ¿cómo es que pudo decir ante el Sanedrín en otra ocasión, después que se hizo cristiano, “hermanos, he vivido ante Dios en toda buena conciencia hasta este día” Hechos 23:1, RSV)? La respuesta tiene que ser que él había estado siguiendo una conciencia que él había condicionado a aceptar el reclamo de que los cristianos estaban errados, una conciencia que por lo tanto le decía que lo que estaba haciendo estaba bien hecho.
De la misma manera podemos entender la profecía de Cristo a Sus discípulos de que “viene el tiempo, en que cualquiera que os mate pensará que lo hace a servicio de Dios” (Juan 16:2).
Vemos, entonces, la apremiante necesidad de poseer una conciencia iluminada y dirigida por la Biblia. Porque solamente así la conciencia es la voz de Dios en el alma, la cual a menudo ha sido dis-torsionada, mal dirigida, debilitada por el pecado. Puede ser realmente alineada y controlada solamente en relación a la Biblia.
Surge entonces la pregunta: ¿Cómo es que uno lo hace para corregir la conciencia de tal manera que esté en armonía con la Biblia?
Existe una aproximación que puede ser hecha para tener éxito, en cierto grado, en nivelar la con-ciencia con la Biblia. Aceptando que la Biblia es el Libro de Dios y que por lo tanto que sus enseñanzas y requerimientos son verdaderos, y hemos descubierto que realmente lo son, determinar seguirlos, y co-locar nuestra voluntad para sacarlos adelante. A través del proceso de la acción y de la educación, a tiempo, la conciencia aceptará esto como correcto. Y nosotros podremos tener cierto éxito con la obe-diencia. Pablo lo hizo así. En Fil. 3:5 él declara que una vez, en relación “a la justificación bajo la ley era irreprochable” (RSV). Así él pudo decir que había vivido con una conciencia sin problemas, durante toda su vida.
Pero esto es legalismo, como lo acabó aprendiendo Pablo. Él descubrió que mientras estaba con una buena conciencia, él estaba exteriormente de acuerdo con los requerimientos de Dios, pero en su corazón él aun era un pecador. Entonces en Rom. 7:7 él nos cuenta de cómo vino el tiempo cuando en-tendió que, con todo su conocimiento, él aun era un pecador. Él se volvió consciente de la naturaleza espiritual de la ley de Dios, y que ella requería obediencia “en el ser interior”, tal como lo puso el sal-mista (Salmo 51:6 RSV). Entonces él reconoció que estaba manifestando obediencia apenas exterior-mente, y que “ningún ser humano puede ser justificado a la vista de Dios por haber guardado la ley: la ley solo trae el conocimiento del pecado” (Rom. 3:20 NEB).
La conciencia puede ser genuinamente nivelada con la Palabra de Dios solamente si se le permite al Espíritu Santo operar profundamente en la vida. La corrección que nosotros necesitamos, envuelve la percepción y la internalización de la verdad, de tal manera que pueda ser experimentada solamente si el Espíritu permite que así sea. Vemos, que acompañando al la conciencia “natural” hay una especie de insensibilidad espiritual que solamente puede ser cambiada por el Espíritu, el cual ilumina la mente y aplica la verdad. “La misericordia de Dios es tan abundante, y su amor por nosotros es tan grande, que mientras estábamos espiritualmente muertos en nuestra desobediencia, Él nos trajo a la vida con Cristo” (Efe. 2:4-5, TEV).
Cuando el Espíritu comienza a trabajar en la vida “las inclinaciones naturales son suavizadas y subyugadas. Nuevos pensamientos, nuevos sentimientos, nuevos motivos, son implantados. Una nueva norma de carácter es colocada, la vida de Cristo. La mente es cambiada; las facultades son levantadas hacia la acción en nuevas líneas... La conciencia es despertada. Nosotros somos dotados con rasgos de carácter que nos capacitan a hacer el servicio de Dios”. PVGM:71. Itálicos suplidos
Temas similares
» Thomas A. Davis - ¡Escuche!
» Thomas A. Davis - ¿Qué Es La Conciencia? La Voz de Dios en el Alma
» Thomas A. Davis - Violando la Conciencia.-¿Transgresiones Insignificantes?
» Thomas A. Davis - La Conciencia y la Culpa.-El Gusano Que Consume
» Thomas A. Davis - Conciencia y Justificación.-“Silencio En El Alma”
» Thomas A. Davis - ¿Qué Es La Conciencia? La Voz de Dios en el Alma
» Thomas A. Davis - Violando la Conciencia.-¿Transgresiones Insignificantes?
» Thomas A. Davis - La Conciencia y la Culpa.-El Gusano Que Consume
» Thomas A. Davis - Conciencia y Justificación.-“Silencio En El Alma”
Foro Cristiano Sermones y Predicaciones Cristianas :: Predicadores Cristianos :: Predicaciones de Thomas A. Davis
Página 1 de 1.
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.