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Thomas A. Davis - Ajustando la Conciencia.-La Conciencia y la Ley Moral del Universo

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Thomas A. Davis - Ajustando la Conciencia.-La Conciencia y la Ley Moral del Universo Empty Thomas A. Davis - Ajustando la Conciencia.-La Conciencia y la Ley Moral del Universo

Mensaje  PREDICADOR Dom Mar 25, 2012 6:38 pm

Thomas A. Davis - Ajustando la Conciencia.-La Conciencia y la Ley Moral del Universo

El universo ha sido hecha subordinada, primero a la ley moral y solo en forma secundaria a las leyes físicas. En otras palabras, desde el punto de vista de Dios, debiera ser un imperativo conflicto moral y físico, el imperativo moral debiera ser honrado antes que el físico. Lo físico ha sido hecho para servir a lo moral, aun cuando nosotros no siempre veamos o entendamos esta relación. Esta es la creencia de los cristianos.
En el comienzo el Creador hizo la conciencia del hombre precisamente de acuerdo con el gran re-loj moral del universo, el cual proviene del carácter perfecto del Creador. Pero entonces vino el pecado y deformó la conciencia del hombre sacándola de su ajuste inicial. La conciencia se volvió defectuosa, y el hombre ha tenido problemas con ella desde entonces. Ahora, aun cuando sea reajustada de acuerdo al reloj maestro, puede ser fácil y rápidamente desviada.
Pocos de nosotros poseen relojes que indiquen la hora exactamente. Algunos de nuestros relojes se adelantan y otros se atrasan. Entonces, no es sabio, determinar el tiempo de una manera incuestiona-ble, día tras día, de acuerdo a nuestros relojes, porque estos pueden estar errados. La cosa sabia que hay que hacer es verificarlos periódicamente comparándolos con un reloj maestro.
Similarmente, nuestras conciencias no son completamente confiables. Tienen que ser comparadas con la gran ley moral de Dios y tienen que ser ajustadas de acuerdo con ella. Tal como declaró el obispo Charles Gore, “el primer deber del hombre es, no seguir su conciencia, sino que iluminar su conciencia”.
Esta cita puede sonarle a algunos lectores como si fuese contradictoria con algo que dijimos antes. Por ejemplo, el mensaje de nuestro primer capítulo decía “¡Escuche!”, atienda y obedézcale a la conciencia.
La contradicción es apenas aparente. La iluminación de la conciencia viene primero en términos de importancia, antes que en términos de tiempo. Tenemos que escuchar y obedecer a la conciencia, aunque no sea madura y no esté adecuadamente educada. Nunca debemos violar la conciencia. Pero debemos educarla todo el tiempo. La madurez cristiana envuelve una conciencia madura, así como una razón, un entendimiento, motivos y sentimientos maduros, y otros aspectos de la personalidad.
Así, una conciencia madura, puede exigirme de aquí a un año algo que no me lo exige ahora. O puede no exigirme algo de aquí a un año, pero que me lo está exigiendo ahora. En cualquier circunstan-cia, yo debo obedecerle hoy.
Este reajustamiento de la conciencia es ilustrado por el señor ya de edad, quien por más de setenta años, había creído que el domingo era el Sábado bíblico. Entonces él descubrió que el verdadero Sábado es el séptimo día. Entonces comenzó a guardar ambos días, porque su conciencia había sido educada a observar estrictamente el domingo y él no podía obligarse a transgredir eso.
Un domingo, aproximadamente un año después que él comenzase a guardar ambos días, alguien se le acercó y le preguntó por qué estaba trabajando en el jardín, cuando era domingo. Su respuesta fue de que su conciencia ahora había sido correctamente educada, de tal manera que ya no le dolía el hecho de trabajar en domingo.
Esta observación del obispo Gore nos dice correctamente que nosotros tenemos una obligación en relación con nuestra conciencia: continuar educándola, en el camino correcto.
Desde nuestra niñez, la ramita de la conciencia, aun cuando tal vez haya sido correctamente edu-cada en algunos aspectos, ha sido incorrectamente inclinada en otros aspectos. Esto puede haber ocu-rrido debido a ignorancia, negligencia u otras causas. Puede haber sido hecho por nuestros padres, por nuestros hermanos y hermanas, o por nuestros amigos, por muchas personas. Y puede haber sido ayu-dado por las circunstancias, por malos entendidos, o como resultado de rebeliones, aun cuando éramos niños pequeños.
Muchas de las cosas en las cuales creemos, es lo que hemos aceptado bajo la autoridad de otro. No tenemos el tiempo suficiente o las facilidades necesarias para verificarlo todo. De tal manera que el deseo de creer es una cualidad que debemos poseer si es que queremos aprender algo. Y esta es una cualidad que muchos niños poseen en abundancia al comienzo. Ellos creen que todo lo que un adulto les dice está correcto.
Pero, infelizmente, nuestro mundo está lleno de “hechos” que no son así, de medios hechos, de ficciones y falsedades que nos son vendidas como si fuesen hechos. Aun cuando muchos de nosotros las aceptemos como poseyendo autoridad sin efectuar ningún cuestionamiento. Y las pasamos delante de una generación a la siguiente.
Esto es suficientemente infeliz tanto en el mundo de la ciencia, como de la economía y de la polí-tica. Puede ser trágico en el ámbito de la religión y de la moralidad.
Considerando este dilema, William Barclay comentó: “No es necesario que todo hombre conozca los hechos de la ciencia y de la física y de la astronomía; él puede vivir muy bien sin conocerlos, y no necesita llegar a ninguna conclusión personal acerca de ellos. Todo ese conocimiento es lo que llamamos conocimiento seccional; es la preocupación apenas de ciertas personas y de ciertas secciones de la comunidad. Pero la preocupación de todo individuo tiene que ser el relacionamiento con Dios a través de Jesucristo. No es algo que él pueda aceptar bajo la autoridad de otra persona; él tiene que descubrirlo y experimentarlo por sí mismo. Nunca es algo externo a él. Es una preocupación humana universal; y, siendo universal, tiene que estar sujeta al propio conocimiento, experiencia y juicio del hombre. Esto es algo que ningún hombre puede aceptar apenas porque se lo dijeron y donde él tiene que decidir por sí mismo, por la simple razón de que no existe salvación a través de un conocimiento secundario de Dios”. “El Hombre Simple Mira a los Apóstoles”, Creed (Londres: Wm. Collins & Son, Ltd., 1967), página 18-19.
Las observaciones de Barclay hechas a respecto de Jesús en este pasaje se aplican igualmente a la conciencia.
Comprensiblemente, pero asustadoramente, el mal ha tomado una gran ventaja del hecho de que nosotros tenemos que colocar una gran cantidad de fe en los “hechos” que recibimos. Él ha plantado una gran cantidad de falsedades como si fuesen verdades, ha mezclado falsedades con verdades, y ha persuadido a muchos de que ciertas verdades en realidad son errores. Y, de acuerdo con las leyes de nuestras mentes, nuestras conciencias aceptan estas enseñanzas, las integran en el esquema de lo co-rrecto y errado, y nos mandan a que las sigamos.
Hemos visto que la conciencia no será aceptada como el criterio final de nuestros destinos en el juicio final. Mientras Dios ha tolerado ciertos tipos de ignorancia (Hechos 17:30), seremos mantenidos como responsables por lo que pudiéramos haber sabido, y debiéramos haber sabido, pero que no lo buscamos. Un hombre dirigiendo a 80 Km/h en una zona donde se permite andar apenas a 40 Km/h, bien podría pleitear con el carabinero de que él no conocía la ley, pero eso no lo salvará de ser multado. Él es responsable por mirar las señales del transito.
En el contexto de nuestro análisis, seremos hechos responsables por educar o reeducar la con-ciencia de acuerdo con la ley moral de Dios.
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