Martyn Lloyd Jones - La roca de la Eternidad
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Martyn Lloyd Jones - La roca de la Eternidad
Martyn Lloyd Jones - La roca de la Eternidad
¿A quién tengo yo en los cielos sino a ti? Y fuera de ti nada deseo en la tierra. Mi carne y mi corazón desfallecen; Mas la roca de mi corazón y mi porción, es Dios para siempre.
En estas palabras el salmista describe un nuevo paso hacia adelante en el proceso de recuperación de la enfermedad espiritual que estaba sufriendo. Lo hemos estado siguiendo paso a paso, y ahora llega a esta próxima etapa, esta nueva declaración, la que sin duda alguna, es la posición final, la más alta de todas. Aquí, en vista de todas sus experiencias, no puede hacer más que entregarse a la adoración a Dios. Esto es lo que expresa en estos dos versículos. 'V A quién tengo yo en los cielos sino a ti. Y fuera de ti nada deseo en la tierra. Mi carne y mi corazón desfallecen; mas la roca de mi corazón y mi porción es Dios para siempre".
Este próximo paso es casi inevitable, y quisiera enfatizar bien este punto. Una de las cosas más interesantes al seguir a este hombre en su peregrinaje espiritual es notar la forma en que cada paso está ligado al anterior y con el que le sigue. Sugeriría que bien podríamos decir que tenemos aquí la descripción de una experiencia espiritual normal. Hemos notado que si nos quedamos estancados en una de esas etapas nos está ocurriendo algo malo en el sentido espiritual. El detuvo el avance descendente en la primera instancia, y desde aquel momento comenzó a ascender paso a paso y escalón por escalón. Cada movimiento era inevitable porque el conocimiento de cada una de estas situaciones le llevaría directamente a la siguiente. Así que, habiendo conocido todas estas verdades acerca de su bondadoso trato con él, habiendo llegado a entender esta maravillosa doctrina de la gracia en sus diversas manifestaciones, el salmista casi involuntariamente y casi inevitablemente se encuentra alabando a Dios y adorándole en su maravilloso trono de gracia. Esto, repetiría, es el fin del proceso, y es el nivel más alto adonde podemos arribar. En verdad, en estos dos versículos vemos la meta de la salvación. Esto es todo el propósito; es para esto que somos salvos; y el salmista arribó allí.
Me apártate del tema por un momento: con bastante frecuencia se encuentra la tendencia, entre cristianos, de despreciar el Antiguo Testamento. No es que no creen que sea la Palabra de Dios. Lo creen. Pero se contrastan a sí mismos con los santos del Antiguo Testamento. "Estamos en Cristo", dicen, "hemos recibido el Espíritu Santo. Los santos del Antiguo Testamento no sabían esto y por lo tanto son inferiores a nosotros". Si estamos tentados a pensar así, debemos hacemos una simple pregunta: ¿Podemos honestamente usar el lenguaje que usó este hombre en los dos versículos que estamos considerando? ¿Hemos llegado al conocimiento de Dios y a una experiencia de Dios como este hombre llegó? ¿Podemos decir honestamente: "¿A quién tengo yo en los cielos sino a ti? Y fuera de ti nada deseo en la tierra?" ¡Qué parciales que somos! Estos santos del Antiguo Testamento eran hijos de Dios como tú y yo lo somos; y en verdad, si leemos estos Salmos honestamente, nos sentiremos a veces algo avergonzados de nosotros mismos y quizá pensemos que acaso ellos avanzaron más de lo que hemos avanzado nosotros. Cuidémonos de recalcar demasiado la diferencia entre las dos dispensaciones y hacer distinciones que terminan siendo completamente anti-bíblicas.
Así es como el salmista puede hablar de su relación con Dios, y no vacilo en asegurar que todo el propósito del Evangelio del Nuevo Testamento y su salvación es sencillamente mostrarnos esto. Así se prueba toda profesión de cristianismo; esto es todo el propósito de la encarnación y de la obra completa de nuestro bendito Señor y Salvador: el permitirnos hablar de esta manera. Preguntaría nuevamente entonces: ¿Podemos nosotros hablar así? ¿Es esta nuestra experiencia? ¿Conocemos a Dios como este hombre lo conoció? No importa a qué nivel hemos llegado o cuánto podamos decir: nunca deberíamos estar satisfechos hasta llegar a esto. Esta es la meta, éste es el objetivo. Estar satisfechos con algo menos, aunque sea bueno, en un sentido es negar el evangelio en sí, porque el grandioso y majestuoso fin y el objeto de todo el evangelio es traernos, como veremos, a esta particular posición.
Encaremos entonces esta tremenda declaración: "¿A quién tengo yo en los cielos sino a ti? Y fuera de ti nada deseo en la tierra. Mi carne y mi corazón desfallecen; mas la roca de mi corazón y mi porción es Dios para siempre". ¿Qué es lo que quiere decir? ¿Qué está diciendo? Estoy seguro que lo primero que surgió en su mente fue negativo y él estaba haciendo una declaración negativa. Con esta pregunta está diciendo en verdad, que como resultado de su experiencia ha comprendido que nadie en ninguna parte le puede ayudar, y que no hay otro Salvador. "¿Quién es el que me puede ayudar en el cielo o en la tierra sino sólo tú?", pregunta. No hay nadie. Cuando las cosas le fueron mal, cuando realmente llegó a lo último, cuando no sabía dónde ir o a quién recurrir, cuando necesitaba consuelo, solaz, fuerza y seguridad, y algo a qué aferrarse, encontró que no hay nadie aparte de Dios.
Sin embargo la negativa de este hombre es importante para todos nosotros. Verdaderamente doy gracias a Dios por esto, porque me da mucho consuelo. Me imagino que lo que este hombre está diciendo es que a pesar de sus imperfecciones, a pesar de sus fracasos, cuando se encontraba lejos de Dios, casi dándole las espaldas, no encontró satisfacción. En su experiencia, cuando estaba mal con Dios, estaba mal en todo sentido. Había un vacío en su vida, no había satisfacción, ni bendición, ni fuerza alguna —y aunque no podía hacer una declaración positiva acerca de Dios, podía al menos decir que ¡ no había nada ni nadie más! Este es un pensamiento muy consolador. ¿Podemos nosotros usar este negativo, me pregunto? Si tenemos miedo de la prueba positiva, ¿cómo nos encontramos frente a esta prueba negativa? ¿Podemos decir que hemos comprendido todo lo que hay en esta vida y en este mundo? ¿Hemos llegado a ver ya que todo lo que este mundo ofrece es como "cisternas rotas"? ¿Hemos podido comprender realmente cómo es el mundo y sus caminos y toda su supuesta gloria? ¿Hemos llegado al punto on que podamos decir: Esto si sé, no hay nada más que me pueda satisfacer? He probado lo que el mundo puede ofrecer, he experimentado todas esas cosas, he jugado con ellas, y he llegado a esta conclusión: que cuando estoy lejos de Dios, en palabras de Otelo, "el caos ha llegado nuevamente".
Este es un aspecto importante de la experiencia, y muy vital. El que ha estado alejado del Señor sabe exactamente lo que quiero decir. Es una de las formas en que se puede probar mis anteriores observaciones acerca del hermano caído. El caído espiritualmente es una persona que, por su relación con Dios, nunca puede llegar a gozar realmente de otra cosa. Puede procurarlo, pero se siente miserable mientras permanece en esa situación, y él se da cuenta de esto. Así nosotros podemos examinarnos a nosotros mismos. En forma notable tenemos en esta confesión un examen sorprendente de nuestra fe y creencia cristiana. Este es casi siempre el primer paso en nuestra recuperación: llegar a comprender que todo en verdad es diferente, "las cosas viejas pasaron; y he aquí, todas son hechas nuevas". Las cosas del mundo ya no tienen la atracción y el valor que antes parecían tener. Descubrimos que cuando no estamos en una correcta relación con Dios los mismos cimientos de nuestra vida no parecen existir. Podríamos viajar al confín de la tierra procurando encontrar satisfacción sin Dios, pero descubrimos que no la hay.
En estas palabras el salmista describe un nuevo paso hacia adelante en el proceso de recuperación de la enfermedad espiritual que estaba sufriendo. Lo hemos estado siguiendo paso a paso, y ahora llega a esta próxima etapa, esta nueva declaración, la que sin duda alguna, es la posición final, la más alta de todas. Aquí, en vista de todas sus experiencias, no puede hacer más que entregarse a la adoración a Dios. Esto es lo que expresa en estos dos versículos. 'V A quién tengo yo en los cielos sino a ti. Y fuera de ti nada deseo en la tierra. Mi carne y mi corazón desfallecen; mas la roca de mi corazón y mi porción es Dios para siempre".
Este próximo paso es casi inevitable, y quisiera enfatizar bien este punto. Una de las cosas más interesantes al seguir a este hombre en su peregrinaje espiritual es notar la forma en que cada paso está ligado al anterior y con el que le sigue. Sugeriría que bien podríamos decir que tenemos aquí la descripción de una experiencia espiritual normal. Hemos notado que si nos quedamos estancados en una de esas etapas nos está ocurriendo algo malo en el sentido espiritual. El detuvo el avance descendente en la primera instancia, y desde aquel momento comenzó a ascender paso a paso y escalón por escalón. Cada movimiento era inevitable porque el conocimiento de cada una de estas situaciones le llevaría directamente a la siguiente. Así que, habiendo conocido todas estas verdades acerca de su bondadoso trato con él, habiendo llegado a entender esta maravillosa doctrina de la gracia en sus diversas manifestaciones, el salmista casi involuntariamente y casi inevitablemente se encuentra alabando a Dios y adorándole en su maravilloso trono de gracia. Esto, repetiría, es el fin del proceso, y es el nivel más alto adonde podemos arribar. En verdad, en estos dos versículos vemos la meta de la salvación. Esto es todo el propósito; es para esto que somos salvos; y el salmista arribó allí.
Me apártate del tema por un momento: con bastante frecuencia se encuentra la tendencia, entre cristianos, de despreciar el Antiguo Testamento. No es que no creen que sea la Palabra de Dios. Lo creen. Pero se contrastan a sí mismos con los santos del Antiguo Testamento. "Estamos en Cristo", dicen, "hemos recibido el Espíritu Santo. Los santos del Antiguo Testamento no sabían esto y por lo tanto son inferiores a nosotros". Si estamos tentados a pensar así, debemos hacemos una simple pregunta: ¿Podemos honestamente usar el lenguaje que usó este hombre en los dos versículos que estamos considerando? ¿Hemos llegado al conocimiento de Dios y a una experiencia de Dios como este hombre llegó? ¿Podemos decir honestamente: "¿A quién tengo yo en los cielos sino a ti? Y fuera de ti nada deseo en la tierra?" ¡Qué parciales que somos! Estos santos del Antiguo Testamento eran hijos de Dios como tú y yo lo somos; y en verdad, si leemos estos Salmos honestamente, nos sentiremos a veces algo avergonzados de nosotros mismos y quizá pensemos que acaso ellos avanzaron más de lo que hemos avanzado nosotros. Cuidémonos de recalcar demasiado la diferencia entre las dos dispensaciones y hacer distinciones que terminan siendo completamente anti-bíblicas.
Así es como el salmista puede hablar de su relación con Dios, y no vacilo en asegurar que todo el propósito del Evangelio del Nuevo Testamento y su salvación es sencillamente mostrarnos esto. Así se prueba toda profesión de cristianismo; esto es todo el propósito de la encarnación y de la obra completa de nuestro bendito Señor y Salvador: el permitirnos hablar de esta manera. Preguntaría nuevamente entonces: ¿Podemos nosotros hablar así? ¿Es esta nuestra experiencia? ¿Conocemos a Dios como este hombre lo conoció? No importa a qué nivel hemos llegado o cuánto podamos decir: nunca deberíamos estar satisfechos hasta llegar a esto. Esta es la meta, éste es el objetivo. Estar satisfechos con algo menos, aunque sea bueno, en un sentido es negar el evangelio en sí, porque el grandioso y majestuoso fin y el objeto de todo el evangelio es traernos, como veremos, a esta particular posición.
Encaremos entonces esta tremenda declaración: "¿A quién tengo yo en los cielos sino a ti? Y fuera de ti nada deseo en la tierra. Mi carne y mi corazón desfallecen; mas la roca de mi corazón y mi porción es Dios para siempre". ¿Qué es lo que quiere decir? ¿Qué está diciendo? Estoy seguro que lo primero que surgió en su mente fue negativo y él estaba haciendo una declaración negativa. Con esta pregunta está diciendo en verdad, que como resultado de su experiencia ha comprendido que nadie en ninguna parte le puede ayudar, y que no hay otro Salvador. "¿Quién es el que me puede ayudar en el cielo o en la tierra sino sólo tú?", pregunta. No hay nadie. Cuando las cosas le fueron mal, cuando realmente llegó a lo último, cuando no sabía dónde ir o a quién recurrir, cuando necesitaba consuelo, solaz, fuerza y seguridad, y algo a qué aferrarse, encontró que no hay nadie aparte de Dios.
Sin embargo la negativa de este hombre es importante para todos nosotros. Verdaderamente doy gracias a Dios por esto, porque me da mucho consuelo. Me imagino que lo que este hombre está diciendo es que a pesar de sus imperfecciones, a pesar de sus fracasos, cuando se encontraba lejos de Dios, casi dándole las espaldas, no encontró satisfacción. En su experiencia, cuando estaba mal con Dios, estaba mal en todo sentido. Había un vacío en su vida, no había satisfacción, ni bendición, ni fuerza alguna —y aunque no podía hacer una declaración positiva acerca de Dios, podía al menos decir que ¡ no había nada ni nadie más! Este es un pensamiento muy consolador. ¿Podemos nosotros usar este negativo, me pregunto? Si tenemos miedo de la prueba positiva, ¿cómo nos encontramos frente a esta prueba negativa? ¿Podemos decir que hemos comprendido todo lo que hay en esta vida y en este mundo? ¿Hemos llegado a ver ya que todo lo que este mundo ofrece es como "cisternas rotas"? ¿Hemos podido comprender realmente cómo es el mundo y sus caminos y toda su supuesta gloria? ¿Hemos llegado al punto on que podamos decir: Esto si sé, no hay nada más que me pueda satisfacer? He probado lo que el mundo puede ofrecer, he experimentado todas esas cosas, he jugado con ellas, y he llegado a esta conclusión: que cuando estoy lejos de Dios, en palabras de Otelo, "el caos ha llegado nuevamente".
Este es un aspecto importante de la experiencia, y muy vital. El que ha estado alejado del Señor sabe exactamente lo que quiero decir. Es una de las formas en que se puede probar mis anteriores observaciones acerca del hermano caído. El caído espiritualmente es una persona que, por su relación con Dios, nunca puede llegar a gozar realmente de otra cosa. Puede procurarlo, pero se siente miserable mientras permanece en esa situación, y él se da cuenta de esto. Así nosotros podemos examinarnos a nosotros mismos. En forma notable tenemos en esta confesión un examen sorprendente de nuestra fe y creencia cristiana. Este es casi siempre el primer paso en nuestra recuperación: llegar a comprender que todo en verdad es diferente, "las cosas viejas pasaron; y he aquí, todas son hechas nuevas". Las cosas del mundo ya no tienen la atracción y el valor que antes parecían tener. Descubrimos que cuando no estamos en una correcta relación con Dios los mismos cimientos de nuestra vida no parecen existir. Podríamos viajar al confín de la tierra procurando encontrar satisfacción sin Dios, pero descubrimos que no la hay.
Re: Martyn Lloyd Jones - La roca de la Eternidad
Sin embargo, es evidente que no nos podemos quedar aquí con lo negativo. Esta declaración es también positiva. Enfatizaré esto analizando la afirmación positiva del salmista. Está diciendo, en primer lugar, que él desea a Dios mismo, no solamente lo que Dios da, o lo que hace. Esta es una declaración muy importante, por esta razón: La verdadera esencia del problema del salmista, en un sentido, es que él había colocado lo que Dios da, en el lugar que debe ocupar Dios mismo. Esto es lo que estaba detrás de su problema con relación a los impíos. A todos les iba bien; ¿por qué es entonces que él lo estaba pasando mal? ¿Por qué había sido "azotado todo el día?" ¿Por qué piensa: "en vano he limpiado mi corazón y lavado mis manos en inocencia"? ¿Por qué pensó así? El problema es que él estaba más interesado en las cosas que Dios da, que en
Dios mismo, y porque pensaba que no tenía las cosas que él deseaba, comenzó a dudar del amor de Dios. Pero llegó al punto donde honestamente puede decir que desea a Dios mismo por lo que es y no sólo por lo que da y hace. Lo expresaré en forma más enfática. La prueba final del cristiano radica en que sinceramente pueda decir que desea a Dios aun antes que el perdón. Todos deseamos el perdón, y con toda razón; pero esto es uno de los grados más elementales de la experiencia cristiana. La cúspide de la experiencia cristiana es cuando uno pueda decir: "Sí, pero aun más que el perdón, deseo a Dios, Dios mismo". Muchas veces deseamos poder, capacidad y otros dones. Hay un sentido en que es correcto desearlos. Pero si ponemos estas cosas antes que Dios, estamos proclamando nuevamente que somos cristianos muy pobres Como cristianos desearnos bendiciones de varias clases y oramos a Dios por ellas, pero al hacerlo, a veces podemos insultar a Dios, porque damos a entender que no tenemos interés en El sino sólo en el hecho de que El puede darnos esas bendiciones. Deseamos las bendiciones pero no nos detenemos a gozar de su bendita Persona. El salmista experimentó todo esto y llegó a ver que la mayor de todas las bendiciones es justamente conocer a Dios y estar en su presencia.
Hay muchos ejemplos de esto en la Biblia. El Salmo 42: 1 y 2 lo expresa perfectamente: "Como el siervo brama por las corrientes de aguas, así clama por ti. oh Dios, mi alma". Aquí el salmista está clamando por un conocimiento directo de Dios, una inmediata experiencia de Dios. Su alma "clama", "tiene sed de Dios, del Dios vivo". No de Dios como una idea, no de Dios como una causa, o fuente de bendición, sino del Dios vivo en persona. ¿Conocemos esto?
¿Estamos hambrientos y sedientos de El? ¿Anhelan nuestras almas a El? Esto es muy profundo, y es terrible pensar que es posible pasar nuestra vida orando cada día y nunca darnos cuenta que lo supremo en la experiencia cristiana es encontrarnos cara a cara con Dios, adorándole a El en Espíritu y espiritualmente. ¿Nos damos cuenta que estamos relacionados directamente con el Dios vivo? ¿Conocemos su presencia? ¿Es real en nosotros? Lo expresaré en un nivel inferior: ¿Estamos deseando y buscando esto? ¿Estamos insatisfechos hasta tenerlo? ¿Es el mayor deseo de nuestros corazones y nuestra más alta ambición, sobre toda otra bendición y experiencia, saber que estamos ante El y que lo conocemos y nos gozamos en El? Esto es lo que el autor del Salmo 42 desea; esto es lo que el autor del Salmo 73 había llegado a disfrutar.
El Apóstol Pablo dice exactamente esto en Filipenses 3:10. "Si me preguntan", dice Pablo, "cuál es mi mayor deseo, es este: 'conocerle'". Notemos su suprema ambición. No me interpreten mal al exponer esto claramente. Su más alta ambición no fue ser un gran ganador de almas. Fue una de sus ambiciones, y muy buena. No era ni siquiera ser un gran predicador. No; por encima de todo e incluyendo esto, era "conocerlo". Porque como el apóstol nos recuerda en otra parte, si ponemos las otras cosas primero, quizá seamos reprobados, en cierto sentido, aun como predicadores. Pero cuando ponemos el deseo que tuvo Pablo en el centro, no hay peligro. Pablo vio la faz del Cristo vivo, del Cristo resucitado. Sin embargo, aún no está satisfecho y desea este más profundo y más íntimo conocimiento de El, un conocimiento personal, una revelación personal del Señor viviente en el sentido espiritual.
No hay nada más sublime que esto, Fijémonos en el anciano Juan escribiendo su carta de despedida a los cristianos. Su mayor deseo, les dice en 1 Juan 1:4, es "... que vuestro gozo sea cumplido”. ¿Cómo es que se cumple? "... para que también vosotros tengáis comunión con nosotros...", compartiendo con nosotros esta experiencia bendita que gozamos. ¿Y qué es esto? ". Nuestra comunión verdaderamente es con el Padre, y con su Hijo Jesucristo". No significa que solamente estamos involucrados en la obra de Dios. Quiere decir esto por supuesto; pero es el nivel inferior. El nivel más alto es realmente conocer a Dios mismo. ''Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado” (Jn. 17:3). En verdad, tenemos la autoridad de nuestro Señor mismo, y no solamente en la declaración que acabo de mencionar. Cuando uno le preguntó cuál era el más grande mandamiento, dijo: "... .Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente". "... Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo" (Mt. 22:37, 39). Lo primero, lo más importante en la vida, es que conozcamos a Dios y que le amemos con todo nuestro ser. Estar satisfechos con algo menos que esto es no entender el fin, el objeto y el propósito de la salvación cristiana. No nos detengamos en el perdón. No nos detengamos en las experiencias. La meta es conocer a Dios, y nada menos. El salmista puede decir que ahora sólo desea conocer a Dios por lo que El es, y no por lo que da y hace.
Dios mismo, y porque pensaba que no tenía las cosas que él deseaba, comenzó a dudar del amor de Dios. Pero llegó al punto donde honestamente puede decir que desea a Dios mismo por lo que es y no sólo por lo que da y hace. Lo expresaré en forma más enfática. La prueba final del cristiano radica en que sinceramente pueda decir que desea a Dios aun antes que el perdón. Todos deseamos el perdón, y con toda razón; pero esto es uno de los grados más elementales de la experiencia cristiana. La cúspide de la experiencia cristiana es cuando uno pueda decir: "Sí, pero aun más que el perdón, deseo a Dios, Dios mismo". Muchas veces deseamos poder, capacidad y otros dones. Hay un sentido en que es correcto desearlos. Pero si ponemos estas cosas antes que Dios, estamos proclamando nuevamente que somos cristianos muy pobres Como cristianos desearnos bendiciones de varias clases y oramos a Dios por ellas, pero al hacerlo, a veces podemos insultar a Dios, porque damos a entender que no tenemos interés en El sino sólo en el hecho de que El puede darnos esas bendiciones. Deseamos las bendiciones pero no nos detenemos a gozar de su bendita Persona. El salmista experimentó todo esto y llegó a ver que la mayor de todas las bendiciones es justamente conocer a Dios y estar en su presencia.
Hay muchos ejemplos de esto en la Biblia. El Salmo 42: 1 y 2 lo expresa perfectamente: "Como el siervo brama por las corrientes de aguas, así clama por ti. oh Dios, mi alma". Aquí el salmista está clamando por un conocimiento directo de Dios, una inmediata experiencia de Dios. Su alma "clama", "tiene sed de Dios, del Dios vivo". No de Dios como una idea, no de Dios como una causa, o fuente de bendición, sino del Dios vivo en persona. ¿Conocemos esto?
¿Estamos hambrientos y sedientos de El? ¿Anhelan nuestras almas a El? Esto es muy profundo, y es terrible pensar que es posible pasar nuestra vida orando cada día y nunca darnos cuenta que lo supremo en la experiencia cristiana es encontrarnos cara a cara con Dios, adorándole a El en Espíritu y espiritualmente. ¿Nos damos cuenta que estamos relacionados directamente con el Dios vivo? ¿Conocemos su presencia? ¿Es real en nosotros? Lo expresaré en un nivel inferior: ¿Estamos deseando y buscando esto? ¿Estamos insatisfechos hasta tenerlo? ¿Es el mayor deseo de nuestros corazones y nuestra más alta ambición, sobre toda otra bendición y experiencia, saber que estamos ante El y que lo conocemos y nos gozamos en El? Esto es lo que el autor del Salmo 42 desea; esto es lo que el autor del Salmo 73 había llegado a disfrutar.
El Apóstol Pablo dice exactamente esto en Filipenses 3:10. "Si me preguntan", dice Pablo, "cuál es mi mayor deseo, es este: 'conocerle'". Notemos su suprema ambición. No me interpreten mal al exponer esto claramente. Su más alta ambición no fue ser un gran ganador de almas. Fue una de sus ambiciones, y muy buena. No era ni siquiera ser un gran predicador. No; por encima de todo e incluyendo esto, era "conocerlo". Porque como el apóstol nos recuerda en otra parte, si ponemos las otras cosas primero, quizá seamos reprobados, en cierto sentido, aun como predicadores. Pero cuando ponemos el deseo que tuvo Pablo en el centro, no hay peligro. Pablo vio la faz del Cristo vivo, del Cristo resucitado. Sin embargo, aún no está satisfecho y desea este más profundo y más íntimo conocimiento de El, un conocimiento personal, una revelación personal del Señor viviente en el sentido espiritual.
No hay nada más sublime que esto, Fijémonos en el anciano Juan escribiendo su carta de despedida a los cristianos. Su mayor deseo, les dice en 1 Juan 1:4, es "... que vuestro gozo sea cumplido”. ¿Cómo es que se cumple? "... para que también vosotros tengáis comunión con nosotros...", compartiendo con nosotros esta experiencia bendita que gozamos. ¿Y qué es esto? ". Nuestra comunión verdaderamente es con el Padre, y con su Hijo Jesucristo". No significa que solamente estamos involucrados en la obra de Dios. Quiere decir esto por supuesto; pero es el nivel inferior. El nivel más alto es realmente conocer a Dios mismo. ''Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado” (Jn. 17:3). En verdad, tenemos la autoridad de nuestro Señor mismo, y no solamente en la declaración que acabo de mencionar. Cuando uno le preguntó cuál era el más grande mandamiento, dijo: "... .Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente". "... Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo" (Mt. 22:37, 39). Lo primero, lo más importante en la vida, es que conozcamos a Dios y que le amemos con todo nuestro ser. Estar satisfechos con algo menos que esto es no entender el fin, el objeto y el propósito de la salvación cristiana. No nos detengamos en el perdón. No nos detengamos en las experiencias. La meta es conocer a Dios, y nada menos. El salmista puede decir que ahora sólo desea conocer a Dios por lo que El es, y no por lo que da y hace.
Re: Martyn Lloyd Jones - La roca de la Eternidad
Lo expresaré de otra manera. Este hombre no solamente desea a Dios mismo, sino que no desea otra cosa aparte de Dios. Es exclusivo en su deseo y lo detalla. Primero dice que no desea otra cosa en el cielo sino a Dios. ¡Qué declaración! "¿A quién tengo yo en los cielos sino a ti?” Quisiera formular una pregunta, y creo que son estas simples preguntas las que realmente nos dicen toda la verdad acerca de nosotros mismos. ¿Qué es lo que deseamos y esperamos en el cielo? Haré una pregunta que quizá venga antes que ésta: ¿Realmente anhelamos estar en el cielo? Esto no significa ser movidos. Me agrada la forma en que Matthew Henry lo dice: "Nunca se nos ha dicho en las Escrituras que deseemos el cielo". Si una persona desea la muerte es que deseemos el cielo". Si una persona desea la muerte es porque quiere quitarse la vida debido a sus problemas. Esta no es una actitud cristiana sino pagana. El cristiano tiene un deseo positivo del cielo, y por lo tanto pregunto: ¿Deseamos estar en el ciclo? Pero, aun más, qué es lo que deseamos cuando lleguemos al ciclo?, ¿es el descanso?, ¿es el estar libres de nuestras pruebas y tribulaciones?, ¿es la paz del cielo?, ¿es el gozo del cielo? Todas esas cosas se encontrarán allí, ¡gracias a Dios!; pero esto no es lo que debemos buscar en el cielo. Es la faz de Dios que debemos buscar. "Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios”. La visión espléndida, el Summum Bonum es estar en la misma presencia de Dios contemplar y contemplar a Dios. ¿Deseamos esto? ¿Es esto el cielo para nosotros? ¿Es esto lo que deseamos por sobre todas las demás cosas? ¿Es esto lo que codiciamos y deseamos con ansias?
El Apóstol Pablo nos dice que morir "es estar con Cristo". No hay necesidad de agregar nada más a esto. Esta es la razón, creo, por la cual sabemos muy poco en detalle, acerca de la vida en el cielo y en la gloria. Muchos a menudo preguntan por qué no sabemos más acerca de esto. Creo que hay dos respuestas. Una es porque en nuestra situación pecaminosa, cualquier descripción que se nos dé, sería mal interpretada. Es tan glorioso que no lo podemos entender ni comprender. La segunda razón es más importante; a veces el deseo de saber más es sólo una curiosidad ociosa. Les diré lo que es el cielo. Es "estar con Cristo", y si esto no nos satisface, entonces no conocemos a Cristo en absoluto. "¿A quién tengo yo en los cielos sino a ti?", dice el salmista. No quiero otra cosa. "Do tú estás el cielo es". Sólo mirarle es suficiente. "Estar con Cristo" es más que bastante, es todo. "¿A quién tengo yo en los cielos, sino a ti?"
¿Cuánto conocemos de esta experiencia? Hemos tenido experiencias y bendiciones; hay ciertas cosas que ya sabemos, pero esta es la prueba: ¿le conocemos, le deseamos? Nada más que estar con El, conversar con El. ¿Clamamos por El? ¿Tenemos sed del Dios vivo y de la intimidad con el Señor Jesucristo? Esta es la verdadera experiencia cristiana. ¿Cuánto tiempo pasamos con El, orando a El? "¿A quién tengo yo en los cielos sino a ti?”
En la misma forma sigue diciendo: "Fuera de ti nada deseo en la tierra”. Nuevamente notemos por qué el salmista dice esto. Lo dice porque era la misma esencia de su problema anterior. La razón de su problema era que él deseaba ciertas cosas que los otros tenían. "Pues tuve envidia de los arrogantes, viendo la prosperidad de los impíos. Porque no tienen congojas por su muerte, pues su vigor está entero". Y deseaba ser como ellos y tener las cosas que ellos tenían: pero ahora ya no las desea. Ya había comprendido el fin de ellos. Ahora, "fuera de ti nada deseo en la tierra": sólo Dios en el cielo, sólo Dios en la tierra.
Las Escrituras, nuevamente, están llenas de esta enseñanza. Es así como el Señor lo expresa en Lucas 14:26:
"Si alguno viene a mí, y no aborrece a su padre, y madre, y mujer, e hijos, y hermanos, y hermanas, y aun también su propia vida, no puede ser mi discípulo". No nos preocupemos por la palabra "aborrece"; es simplemente una palabra fuerte que significa que una persona que pone a alguien o algo en su vida, antes que a Cristo, no es un verdadero discípulo suyo. Ser un verdadero discípulo de Cristo, significa que Cristo debe estar en el centro, Cristo debe ser Señor de mi vida, Cristo debe estar en el centro de mi ser; significa amarle a El más que a cualquier persona o cosa. "Fuera de ti nada deseo en la tierra". ¿Tiene El, el primer lugar en nuestras vidas? ¿Aun antes que nuestros seres queridos y los más allegados y los más amados? ¿Aun antes que nuestro trabajo, nuestros éxitos, nuestros negocios, que toda otra cosa mientras estamos en esta tierra? El debería ser nuestro supremo deseo. "Para mí el vivir...", ¿es qué? "Es Cristo", dice San Pablo. Es caminar en este mundo con Cristo mismo, tener comunión con El en esta vida. Y porque esto fue realidad en su vida, Pablo podía decir: "he aprendido a contentarme, cualquiera que sea mi situación". ¿Por qué? Otras cosas ya no le controlan. Es Cristo, y es sólo Cristo a quien desea. Si tengo a Cristo, dice, tengo todo y "todo lo puedo en Cristo que me fortalece" (Fil. 4:11, 13). Vivimos independientes de las circunstancias y de lo que nos rodea, cuando vivimos de El, por El y para El; lo demás es insignificante. ¿Le deseamos a El por sobre todas las cosas en este peregrinaje sobre la tierra? El salmista llegó al punto donde podía decir esto.
No solamente eso, sino que sigue diciendo que encuentra completa satisfacción en Dios. Toda la declaración significa esto y una vez más lo expone en detalle. "¿A quién tengo yo en los cielos, sino sólo a ti?" El es Sol y Escudo, da gracia y gloria. No tiene fin. El encuentra que Dios le satisface completamente: su mente, su corazón, todo su ser. ¿Encontramos satisfacción intelectual completa en Dios y en su obra santa? ¿Encontramos toda nuestra filosofía aquí y sentimos que no necesitamos otra cosa aparte de esto? Dios satisface plenamente al hombre, al corazón, y también a los sentimientos. El llena todo. Dios es todo y en todos. El es mi porción y mi completa satisfacción. Yo no deseo otra cosa, no deseo que se agregue más. Leamos los Salmos y encontraremos ese tema en todas partes. En el Salmo 103, por ejemplo, encontramos que esto es exactamente lo que el salmista está, diciendo: Dios ¡.ana sus males y enfermedades, echa sus pecados tan lejos de él como el oriente lo está del occidente, le da fuerza y poder, todo. Está plenamente satisfecho con este bendito, glorioso Dios.
Esto nos trae al último punto, y es éste: que el salmista descansa confiadamente en Dios. Desea a Dios por lo que El es, antes que por lo que El da. No desea nada más que a Dios. Encuentra completa satisfacción en Dios, descansa y reposa confiadamente en El. Leamos lo que dice: "Mi carne y mi corazón desfallecen; mas la roca de mi corazón y mi porción es Dios para siempre". Hay quienes dicen que se está refiriendo aquí no sólo al tiempo cuando su carne se envejecerá con el correr de los años sino también a algo que estaba experimentando en ese momento. Probablemente tengan razón, porque no es posible pasar por una experiencia espiritual como la de este hombre sin que el cuerpo físico sufra. Creo que sus nervios estaban en mal estado. Su corazón físico no funcionaba bien. "Mi carne y mi corazón desfallecen" sugiere que podría haber estado enfermo físicamente. Pero de todos modos, mirando al futuro, él sabe que va a llegar el día cuando su carne y su corazón fallarán. Se pondrá viejo; sus facultades fallarán; sus fuerzas disminuirán, no podrá alimentarse a sí mismo, yacerá desvalido en cama, las cosas del tiempo y de este mundo se le deslizarán. "Aun así todo estará bien", dice este hombre, "porque pase lo que pase, Dios es el mismo ayer, hoy y para siempre, y será la fuerza de mi corazón".
"Más la roca de mi corazón y mi porción es Dios para siempre". Me gusta esto, pues suscita una imagen en nuestras mentes. "Oh, sí", dice este hombre, "sé que estoy en una posición tal que me permite descansar quieta y confiadamente en £1. Sé que puedo decir esto, aunque llegue el día en que el fundamento de la vida se sacuda debajo mío, Dios será la roca que me sustentará". El no puede moverse; El no puede ser sacudido. Es la Roca de la eternidad, y esté donde esté, pase lo que pase, aunque mi cuerpo fallare y las cosas de este mundo se diluyan, Dios la Roca me sustentará y nunca seré movido. "Mas la roca de mi corazón y mi porción es Dios para siempre".
La Biblia no se cansa de decía esto. Leamos lo que otros pasajes dicen. Aunque pasen cosas terribles, éste es el aliento y consuelo que todos ellos dan. No solamente es Dios la Roca sino también "acá abajo los brazos eternos". Los cimientos de nuestra vida pueden desaparecer, todo lo que hayamos considerado como fundamento puede desmoronarse y nosotros mismos estar cayendo al abismo. Pero no, "acá abajo" —y siempre están allí— "acá abajo los brazos eternos". Ellos nos están sosteniendo siempre; nunca llegaremos a estrellarnos; seremos sostenidos cuando todo lo demás desaparezca. Isaías dice lo mismo. Habla de esa "piedra por fundamento", "piedra probada... de cimiento estable" que ha sido puesta, y lo que dice es que "el que creyere, no se apresure". Una mejor traducción es la que tenemos en el Nuevo Testamento, ". el que creyere en ella, no será avergonzado". ¿Por qué no? Porque está sobre la Roca, tiene este apoyo v no puede ser movido, porque este fundamento es Dios mismo. Y en esta Roca, aunque mi carne y mi corazón desfallezcan, nunca seré movido, nunca seré tomado de sorpresa, nunca seré avergonzado. Dios me ayudara hasta el fin.
¿Conocemos esto? ¿Estamos sobre la Roca? ¿Lo conocemos? No tratemos de depender de nuestra familia; no vivamos de nuestros negocios, de nuestras propias actividades; no vivamos de nuestras experiencias, o de otra cosa. Todo tendrá su fin, y el diablo nos sugerirá que aun nuestras máximas experiencias pueden explicarse psicológicamente. Vivamos de nada, no confiemos en cosa alguna, sino sólo en El, El es la Roca de la eternidad, el Dios eterno.
El Apóstol Pablo nos dice que morir "es estar con Cristo". No hay necesidad de agregar nada más a esto. Esta es la razón, creo, por la cual sabemos muy poco en detalle, acerca de la vida en el cielo y en la gloria. Muchos a menudo preguntan por qué no sabemos más acerca de esto. Creo que hay dos respuestas. Una es porque en nuestra situación pecaminosa, cualquier descripción que se nos dé, sería mal interpretada. Es tan glorioso que no lo podemos entender ni comprender. La segunda razón es más importante; a veces el deseo de saber más es sólo una curiosidad ociosa. Les diré lo que es el cielo. Es "estar con Cristo", y si esto no nos satisface, entonces no conocemos a Cristo en absoluto. "¿A quién tengo yo en los cielos sino a ti?", dice el salmista. No quiero otra cosa. "Do tú estás el cielo es". Sólo mirarle es suficiente. "Estar con Cristo" es más que bastante, es todo. "¿A quién tengo yo en los cielos, sino a ti?"
¿Cuánto conocemos de esta experiencia? Hemos tenido experiencias y bendiciones; hay ciertas cosas que ya sabemos, pero esta es la prueba: ¿le conocemos, le deseamos? Nada más que estar con El, conversar con El. ¿Clamamos por El? ¿Tenemos sed del Dios vivo y de la intimidad con el Señor Jesucristo? Esta es la verdadera experiencia cristiana. ¿Cuánto tiempo pasamos con El, orando a El? "¿A quién tengo yo en los cielos sino a ti?”
En la misma forma sigue diciendo: "Fuera de ti nada deseo en la tierra”. Nuevamente notemos por qué el salmista dice esto. Lo dice porque era la misma esencia de su problema anterior. La razón de su problema era que él deseaba ciertas cosas que los otros tenían. "Pues tuve envidia de los arrogantes, viendo la prosperidad de los impíos. Porque no tienen congojas por su muerte, pues su vigor está entero". Y deseaba ser como ellos y tener las cosas que ellos tenían: pero ahora ya no las desea. Ya había comprendido el fin de ellos. Ahora, "fuera de ti nada deseo en la tierra": sólo Dios en el cielo, sólo Dios en la tierra.
Las Escrituras, nuevamente, están llenas de esta enseñanza. Es así como el Señor lo expresa en Lucas 14:26:
"Si alguno viene a mí, y no aborrece a su padre, y madre, y mujer, e hijos, y hermanos, y hermanas, y aun también su propia vida, no puede ser mi discípulo". No nos preocupemos por la palabra "aborrece"; es simplemente una palabra fuerte que significa que una persona que pone a alguien o algo en su vida, antes que a Cristo, no es un verdadero discípulo suyo. Ser un verdadero discípulo de Cristo, significa que Cristo debe estar en el centro, Cristo debe ser Señor de mi vida, Cristo debe estar en el centro de mi ser; significa amarle a El más que a cualquier persona o cosa. "Fuera de ti nada deseo en la tierra". ¿Tiene El, el primer lugar en nuestras vidas? ¿Aun antes que nuestros seres queridos y los más allegados y los más amados? ¿Aun antes que nuestro trabajo, nuestros éxitos, nuestros negocios, que toda otra cosa mientras estamos en esta tierra? El debería ser nuestro supremo deseo. "Para mí el vivir...", ¿es qué? "Es Cristo", dice San Pablo. Es caminar en este mundo con Cristo mismo, tener comunión con El en esta vida. Y porque esto fue realidad en su vida, Pablo podía decir: "he aprendido a contentarme, cualquiera que sea mi situación". ¿Por qué? Otras cosas ya no le controlan. Es Cristo, y es sólo Cristo a quien desea. Si tengo a Cristo, dice, tengo todo y "todo lo puedo en Cristo que me fortalece" (Fil. 4:11, 13). Vivimos independientes de las circunstancias y de lo que nos rodea, cuando vivimos de El, por El y para El; lo demás es insignificante. ¿Le deseamos a El por sobre todas las cosas en este peregrinaje sobre la tierra? El salmista llegó al punto donde podía decir esto.
No solamente eso, sino que sigue diciendo que encuentra completa satisfacción en Dios. Toda la declaración significa esto y una vez más lo expone en detalle. "¿A quién tengo yo en los cielos, sino sólo a ti?" El es Sol y Escudo, da gracia y gloria. No tiene fin. El encuentra que Dios le satisface completamente: su mente, su corazón, todo su ser. ¿Encontramos satisfacción intelectual completa en Dios y en su obra santa? ¿Encontramos toda nuestra filosofía aquí y sentimos que no necesitamos otra cosa aparte de esto? Dios satisface plenamente al hombre, al corazón, y también a los sentimientos. El llena todo. Dios es todo y en todos. El es mi porción y mi completa satisfacción. Yo no deseo otra cosa, no deseo que se agregue más. Leamos los Salmos y encontraremos ese tema en todas partes. En el Salmo 103, por ejemplo, encontramos que esto es exactamente lo que el salmista está, diciendo: Dios ¡.ana sus males y enfermedades, echa sus pecados tan lejos de él como el oriente lo está del occidente, le da fuerza y poder, todo. Está plenamente satisfecho con este bendito, glorioso Dios.
Esto nos trae al último punto, y es éste: que el salmista descansa confiadamente en Dios. Desea a Dios por lo que El es, antes que por lo que El da. No desea nada más que a Dios. Encuentra completa satisfacción en Dios, descansa y reposa confiadamente en El. Leamos lo que dice: "Mi carne y mi corazón desfallecen; mas la roca de mi corazón y mi porción es Dios para siempre". Hay quienes dicen que se está refiriendo aquí no sólo al tiempo cuando su carne se envejecerá con el correr de los años sino también a algo que estaba experimentando en ese momento. Probablemente tengan razón, porque no es posible pasar por una experiencia espiritual como la de este hombre sin que el cuerpo físico sufra. Creo que sus nervios estaban en mal estado. Su corazón físico no funcionaba bien. "Mi carne y mi corazón desfallecen" sugiere que podría haber estado enfermo físicamente. Pero de todos modos, mirando al futuro, él sabe que va a llegar el día cuando su carne y su corazón fallarán. Se pondrá viejo; sus facultades fallarán; sus fuerzas disminuirán, no podrá alimentarse a sí mismo, yacerá desvalido en cama, las cosas del tiempo y de este mundo se le deslizarán. "Aun así todo estará bien", dice este hombre, "porque pase lo que pase, Dios es el mismo ayer, hoy y para siempre, y será la fuerza de mi corazón".
"Más la roca de mi corazón y mi porción es Dios para siempre". Me gusta esto, pues suscita una imagen en nuestras mentes. "Oh, sí", dice este hombre, "sé que estoy en una posición tal que me permite descansar quieta y confiadamente en £1. Sé que puedo decir esto, aunque llegue el día en que el fundamento de la vida se sacuda debajo mío, Dios será la roca que me sustentará". El no puede moverse; El no puede ser sacudido. Es la Roca de la eternidad, y esté donde esté, pase lo que pase, aunque mi cuerpo fallare y las cosas de este mundo se diluyan, Dios la Roca me sustentará y nunca seré movido. "Mas la roca de mi corazón y mi porción es Dios para siempre".
La Biblia no se cansa de decía esto. Leamos lo que otros pasajes dicen. Aunque pasen cosas terribles, éste es el aliento y consuelo que todos ellos dan. No solamente es Dios la Roca sino también "acá abajo los brazos eternos". Los cimientos de nuestra vida pueden desaparecer, todo lo que hayamos considerado como fundamento puede desmoronarse y nosotros mismos estar cayendo al abismo. Pero no, "acá abajo" —y siempre están allí— "acá abajo los brazos eternos". Ellos nos están sosteniendo siempre; nunca llegaremos a estrellarnos; seremos sostenidos cuando todo lo demás desaparezca. Isaías dice lo mismo. Habla de esa "piedra por fundamento", "piedra probada... de cimiento estable" que ha sido puesta, y lo que dice es que "el que creyere, no se apresure". Una mejor traducción es la que tenemos en el Nuevo Testamento, ". el que creyere en ella, no será avergonzado". ¿Por qué no? Porque está sobre la Roca, tiene este apoyo v no puede ser movido, porque este fundamento es Dios mismo. Y en esta Roca, aunque mi carne y mi corazón desfallezcan, nunca seré movido, nunca seré tomado de sorpresa, nunca seré avergonzado. Dios me ayudara hasta el fin.
¿Conocemos esto? ¿Estamos sobre la Roca? ¿Lo conocemos? No tratemos de depender de nuestra familia; no vivamos de nuestros negocios, de nuestras propias actividades; no vivamos de nuestras experiencias, o de otra cosa. Todo tendrá su fin, y el diablo nos sugerirá que aun nuestras máximas experiencias pueden explicarse psicológicamente. Vivamos de nada, no confiemos en cosa alguna, sino sólo en El, El es la Roca de la eternidad, el Dios eterno.
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