Erwin Eulner - Al Que Venciere
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Erwin Eulner - Al Que Venciere
Erwin Eulner - Al Que Venciere
1.- Apoc. 2:7.-
“El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. Al que venciere, le daré a comer del árbol de la vida, el cual está en medio del paraíso de Dios”.
“Este mensaje es para todas las etapas históricas de nuestra iglesia. La iglesia nunca podrá emplear su capacidad de oír mejor que cuando preste oídos a la voz de Dios, que le habla por medio de su Palabra. Hay una promesa rica y abundante para los vencedores. No es suficiente entrar en la guerra contra el mal, debemos continuar en ella hasta el fin. No pensemos en ceder. Debemos pelear la buena batalla de la fe hasta el mismo fin. Al vencedor se le promete la victoria triunfal. "Al que venciere, le daré a comer del árbol de la vida, el cual está en medio del paraíso de Dios" (Apoc. 2:7). Todo lo que se perdió con la caída de Adán está más que restaurado con la redención. El que está sentado en el trono dice: "He aquí yo hago nuevas todas las cosas" (Apoc. 21:5).
Mirémonos cuidadosa y críticamente a nosotros mismos. ¿Hemos violado los votos que tomamos cuando fuimos bautizados? ¿Estamos muertos al mundo y vivos para Cristo? ¿Estamos buscando las cosas de arriba, donde Cristo está sentado a la diestra de Dios? ¿Está cortado el cable con el que estamos anclados a la Roca eterna? ¿Vamos a la deriva, arrastrados por la corriente hacia la perdición? ¿No haremos esfuerzos para avanzar y tomar impulso en nuestro camino hacia arriba? No vacilemos más, sino movamos los remos vigorosamente y hagamos nuestras primeras obras antes que naufraguemos sin esperanza.
Es nuestra tarea conocer nuestras debilidades y pecados acariciados, que producen oscuridad y debilidad espiritual y han apagado nuestro primer amor. ¿Es la mundanalidad? ¿Es el egoísmo? ¿Es el amor por la estima propia? ¿Es la lucha por ser el primero? ¿Es la sensualidad lo que nos aleja de Dios? ¿Es el pecado de los nicolaítas que cambiaban la gracia de Dios por lascivia? ¿Es la indiferencia hacia la gran luz [Biblia]? ¿Es el mal uso o el abuso de las oportunidades y los privilegios lo que nos lleva a tener jactanciosas pretensiones de sabiduría y conocimiento religiosos, mientras la vida y el carácter son inconsistentes e inmorales? No importa qué haya sido lo que hemos acariciado y cultivado hasta tornarse fuerte y dominante, hagamos decididos esfuerzos para ser vencedores, para no perdernos y comer del árbol de la vida. Review and Herald, 7 de Junio de 1887”. Recibiréis Poder: 18 de Diciem-bre.
“El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. Al que venciere, le daré a comer del árbol de la vida, el cual está en medio del paraíso de Dios”.
“Este mensaje es para todas las etapas históricas de nuestra iglesia. La iglesia nunca podrá emplear su capacidad de oír mejor que cuando preste oídos a la voz de Dios, que le habla por medio de su Palabra. Hay una promesa rica y abundante para los vencedores. No es suficiente entrar en la guerra contra el mal, debemos continuar en ella hasta el fin. No pensemos en ceder. Debemos pelear la buena batalla de la fe hasta el mismo fin. Al vencedor se le promete la victoria triunfal. "Al que venciere, le daré a comer del árbol de la vida, el cual está en medio del paraíso de Dios" (Apoc. 2:7). Todo lo que se perdió con la caída de Adán está más que restaurado con la redención. El que está sentado en el trono dice: "He aquí yo hago nuevas todas las cosas" (Apoc. 21:5).
Mirémonos cuidadosa y críticamente a nosotros mismos. ¿Hemos violado los votos que tomamos cuando fuimos bautizados? ¿Estamos muertos al mundo y vivos para Cristo? ¿Estamos buscando las cosas de arriba, donde Cristo está sentado a la diestra de Dios? ¿Está cortado el cable con el que estamos anclados a la Roca eterna? ¿Vamos a la deriva, arrastrados por la corriente hacia la perdición? ¿No haremos esfuerzos para avanzar y tomar impulso en nuestro camino hacia arriba? No vacilemos más, sino movamos los remos vigorosamente y hagamos nuestras primeras obras antes que naufraguemos sin esperanza.
Es nuestra tarea conocer nuestras debilidades y pecados acariciados, que producen oscuridad y debilidad espiritual y han apagado nuestro primer amor. ¿Es la mundanalidad? ¿Es el egoísmo? ¿Es el amor por la estima propia? ¿Es la lucha por ser el primero? ¿Es la sensualidad lo que nos aleja de Dios? ¿Es el pecado de los nicolaítas que cambiaban la gracia de Dios por lascivia? ¿Es la indiferencia hacia la gran luz [Biblia]? ¿Es el mal uso o el abuso de las oportunidades y los privilegios lo que nos lleva a tener jactanciosas pretensiones de sabiduría y conocimiento religiosos, mientras la vida y el carácter son inconsistentes e inmorales? No importa qué haya sido lo que hemos acariciado y cultivado hasta tornarse fuerte y dominante, hagamos decididos esfuerzos para ser vencedores, para no perdernos y comer del árbol de la vida. Review and Herald, 7 de Junio de 1887”. Recibiréis Poder: 18 de Diciem-bre.
Re: Erwin Eulner - Al Que Venciere
2.- Apoc. 2:11.-
“El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. El que venciere, no sufrirá daño de la segunda muerte”.
“Porque la paga del pecado es muerte: mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro". Mientras la vida es la heredad de los justos, la muerte es la porción de los impíos. Moisés de-claró a Israel: "Mira, yo he puesto delante de ti hoy la vida y el bien, la muerte y el mal". La muerte de la cual se habla en este pasaje no es aquella a la que fue condenado Adán, pues toda la humanidad sufre la penalidad de su transgresión. Es "la muerte segunda", puesta en contraste con la vida eterna.
A consecuencia del pecado de Adán, la muerte pasó a toda la raza humana. Todos descienden igual-mente a la tumba. Y debido a las disposiciones del plan de salvación, todos saldrán de los sepulcros. "Ha de haber resurrección de los muertos, así de justos como de injustos". "Porque así como en Adán todos mueren, así también en Cristo todos serán vivificados". Pero queda sentada una distinción entre las dos clases que serán resucitadas. "Todos los que están en los sepulcros oirán su voz [del Hijo del hombre]; y los que hicieron bien, saldrán a resurrección de vida; mas los que hicieron mal a resurrección de condenación". Los que hayan sido "tenidos por dignos" de resucitar para vida son llamados "dichosos y santos". "Sobre los tales la segunda muerte no tiene poder". Pero los que no hayan asegurado para sí el perdón, por medio del arrepentimiento y de la fe, recibirán el castigo señalado a la transgresión: "la paga del pecado". CS:599-600.
Y toda la hueste de los redimidos, ancianos y jóvenes, grandes y pequeños, deponen sus coronas resplandecientes a los pies de su Redentor, y se postran en adoración ante él, y adoran a Aquel que vive para siempre jamás. La hermosa tierra nueva, con toda su gloria, es la eterna herencia de los santos.-PE:295. Hijos e Hijas de Dios:370
“Después de esta promesa, cargada de importancia para los hijos de Dios, se repiten nuevamente las palabras: "El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias". Para bien de nuestros intereses eternos deberíamos conocer y comprender lo que el Espíritu dice a las iglesias e investigar cuidadosamente para obtener luz y conocimiento. De esa manera no seríamos ignorantes respecto de lo que Dios ha ordenado y prometido en su preciosa Palabra. A nuestro alrededor hay gente que podemos ayudar a salvar o perder, y con el mayor fervor deberíamos preguntarnos: "¿Qué haré para obtener la vida eterna y ayudar a otros a obtenerla?". En el mejor de los casos la vida es corta, y es necesario que vivamos esta corta vida en armonía con la ley de Dios, que es la ley del universo. Debemos tener oídos para oír y corazones para comprender lo que el Espíritu dice a las iglesias.
Los ángeles de Dios no alcanzan un conocimiento más elevado que el saber la voluntad de Dios, y su mayor deleite es cumplir la perfecta voluntad del Padre celestial. El hombre caído tiene el privilegio de llegar a ser inteligente, conocedor, respecto de la voluntad de Dios. Mientras todavía se nos dé un tiempo de prueba, deberíamos disponer nuestras facultades para el uso más elevado, y hacer de nuestra parte todo lo que sea posible para alcanzar esa elevada norma de inteligencia y sentir nuestra dependencia de Dios porque, sin su gracia, nuestros esfuerzos no pueden producir beneficios duraderos. Mediante la gracia de Cristo somos vencedores. Por los méritos de su sangre hemos de formar parte del grupo de aquellos cuyos nombres no serán borrados del libro de la vida.
Los que finalmente resulten vencedores tendrán una vida que correrá paralela con la vida de Dios, y llevarán la corona del vencedor. Puesto que nos espera una tan grande y eterna recompensa, debería-mos correr la carrera con paciencia, mirando a Jesús, el autor y consumador de nuestra fe.- Signs of the Times, 15 de Junio de 1891”. Recibiréis Poder: 19 de Diciembre.
“El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. El que venciere, no sufrirá daño de la segunda muerte”.
“Porque la paga del pecado es muerte: mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro". Mientras la vida es la heredad de los justos, la muerte es la porción de los impíos. Moisés de-claró a Israel: "Mira, yo he puesto delante de ti hoy la vida y el bien, la muerte y el mal". La muerte de la cual se habla en este pasaje no es aquella a la que fue condenado Adán, pues toda la humanidad sufre la penalidad de su transgresión. Es "la muerte segunda", puesta en contraste con la vida eterna.
A consecuencia del pecado de Adán, la muerte pasó a toda la raza humana. Todos descienden igual-mente a la tumba. Y debido a las disposiciones del plan de salvación, todos saldrán de los sepulcros. "Ha de haber resurrección de los muertos, así de justos como de injustos". "Porque así como en Adán todos mueren, así también en Cristo todos serán vivificados". Pero queda sentada una distinción entre las dos clases que serán resucitadas. "Todos los que están en los sepulcros oirán su voz [del Hijo del hombre]; y los que hicieron bien, saldrán a resurrección de vida; mas los que hicieron mal a resurrección de condenación". Los que hayan sido "tenidos por dignos" de resucitar para vida son llamados "dichosos y santos". "Sobre los tales la segunda muerte no tiene poder". Pero los que no hayan asegurado para sí el perdón, por medio del arrepentimiento y de la fe, recibirán el castigo señalado a la transgresión: "la paga del pecado". CS:599-600.
Y toda la hueste de los redimidos, ancianos y jóvenes, grandes y pequeños, deponen sus coronas resplandecientes a los pies de su Redentor, y se postran en adoración ante él, y adoran a Aquel que vive para siempre jamás. La hermosa tierra nueva, con toda su gloria, es la eterna herencia de los santos.-PE:295. Hijos e Hijas de Dios:370
“Después de esta promesa, cargada de importancia para los hijos de Dios, se repiten nuevamente las palabras: "El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias". Para bien de nuestros intereses eternos deberíamos conocer y comprender lo que el Espíritu dice a las iglesias e investigar cuidadosamente para obtener luz y conocimiento. De esa manera no seríamos ignorantes respecto de lo que Dios ha ordenado y prometido en su preciosa Palabra. A nuestro alrededor hay gente que podemos ayudar a salvar o perder, y con el mayor fervor deberíamos preguntarnos: "¿Qué haré para obtener la vida eterna y ayudar a otros a obtenerla?". En el mejor de los casos la vida es corta, y es necesario que vivamos esta corta vida en armonía con la ley de Dios, que es la ley del universo. Debemos tener oídos para oír y corazones para comprender lo que el Espíritu dice a las iglesias.
Los ángeles de Dios no alcanzan un conocimiento más elevado que el saber la voluntad de Dios, y su mayor deleite es cumplir la perfecta voluntad del Padre celestial. El hombre caído tiene el privilegio de llegar a ser inteligente, conocedor, respecto de la voluntad de Dios. Mientras todavía se nos dé un tiempo de prueba, deberíamos disponer nuestras facultades para el uso más elevado, y hacer de nuestra parte todo lo que sea posible para alcanzar esa elevada norma de inteligencia y sentir nuestra dependencia de Dios porque, sin su gracia, nuestros esfuerzos no pueden producir beneficios duraderos. Mediante la gracia de Cristo somos vencedores. Por los méritos de su sangre hemos de formar parte del grupo de aquellos cuyos nombres no serán borrados del libro de la vida.
Los que finalmente resulten vencedores tendrán una vida que correrá paralela con la vida de Dios, y llevarán la corona del vencedor. Puesto que nos espera una tan grande y eterna recompensa, debería-mos correr la carrera con paciencia, mirando a Jesús, el autor y consumador de nuestra fe.- Signs of the Times, 15 de Junio de 1891”. Recibiréis Poder: 19 de Diciembre.
Re: Erwin Eulner - Al Que Venciere
3.- Apoc. 2:17.-
“El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. Al que venciere, daré a comer del maná escondido, y le daré una piedrecita blanca, y en la piedrecita escrito un nombre nuevo, el cual ninguno conoce sino aquel que lo recibe”.
4.- Apoc. 2:26-29.-
“Al que venciere y guardare mis obras hasta el fin, yo le daré autoridad sobre las naciones, y las regirá con vara de hierro, y serán quebradas como vaso de alfarero; como yo también la he recibido de Mi Padre; y le daré la estrella de la mañana. El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias”.
“Fue nuestro Señor mismo quien prometió a sus discípulos: "Si yo fuere y os preparara el lugar, vendré otra vez, y os recibiré conmigo". El compasivo Salvador fue quien, previniendo el abandono y el dolor de sus discípulos, encargó a los ángeles que los consolaran con la seguridad de que volvería en persona, como había subido al cielo. Mientras los discípulos estaban mirando con ansia al cielo para percibir la última vislumbre de Aquel a quien amaban, fue atraída su atención por las palabras: "¡Varones galileos, ¿por qué os quedáis mirando así al cielo? Este mismo Jesús que ha sido tomado de vosotros al cielo, así vendrá del mismo modo que le habéis visto ir al cielo!" El mensaje de los ángeles reavivó la esperanza de los discípulos. "Volvieron a Jerusalén con gran gozo: y estaban siempre en el templo, alabando y bendiciendo a Dios". No se alegraban de que Jesús se hubiese separado de ellos ni de que hubiesen sido dejados para luchar con las pruebas y tentaciones del mundo, sino porque los án-geles les habían asegurado que él volvería.
La proclamación de la venida de Cristo debería ser ahora tal como la que fue hecha por los ángeles a los pastores de Belén, es decir, buenas nuevas de gran gozo. Los que aman verdaderamente al Salvador no pueden menos que recibir con aclamaciones de alegría el anuncio fundado en la Palabra de Dios de que Aquel en quien se concentran sus esperanzas para la vida eterna volverá, no para ser insultado, despreciado y rechazado como en su primer advenimiento, sino con poder y gloria, para redimir a su pueblo. CS:387-388”. Hijos e Hijas de Dios: Potestad Sobre Las Gentes.
“El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. Al que venciere, daré a comer del maná escondido, y le daré una piedrecita blanca, y en la piedrecita escrito un nombre nuevo, el cual ninguno conoce sino aquel que lo recibe”.
4.- Apoc. 2:26-29.-
“Al que venciere y guardare mis obras hasta el fin, yo le daré autoridad sobre las naciones, y las regirá con vara de hierro, y serán quebradas como vaso de alfarero; como yo también la he recibido de Mi Padre; y le daré la estrella de la mañana. El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias”.
“Fue nuestro Señor mismo quien prometió a sus discípulos: "Si yo fuere y os preparara el lugar, vendré otra vez, y os recibiré conmigo". El compasivo Salvador fue quien, previniendo el abandono y el dolor de sus discípulos, encargó a los ángeles que los consolaran con la seguridad de que volvería en persona, como había subido al cielo. Mientras los discípulos estaban mirando con ansia al cielo para percibir la última vislumbre de Aquel a quien amaban, fue atraída su atención por las palabras: "¡Varones galileos, ¿por qué os quedáis mirando así al cielo? Este mismo Jesús que ha sido tomado de vosotros al cielo, así vendrá del mismo modo que le habéis visto ir al cielo!" El mensaje de los ángeles reavivó la esperanza de los discípulos. "Volvieron a Jerusalén con gran gozo: y estaban siempre en el templo, alabando y bendiciendo a Dios". No se alegraban de que Jesús se hubiese separado de ellos ni de que hubiesen sido dejados para luchar con las pruebas y tentaciones del mundo, sino porque los án-geles les habían asegurado que él volvería.
La proclamación de la venida de Cristo debería ser ahora tal como la que fue hecha por los ángeles a los pastores de Belén, es decir, buenas nuevas de gran gozo. Los que aman verdaderamente al Salvador no pueden menos que recibir con aclamaciones de alegría el anuncio fundado en la Palabra de Dios de que Aquel en quien se concentran sus esperanzas para la vida eterna volverá, no para ser insultado, despreciado y rechazado como en su primer advenimiento, sino con poder y gloria, para redimir a su pueblo. CS:387-388”. Hijos e Hijas de Dios: Potestad Sobre Las Gentes.
Re: Erwin Eulner - Al Que Venciere
5.- Apoc. 3:5-6.-
“El que venciere será vestido de vestiduras blancas; y no borraré su nombre del libro de la vida, y confesaré su nombre delante de mi Padre, y delante de sus ángeles. El que tiene oído, oiga lo que el Es-píritu dice a las iglesias”.
“El Señor es nuestro ayudador, nuestra defensa. Dios ha resuelto que ninguna alma que confíe en él sea vencida por el enemigo. Cristo está tanto con sus creyentes cuando se ven obligados a relacionarse de cualquier manera con el mundo, como cuando se reúnen en su casa para adorarlo. Meditemos en estas palabras: "Pero tienes unas pocas personas en Sardis que no han manchado sus vestiduras; y andarán conmigo en vestiduras blancas, porque son dignas. El que venciere será vestido de vestiduras blancas; y no borraré su nombre del libro de la vida, y confesaré su nombre delante de mi Padre, y delante de sus ángeles". (Apoc. 3:4-5) (Manuscrito 97, del 11 de Agosto de 1898, "La necesidad de caminar junto a Dios")”. Cada Día Con Dios: 11 de Agosto.
“A medida que los libros de memoria se vayan abriendo en el juicio, las vidas de todos los que hayan creído en Jesús pasan ante Dios para ser examinados por él. Empezando con los primeros que vivieron en la tierra, nuestro Abogado presenta los casos de cada generación sucesiva y termina con los vivos. Cada nombre es mencionado, cada caso cuidadosamente investigado. Habrá nombres que serán aceptados, y otros rechazados. En caso de que alguien tenga en los libros de memoria pecados de que no se haya arrepentido y que no hayan sido perdonados, su nombre será borrado del libro de la vida, y la mención de sus buenas obras será borrada de los registros de Dios...
A todos los que se hayan arrepentido verdaderamente de su pecado, y que hayan aceptado con fe la sangre de Cristo como su sacrificio expiatorio, se les ha inscrito el perdón al lado de sus nombres en los libros del cielo;... sus pecados les serán borrados, y ellos mismos serán juzgados dignos de la vida eterna... El divino Intercesor aboga porque a todos los que han vencido por la fe en su sangre se les perdonen sus transgresiones...
Mientras Jesús intercede por los que participan de su gracia, Satanás los acusa ante Dios como transgresores...
Jesús no disculpa sus pecados, pero muestra su arrepentimiento y su fe, y, reclamando el perdón para ellos, levanta sus manos heridas ante el Padre y los santos ángeles, diciendo: "Los conozco por sus nombres. Los he grabado en las palmas de mis manos". Sus nombres están escritos en el libro de la vida, y acerca de ellos se escribe: "Andarán conmigo en vestiduras blancas, porque son dignos" (Apoc. 3: 4).
Los cristianos pueden cultivar su fe diariamente contemplando a Aquel que se ha comprometido a defenderlos, su misericordioso y fiel sumo sacerdote”. Dios Nos Cuida: 18 de Marzo.
“Si queremos ser vencedores, debemos examinar nuestros corazones para asegurarnos de que no acariciamos nada que sea ofensivo para Dios. Si lo hacemos, nunca seremos vestidos con las vestiduras blancas que se nos prometen aquí. Si alguna vez hemos de comparecer delante de Dios vestidos de lino blanco - símbolo de la justicia de los santos - hoy necesitamos ocuparnos en la obra de vencer.
Acerca de los vencedores Cristo dice: "No borraré su nombre del libro de la vida". En el libro de la vida están escritos los nombres de todas las personas que alguna vez se entregaron a Dios, y actual-mente se están revisando sus caracteres delante de él. Los ángeles de Dios pesan su valía moral. Observan el desarrollo del carácter de los que viven actualmente, para ver si sus nombres pueden ser mantenidos en el libro de la vida. A todos se nos ha concedido un período de prueba durante el cual podamos lavar los ropajes de nuestro carácter y emblanquecerlos en la sangre del Cordero. ¿Quién lo está haciendo? ¿Quién está empeñado en separar de sí el pecado y el egoísmo? "Habéis muerto - les dice el apóstol Pablo a los verdaderos seguidores de Cristo - y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios" (Col. 3:3). Si estamos vivos en Dios. estaremos muertos al egoísmo. Que Dios nos ayude a morir al yo. ¿Qué nombres no serán borrados del libro de la vida? Únicamente los nombres de las personas que hayan amado a Dios con todas las facultades de su ser, y a sus prójimos como a sí mismos.
Muchos de nosotros tenemos una gran obra que hacer. Nuestras mentes y caracteres deben llegar a ser semejantes a la mente y el carácter de Cristo. El egoísmo se encuentra impreso en nuestro mismísimo ser. Lo hemos recibido como herencia, y muchos lo han tratado como si fuera un tesoro precioso. Mientras no se obtenga la victoria sobre el yo y el egoísmo, no se podrá realizar ninguna obra especial para Dios. Para muchos tiene gran importancia todo lo que tenga que ver con ellos mismos. El yo es como el centro alrededor del cual parece girar todo lo demás. Si Cristo estuviera actualmente en la tie-rra, les diría a los tales: "Boga mar adentro" (Luc. 5:4). No se preocupe tanto por usted mismo. Hay mi-les de otras personas cuyas vidas son tan preciosas como la suya. ¿Entonces por qué se envuelve en su propio manto, y se apega a la playa? ¡Despierte a la utilidad y el cumplimiento del deber! Si boga mar adentro y deja caer sus redes, el Maestro juntará los peces y usted será testigo de las poderosas obras de Dios.
Cuando nuestros corazones resplandecen de amor por Jesús y por las almas por las cuales él murió, nuestras labores serán coronadas de éxito... Que cada uno de nosotros se pregunte: ¿No puedo ser yo el medio por el cual se salve algún alma en el reino de Dios? Necesitamos la profunda influencia del Espíritu de Dios en nuestros corazones, no sólo para recibir nosotros las vestiduras blancas, sino para que influyamos de tal manera sobre los demás, que sus nombres sean escritos en el libro de la vida, y nunca más sean borrados. Historical Sketches, pág. 138-140”. Exaltad a Jesús: 8 de Noviembre.
“La expresión "el que venciere", revela que hay algo que cada uno de nosotros debe vencer. El vencedor será cubierto con el manto blanco de la justicia de Cristo, y se dice de él: "Y no borraré su nombre del libro de la vida, y confesaré su nombre delante de mi Padre, y delante de sus ángeles". ¡Oh, qué privilegio ser vencedores, y que nuestros nombres sean presentados ante el Padre por el mismo Sal-vador! RH 9-7-1908.
¡Qué preciosa seguridad está contenida en esta promesa! ¿Qué mayor aliciente podría presentársenos para llegar a ser hijos e hijas de Dios? ¿Quién se colocará toda la armadura? ¿Quién se alistará bajo el estandarte ensangrentado del Príncipe Emanuel?... A todo hijo de Dios que está luchando y sufriendo tentaciones puede llegar la iluminación divina a fin de que no necesite caer en la contienda contra las potestades de las tinieblas, sino que en cada batalla sea vencedor. YI 6-9-1894.
“El que venciere será vestido de vestiduras blancas; y no borraré su nombre del libro de la vida, y confesaré su nombre delante de mi Padre, y delante de sus ángeles. El que tiene oído, oiga lo que el Es-píritu dice a las iglesias”.
“El Señor es nuestro ayudador, nuestra defensa. Dios ha resuelto que ninguna alma que confíe en él sea vencida por el enemigo. Cristo está tanto con sus creyentes cuando se ven obligados a relacionarse de cualquier manera con el mundo, como cuando se reúnen en su casa para adorarlo. Meditemos en estas palabras: "Pero tienes unas pocas personas en Sardis que no han manchado sus vestiduras; y andarán conmigo en vestiduras blancas, porque son dignas. El que venciere será vestido de vestiduras blancas; y no borraré su nombre del libro de la vida, y confesaré su nombre delante de mi Padre, y delante de sus ángeles". (Apoc. 3:4-5) (Manuscrito 97, del 11 de Agosto de 1898, "La necesidad de caminar junto a Dios")”. Cada Día Con Dios: 11 de Agosto.
“A medida que los libros de memoria se vayan abriendo en el juicio, las vidas de todos los que hayan creído en Jesús pasan ante Dios para ser examinados por él. Empezando con los primeros que vivieron en la tierra, nuestro Abogado presenta los casos de cada generación sucesiva y termina con los vivos. Cada nombre es mencionado, cada caso cuidadosamente investigado. Habrá nombres que serán aceptados, y otros rechazados. En caso de que alguien tenga en los libros de memoria pecados de que no se haya arrepentido y que no hayan sido perdonados, su nombre será borrado del libro de la vida, y la mención de sus buenas obras será borrada de los registros de Dios...
A todos los que se hayan arrepentido verdaderamente de su pecado, y que hayan aceptado con fe la sangre de Cristo como su sacrificio expiatorio, se les ha inscrito el perdón al lado de sus nombres en los libros del cielo;... sus pecados les serán borrados, y ellos mismos serán juzgados dignos de la vida eterna... El divino Intercesor aboga porque a todos los que han vencido por la fe en su sangre se les perdonen sus transgresiones...
Mientras Jesús intercede por los que participan de su gracia, Satanás los acusa ante Dios como transgresores...
Jesús no disculpa sus pecados, pero muestra su arrepentimiento y su fe, y, reclamando el perdón para ellos, levanta sus manos heridas ante el Padre y los santos ángeles, diciendo: "Los conozco por sus nombres. Los he grabado en las palmas de mis manos". Sus nombres están escritos en el libro de la vida, y acerca de ellos se escribe: "Andarán conmigo en vestiduras blancas, porque son dignos" (Apoc. 3: 4).
Los cristianos pueden cultivar su fe diariamente contemplando a Aquel que se ha comprometido a defenderlos, su misericordioso y fiel sumo sacerdote”. Dios Nos Cuida: 18 de Marzo.
“Si queremos ser vencedores, debemos examinar nuestros corazones para asegurarnos de que no acariciamos nada que sea ofensivo para Dios. Si lo hacemos, nunca seremos vestidos con las vestiduras blancas que se nos prometen aquí. Si alguna vez hemos de comparecer delante de Dios vestidos de lino blanco - símbolo de la justicia de los santos - hoy necesitamos ocuparnos en la obra de vencer.
Acerca de los vencedores Cristo dice: "No borraré su nombre del libro de la vida". En el libro de la vida están escritos los nombres de todas las personas que alguna vez se entregaron a Dios, y actual-mente se están revisando sus caracteres delante de él. Los ángeles de Dios pesan su valía moral. Observan el desarrollo del carácter de los que viven actualmente, para ver si sus nombres pueden ser mantenidos en el libro de la vida. A todos se nos ha concedido un período de prueba durante el cual podamos lavar los ropajes de nuestro carácter y emblanquecerlos en la sangre del Cordero. ¿Quién lo está haciendo? ¿Quién está empeñado en separar de sí el pecado y el egoísmo? "Habéis muerto - les dice el apóstol Pablo a los verdaderos seguidores de Cristo - y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios" (Col. 3:3). Si estamos vivos en Dios. estaremos muertos al egoísmo. Que Dios nos ayude a morir al yo. ¿Qué nombres no serán borrados del libro de la vida? Únicamente los nombres de las personas que hayan amado a Dios con todas las facultades de su ser, y a sus prójimos como a sí mismos.
Muchos de nosotros tenemos una gran obra que hacer. Nuestras mentes y caracteres deben llegar a ser semejantes a la mente y el carácter de Cristo. El egoísmo se encuentra impreso en nuestro mismísimo ser. Lo hemos recibido como herencia, y muchos lo han tratado como si fuera un tesoro precioso. Mientras no se obtenga la victoria sobre el yo y el egoísmo, no se podrá realizar ninguna obra especial para Dios. Para muchos tiene gran importancia todo lo que tenga que ver con ellos mismos. El yo es como el centro alrededor del cual parece girar todo lo demás. Si Cristo estuviera actualmente en la tie-rra, les diría a los tales: "Boga mar adentro" (Luc. 5:4). No se preocupe tanto por usted mismo. Hay mi-les de otras personas cuyas vidas son tan preciosas como la suya. ¿Entonces por qué se envuelve en su propio manto, y se apega a la playa? ¡Despierte a la utilidad y el cumplimiento del deber! Si boga mar adentro y deja caer sus redes, el Maestro juntará los peces y usted será testigo de las poderosas obras de Dios.
Cuando nuestros corazones resplandecen de amor por Jesús y por las almas por las cuales él murió, nuestras labores serán coronadas de éxito... Que cada uno de nosotros se pregunte: ¿No puedo ser yo el medio por el cual se salve algún alma en el reino de Dios? Necesitamos la profunda influencia del Espíritu de Dios en nuestros corazones, no sólo para recibir nosotros las vestiduras blancas, sino para que influyamos de tal manera sobre los demás, que sus nombres sean escritos en el libro de la vida, y nunca más sean borrados. Historical Sketches, pág. 138-140”. Exaltad a Jesús: 8 de Noviembre.
“La expresión "el que venciere", revela que hay algo que cada uno de nosotros debe vencer. El vencedor será cubierto con el manto blanco de la justicia de Cristo, y se dice de él: "Y no borraré su nombre del libro de la vida, y confesaré su nombre delante de mi Padre, y delante de sus ángeles". ¡Oh, qué privilegio ser vencedores, y que nuestros nombres sean presentados ante el Padre por el mismo Sal-vador! RH 9-7-1908.
¡Qué preciosa seguridad está contenida en esta promesa! ¿Qué mayor aliciente podría presentársenos para llegar a ser hijos e hijas de Dios? ¿Quién se colocará toda la armadura? ¿Quién se alistará bajo el estandarte ensangrentado del Príncipe Emanuel?... A todo hijo de Dios que está luchando y sufriendo tentaciones puede llegar la iluminación divina a fin de que no necesite caer en la contienda contra las potestades de las tinieblas, sino que en cada batalla sea vencedor. YI 6-9-1894.
Re: Erwin Eulner - Al Que Venciere
Se pone sobre los tentados, probados, pero fieles hijos de Dios, el manto sin mancha de la justicia de Cristo... Sus nombres permanecen en el libro de la vida del Cordero, registrados entre los fieles de todos los siglos. Han resistido los lazos del engañador; no han sido apartados de su lealtad por el rugido del dragón. Ahora están eternamente seguros de los designios del tentador... Y ese residuo no sólo es perdonado y aceptado, sino honrado. Una "mitra limpia" es puesta sobre su cabeza. Han de ser reyes y sacerdotes para Dios. Mientras Satanás estaba insistiendo en sus acusaciones y tratando de destruir esta hueste, los ángeles santos, invisibles, iban de un lado a otro poniendo sobre ellos el sello del Dios viviente. Ellos han de estar sobre el monte de Sión con el Cordero, teniendo el nombre del Padre escrito en sus frentes. 3JT:178-179”. Hijos e Hijas de Dios: Presentados Ante El Padre.
“Hay hombres que podrían haber tenido un registro tan limpio como el de Daniel. Satanás está jugando sus cartas en procura de vuestra alma. Necesitamos quedar libres y puros de las degradaciones de este mundo. "El que venciere será vestido de vestiduras blancas; y no borraré su nombre del libro de la vida, y confesaré su nombre delante de mi Padre, y delante de sus ángeles". Cristo venció en nuestro lugar. Podemos vencer por el nombre de Jesucristo de Nazaret.
Cuando los redimidos entren por las puertas de la ciudad, Jesucristo les dará la bienvenida a todos, y tendrán arpas de oro y cantarán las glorias de Jesucristo, y vestirán mantos tejidos en los telares del cielo que no tienen hebra alguna de procedencia humana en ellos.
Queremos ir al cielo, y Jesucristo tiene el propósito de que lo logremos si cooperamos con él (Manuscrito 27, 1893)”. La Temperancia: Apéndice B, Una Mayoría con Dios.
“En los días de los apóstoles, los creyentes cristianos estaban llenos de celo y entusiasmo. Tan incansablemente trabajaban por su Maestro que, en un tiempo relativamente corto, a pesar de la terrible oposición, el Evangelio del reino se divulgó en todas las partes habitadas de la tierra. El celo manifesta-do en ese tiempo por los seguidores de Jesús fue registrado por la pluma inspirada como estímulo para los creyentes de todas las épocas. De la iglesia de Efeso, que el Señor Jesús usó como símbolo de toda la iglesia cristiana de los días apostólicos, el Testigo fiel y verdadero declara:
"Yo sé tus obras y tu trabajo y paciencia; y que tú no puedes sufrir los malos, y has probado a los que se dicen ser apóstoles, y no lo son, y los has hallado mentirosos; y has sufrido, y has tenido paciencia, y has trabajado por mi nombre, y no has desfallecido". (Apoc. 2:2-3).
Al principio, la iglesia de Efeso se distinguía por su sencillez y fervor. Los creyentes trataban se-riamente de obedecer cada palabra de Dios, y sus vidas revelaban un firme y sincero amor a Cristo. Se regocijaban en hacer la voluntad de Dios porque el Salvador moraba constantemente en sus corazones. Llenos de amor para con su Redentor, su más alto propósito era ganar almas para él. No pensaron en atesorar para sí el precioso tesoro de la gracia de Cristo. Sentían la importancia de su vocación y, cargados con el mensaje: "Sobre la tierra paz; entre los hombres buena voluntad", ardían en deseos de llevar las buenas nuevas de la salvación a los rincones más remotos de la tierra. Y el mundo conoció que ellos habían estado con Jesús. Pecadores arrepentidos, perdonados, limpiados y santificados se allega-ron a Dios por medio de su Hijo.
Los miembros de la iglesia estaban unidos en sentimiento y acción. El amor a Cristo era la cadena de oro que los unía. Progresaban en un conocimiento del Señor cada vez más perfecto, y en sus vidas se revelaba el gozo y la paz de Cristo. Visitaban a los huérfanos y a las viudas en su aflicción, y se guardaban sin mancha del mundo, pues comprendían que de no hacerlo, estarían contradiciendo su profesión y negando a su Redentor.
La obra se llevaba adelante en cada ciudad. Se convertían almas y a su vez éstas sentían que era su deber hablar a otros acerca del inestimable tesoro que habían recibido. No podían descansar hasta que la luz que había iluminado sus mentes brillara sobre otros. Multitudes de incrédulos se enteraron de las razones de la esperanza cristiana. Se hacían fervientes e inspiradas súplicas personales a los errantes, a los perdidos y a los que, aunque profesaban conocer la verdad, eran más amadores de los placeres que de Dios.
Pero después de un tiempo el celo de los creyentes comenzó a disminuir, y su amor hacia Dios y su amor mutuo decreció. La frialdad penetró en la iglesia. Algunos se olvidaron de la manera maravi-llosa en que habían recibido la verdad. Uno tras otro, los viejos portaestandartes cayeron en su puesto. Algunos de los obreros más jóvenes, que podrían haber sobrellevado las cargas de los soldados de vanguardia, y así haberse preparado para dirigir sabiamente la obra, se habían cansado de las verdades tan a menudo repetidas. En su deseo de algo novedoso y sorprendente, intentaron introducir nuevas fases de doctrina, más placenteras para muchas mentes, pero en desarmonía con los principios fundamentales del Evangelio. A causa de su confianza en sí mismos y su ceguera espiritual no pudieron discernir que esos sofismas serían causa de que muchos pusieran en duda las experiencias anteriores, y así producirían confusión e incredulidad.
Al insistir en esas doctrinas falsas y aparecer diferencias, la vista de muchos fue desviada de Jesús, como el autor y consumador de su fe. La discusión de asuntos de doctrina sin importancia, y la contemplación de agradables fábulas de invención humana, ocuparon el tiempo que debiera haberse dedicado a predicar el Evangelio. Las multitudes que podrían haberse convencido y convertido por la fiel presentación de la verdad, quedaban desprevenidas. La piedad menguaba rápidamente y Satanás parecía estar a punto de dominar a los que decían seguir a Cristo.
Fue en esa hora crítica de la historia de la iglesia cuando Juan fue sentenciado al destierro. Nunca antes había necesitado la iglesia su voz como ahora. Casi todos sus anteriores asociados en el ministerio habían sufrido el martirio. El remanente de los creyentes sufría una terrible oposición. Según todas las apariencias, no estaba distante el día cuando los enemigos de la iglesia de Cristo triunfarían.
Pero la mano del Señor se movía invisiblemente en las tinieblas. En la providencia de Dios, Juan fue colocado en un lugar donde Cristo podía darle una maravillosa revelación de sí mismo y de la ver-dad divina para la iluminación de las iglesias.
Los enemigos de la verdad confiaban que al mantener a Juan en el destierro, silenciarían para siempre la voz de un fiel testigo de Dios; pero en Patmos, el discípulo recibió un mensaje cuya influencia continuaría fortaleciendo a la iglesia hasta el fin del tiempo. Aunque no se libraron de la responsabilidad de su mala acción, los que desterraron a Juan llegaron a ser instrumentos en las manos de Dios para realizar los propósitos del Cielo; y el mismo esfuerzo para extinguir la luz destacó vívidamente la verdad.
“Hay hombres que podrían haber tenido un registro tan limpio como el de Daniel. Satanás está jugando sus cartas en procura de vuestra alma. Necesitamos quedar libres y puros de las degradaciones de este mundo. "El que venciere será vestido de vestiduras blancas; y no borraré su nombre del libro de la vida, y confesaré su nombre delante de mi Padre, y delante de sus ángeles". Cristo venció en nuestro lugar. Podemos vencer por el nombre de Jesucristo de Nazaret.
Cuando los redimidos entren por las puertas de la ciudad, Jesucristo les dará la bienvenida a todos, y tendrán arpas de oro y cantarán las glorias de Jesucristo, y vestirán mantos tejidos en los telares del cielo que no tienen hebra alguna de procedencia humana en ellos.
Queremos ir al cielo, y Jesucristo tiene el propósito de que lo logremos si cooperamos con él (Manuscrito 27, 1893)”. La Temperancia: Apéndice B, Una Mayoría con Dios.
“En los días de los apóstoles, los creyentes cristianos estaban llenos de celo y entusiasmo. Tan incansablemente trabajaban por su Maestro que, en un tiempo relativamente corto, a pesar de la terrible oposición, el Evangelio del reino se divulgó en todas las partes habitadas de la tierra. El celo manifesta-do en ese tiempo por los seguidores de Jesús fue registrado por la pluma inspirada como estímulo para los creyentes de todas las épocas. De la iglesia de Efeso, que el Señor Jesús usó como símbolo de toda la iglesia cristiana de los días apostólicos, el Testigo fiel y verdadero declara:
"Yo sé tus obras y tu trabajo y paciencia; y que tú no puedes sufrir los malos, y has probado a los que se dicen ser apóstoles, y no lo son, y los has hallado mentirosos; y has sufrido, y has tenido paciencia, y has trabajado por mi nombre, y no has desfallecido". (Apoc. 2:2-3).
Al principio, la iglesia de Efeso se distinguía por su sencillez y fervor. Los creyentes trataban se-riamente de obedecer cada palabra de Dios, y sus vidas revelaban un firme y sincero amor a Cristo. Se regocijaban en hacer la voluntad de Dios porque el Salvador moraba constantemente en sus corazones. Llenos de amor para con su Redentor, su más alto propósito era ganar almas para él. No pensaron en atesorar para sí el precioso tesoro de la gracia de Cristo. Sentían la importancia de su vocación y, cargados con el mensaje: "Sobre la tierra paz; entre los hombres buena voluntad", ardían en deseos de llevar las buenas nuevas de la salvación a los rincones más remotos de la tierra. Y el mundo conoció que ellos habían estado con Jesús. Pecadores arrepentidos, perdonados, limpiados y santificados se allega-ron a Dios por medio de su Hijo.
Los miembros de la iglesia estaban unidos en sentimiento y acción. El amor a Cristo era la cadena de oro que los unía. Progresaban en un conocimiento del Señor cada vez más perfecto, y en sus vidas se revelaba el gozo y la paz de Cristo. Visitaban a los huérfanos y a las viudas en su aflicción, y se guardaban sin mancha del mundo, pues comprendían que de no hacerlo, estarían contradiciendo su profesión y negando a su Redentor.
La obra se llevaba adelante en cada ciudad. Se convertían almas y a su vez éstas sentían que era su deber hablar a otros acerca del inestimable tesoro que habían recibido. No podían descansar hasta que la luz que había iluminado sus mentes brillara sobre otros. Multitudes de incrédulos se enteraron de las razones de la esperanza cristiana. Se hacían fervientes e inspiradas súplicas personales a los errantes, a los perdidos y a los que, aunque profesaban conocer la verdad, eran más amadores de los placeres que de Dios.
Pero después de un tiempo el celo de los creyentes comenzó a disminuir, y su amor hacia Dios y su amor mutuo decreció. La frialdad penetró en la iglesia. Algunos se olvidaron de la manera maravi-llosa en que habían recibido la verdad. Uno tras otro, los viejos portaestandartes cayeron en su puesto. Algunos de los obreros más jóvenes, que podrían haber sobrellevado las cargas de los soldados de vanguardia, y así haberse preparado para dirigir sabiamente la obra, se habían cansado de las verdades tan a menudo repetidas. En su deseo de algo novedoso y sorprendente, intentaron introducir nuevas fases de doctrina, más placenteras para muchas mentes, pero en desarmonía con los principios fundamentales del Evangelio. A causa de su confianza en sí mismos y su ceguera espiritual no pudieron discernir que esos sofismas serían causa de que muchos pusieran en duda las experiencias anteriores, y así producirían confusión e incredulidad.
Al insistir en esas doctrinas falsas y aparecer diferencias, la vista de muchos fue desviada de Jesús, como el autor y consumador de su fe. La discusión de asuntos de doctrina sin importancia, y la contemplación de agradables fábulas de invención humana, ocuparon el tiempo que debiera haberse dedicado a predicar el Evangelio. Las multitudes que podrían haberse convencido y convertido por la fiel presentación de la verdad, quedaban desprevenidas. La piedad menguaba rápidamente y Satanás parecía estar a punto de dominar a los que decían seguir a Cristo.
Fue en esa hora crítica de la historia de la iglesia cuando Juan fue sentenciado al destierro. Nunca antes había necesitado la iglesia su voz como ahora. Casi todos sus anteriores asociados en el ministerio habían sufrido el martirio. El remanente de los creyentes sufría una terrible oposición. Según todas las apariencias, no estaba distante el día cuando los enemigos de la iglesia de Cristo triunfarían.
Pero la mano del Señor se movía invisiblemente en las tinieblas. En la providencia de Dios, Juan fue colocado en un lugar donde Cristo podía darle una maravillosa revelación de sí mismo y de la ver-dad divina para la iluminación de las iglesias.
Los enemigos de la verdad confiaban que al mantener a Juan en el destierro, silenciarían para siempre la voz de un fiel testigo de Dios; pero en Patmos, el discípulo recibió un mensaje cuya influencia continuaría fortaleciendo a la iglesia hasta el fin del tiempo. Aunque no se libraron de la responsabilidad de su mala acción, los que desterraron a Juan llegaron a ser instrumentos en las manos de Dios para realizar los propósitos del Cielo; y el mismo esfuerzo para extinguir la luz destacó vívidamente la verdad.
Re: Erwin Eulner - Al Que Venciere
Fue en un sábado cuando la gloria del Señor se manifestó al desterrado apóstol. Juan observaba el sábado tan reverentemente en Patmos como cuando predicaba al pueblo de las aldeas y ciudades de Judea. Se aplicaba las preciosas promesas que fueron dadas respecto a ese día. "Yo fui en Espíritu en el día del Señor - escribió Juan - y oí detrás de mí una gran voz como de trompeta, que decía: Yo soy el Alfa y Omega, el primero y el último... Y me volví a ver la voz que hablaba conmigo: y vuelto, vi siete candeleros de oro; y en medio de los siete candeleros, uno semejante al Hijo del hombre". (Apoc. 1:10-13).
Fue ricamente favorecido el discípulo amado. Había visto a su Maestro en el Getsemaní con su rostro marcado con el sudor de sangre de su agonía; "tan desfigurado, era su aspecto más que el de cualquier hombre, y su forma más que la de los hijos de Adán". (Isa. 52:14, V. M.) Le había visto en manos de los soldados romanos, vestido con el viejo manto purpúreo y coronado de espinas. Le había visto pendiendo de la cruz del Calvario, siendo objeto de cruel burla y abuso. Ahora se le permite contemplar una vez más a su Señor. Pero, ¡cuán distinta es su apariencia! Ya no es varón de dolores, despreciado y humillado por los hombres. Lleva vestiduras de brillantez celestial. "Su cabeza y sus cabellos eran blancos como la lana blanca, como la nieve; y sus ojos como llama de fuego; y sus pies semejantes al latón fino, ardientes como en un horno". (Apoc. 1:14-15). Su voz era como el estruendo de muchas aguas. Su rostro brillaba como el sol. En su mano tenía siete estrellas, y de su boca salía una espada aguda de dos filos, emblema del poder de su palabra. Patmos resplandeció con la gloria del Señor resucitado.
"Y cuando yo le vi - escribió Juan - caí como muerto a sus pies. Y él puso su diestra sobre mí, diciéndome: No temas". (Apoc. 1:17).
Juan fue fortalecido para vivir en la presencia de su Señor glorificado. Entonces ante sus maravillados ojos fueron abiertas las glorias del cielo. Le fue permitido ver el trono de Dios y, mirando más allá de los conflictos de la tierra, contemplar la hueste de los redimidos con sus vestiduras blancas. Oyó la música de los ángeles del cielo, y los cantos de triunfo de los que habían vencido por la sangre del Cordero y la palabra de su testimonio. En la revelación que vio se desarrolló una escena tras otra de conmovedor interés en la experiencia del pueblo de Dios, y la historia de la iglesia fue predicha hasta el mismo fin del tiempo. En figuras y símbolos, se le presentaron a Juan asuntos de gran importancia, que él debía registrar para que los hijos de Dios que vivían en su tiempo y los que vivieran en siglos futuros pudieran tener una comprensión inteligente de los peligros y conflictos que los esperaban.
Esa revelación fue dada para la orientación y el aliento de la iglesia durante la dispensación cristiana. Y sin embargo ha habido maestros religiosos que declararon que es un libro sellado y que sus secretos no pueden explicarse. Como resultado, muchos han dejado de lado el registro profético y rehusado dedicar tiempo al estudio de sus misterios. Pero Dios no desea que su pueblo considere así ese libro. Es "la revelación de Jesucristo, que Dios le dio, para manifestar a sus siervos las cosas que deben suceder presto". "Bienaventurado el que lee - dijo el Señor - y los que oyen las palabras de esta profecía, y guardan las cosas en ella escritas: porque el tiempo está cerca". (Apoc. 1:1,3). "Porque yo protesto a cualquiera que oye las palabras de la profecía de este libro: Si alguno añadiere a estas cosas, Dios pon-drá sobre él las plagas que están escritas en este libro. Y si alguno quitare de las palabras del libro de esta profecía, Dios quitaré su parte del libro de la vida, y de la santa ciudad, y de las cosas que están escritas en este libro. El que da testimonio de estas cosas, dice: Ciertamente, vengo en breve". (Apoc. 22:18-20).
Apocalipsis entran reveladas las cosas profundas de Dios. El nombre mismo que fue dado a sus páginas inspiradas: El Apocalipsis o Revelación, contradice la afirmación de que es un libro sellado. Una revelación es algo revelado. El Señor mismo reveló a su siervo los misterios contenidos en dicho libro y es su propósito que estén abiertos al estudio de todos. Sus verdades se dirigen tanto a los que viven en los últimos días de la historia de esta tierra como a los que vivían los días de Juan. Algunas de las escenas descritas en esa profecía pertenecen al pasado, otras se están cumpliendo ahora; algunas tienen que ver con el fin del gran conflicto entre los poderes de las tinieblas y el Príncipe del cielo, y otras revelan los triunfos y alegrías de los redimidos en la tierra nueva.
Nadie piense que al no poder explicar el significado de cada símbolo del Apocalipsis, es inútil seguir escudriñando el libro en un esfuerzo de conocer el significado de la verdad que contiene. El que reveló esos misterios a Juan dará al Investigador diligente de la verdad un goce anticipado de las cosas celestiales. Los que tengan sus corazones abiertos para la recepción de la verdad, serán capacitados para entender sus enseñanzas, y se les otorgará la bendición prometida a los que "oyen las palabras de esta profecía, y guardan las cosas en ella escritas".
En el Apocalipsis todos los libros de la Biblia se encuentran y terminan. En él está el complemento del libro de Daniel. Uno es una profecía, el otro una revelación. El libro que fue sellado no fue el Apocalipsis, sino aquella porción de la profecía de Daniel que se refiere a los últimos días. El ángel or-denó: "Tú empero Daniel, cierra las palabras y sella el libro hasta el tiempo del fin". (Dan. 12:4).
Fue ricamente favorecido el discípulo amado. Había visto a su Maestro en el Getsemaní con su rostro marcado con el sudor de sangre de su agonía; "tan desfigurado, era su aspecto más que el de cualquier hombre, y su forma más que la de los hijos de Adán". (Isa. 52:14, V. M.) Le había visto en manos de los soldados romanos, vestido con el viejo manto purpúreo y coronado de espinas. Le había visto pendiendo de la cruz del Calvario, siendo objeto de cruel burla y abuso. Ahora se le permite contemplar una vez más a su Señor. Pero, ¡cuán distinta es su apariencia! Ya no es varón de dolores, despreciado y humillado por los hombres. Lleva vestiduras de brillantez celestial. "Su cabeza y sus cabellos eran blancos como la lana blanca, como la nieve; y sus ojos como llama de fuego; y sus pies semejantes al latón fino, ardientes como en un horno". (Apoc. 1:14-15). Su voz era como el estruendo de muchas aguas. Su rostro brillaba como el sol. En su mano tenía siete estrellas, y de su boca salía una espada aguda de dos filos, emblema del poder de su palabra. Patmos resplandeció con la gloria del Señor resucitado.
"Y cuando yo le vi - escribió Juan - caí como muerto a sus pies. Y él puso su diestra sobre mí, diciéndome: No temas". (Apoc. 1:17).
Juan fue fortalecido para vivir en la presencia de su Señor glorificado. Entonces ante sus maravillados ojos fueron abiertas las glorias del cielo. Le fue permitido ver el trono de Dios y, mirando más allá de los conflictos de la tierra, contemplar la hueste de los redimidos con sus vestiduras blancas. Oyó la música de los ángeles del cielo, y los cantos de triunfo de los que habían vencido por la sangre del Cordero y la palabra de su testimonio. En la revelación que vio se desarrolló una escena tras otra de conmovedor interés en la experiencia del pueblo de Dios, y la historia de la iglesia fue predicha hasta el mismo fin del tiempo. En figuras y símbolos, se le presentaron a Juan asuntos de gran importancia, que él debía registrar para que los hijos de Dios que vivían en su tiempo y los que vivieran en siglos futuros pudieran tener una comprensión inteligente de los peligros y conflictos que los esperaban.
Esa revelación fue dada para la orientación y el aliento de la iglesia durante la dispensación cristiana. Y sin embargo ha habido maestros religiosos que declararon que es un libro sellado y que sus secretos no pueden explicarse. Como resultado, muchos han dejado de lado el registro profético y rehusado dedicar tiempo al estudio de sus misterios. Pero Dios no desea que su pueblo considere así ese libro. Es "la revelación de Jesucristo, que Dios le dio, para manifestar a sus siervos las cosas que deben suceder presto". "Bienaventurado el que lee - dijo el Señor - y los que oyen las palabras de esta profecía, y guardan las cosas en ella escritas: porque el tiempo está cerca". (Apoc. 1:1,3). "Porque yo protesto a cualquiera que oye las palabras de la profecía de este libro: Si alguno añadiere a estas cosas, Dios pon-drá sobre él las plagas que están escritas en este libro. Y si alguno quitare de las palabras del libro de esta profecía, Dios quitaré su parte del libro de la vida, y de la santa ciudad, y de las cosas que están escritas en este libro. El que da testimonio de estas cosas, dice: Ciertamente, vengo en breve". (Apoc. 22:18-20).
Apocalipsis entran reveladas las cosas profundas de Dios. El nombre mismo que fue dado a sus páginas inspiradas: El Apocalipsis o Revelación, contradice la afirmación de que es un libro sellado. Una revelación es algo revelado. El Señor mismo reveló a su siervo los misterios contenidos en dicho libro y es su propósito que estén abiertos al estudio de todos. Sus verdades se dirigen tanto a los que viven en los últimos días de la historia de esta tierra como a los que vivían los días de Juan. Algunas de las escenas descritas en esa profecía pertenecen al pasado, otras se están cumpliendo ahora; algunas tienen que ver con el fin del gran conflicto entre los poderes de las tinieblas y el Príncipe del cielo, y otras revelan los triunfos y alegrías de los redimidos en la tierra nueva.
Nadie piense que al no poder explicar el significado de cada símbolo del Apocalipsis, es inútil seguir escudriñando el libro en un esfuerzo de conocer el significado de la verdad que contiene. El que reveló esos misterios a Juan dará al Investigador diligente de la verdad un goce anticipado de las cosas celestiales. Los que tengan sus corazones abiertos para la recepción de la verdad, serán capacitados para entender sus enseñanzas, y se les otorgará la bendición prometida a los que "oyen las palabras de esta profecía, y guardan las cosas en ella escritas".
En el Apocalipsis todos los libros de la Biblia se encuentran y terminan. En él está el complemento del libro de Daniel. Uno es una profecía, el otro una revelación. El libro que fue sellado no fue el Apocalipsis, sino aquella porción de la profecía de Daniel que se refiere a los últimos días. El ángel or-denó: "Tú empero Daniel, cierra las palabras y sella el libro hasta el tiempo del fin". (Dan. 12:4).
Re: Erwin Eulner - Al Que Venciere
Fue Cristo quien ordenó al apóstol que escribiera lo que le iba a ser revelado. "Escribe en un libro lo que ves - le mandó - y envíalo a las siete iglesias que están en Asia; a Efeso, y a Smirna, y a Pérgamo, y a Tiatira, y a Sardis, y a Filadelfia, y a Laodicea". "Yo soy... el que vivo, y he sido muerto; y he aquí que vivo por siglos de siglos... Escribe las cosas que has visto, y las que son, y las que han de ser después de éstas: el misterio de las siete estrellas que has visto en mi diestra, y los siete candeleros de oro. Las siete estrellas son los ángeles de las siete iglesias; y los siete candeleros que has visto, son las siete iglesias". (Apoc. 1:11,17-20).
Los nombres de éstas son un símbolo de la iglesia en diferentes períodos de la era cristiana. El número siete indica algo completo, y significa que los mensajes se extienden hasta el fin del tiempo, mientras que los símbolos usados revelan la condición de la iglesia en diferentes períodos de la historia.
Se habla de Cristo como caminando en medio de los candeleros de oro. Así se simboliza su relación con las iglesia. Está en constante comunicación con su pueblo. Conoce su real condición. Observa su orden, su piedad, su devoción. Aunque es el sumo sacerdote y mediador en el santuario celestial, se le representa como caminando de aquí para allá en medio de sus iglesias en la tierra. Con incansable desvelo y constante vigilancia, observa para ver si la luz de alguno de sus centinelas arde débilmente o si se apaga. Si el candelero fuera dejado al mero cuidado humano, la vacilante llama languidecería y moriría; pero él es el verdadero centinela en la casa del Señor, el fiel guardián de los atrios del templo. Su cuidado constante y su gracia sostenedora son la fuente de la vida y la luz.
Cristo fue presentado como sosteniendo las siete estrellas en su mano derecha. Esto nos asegura que ninguna iglesia que sea fiel a su cometido necesita temer la destrucción; porque ninguna estrella que tiene la protección del Omnipotente puede ser arrancada de la mano de Cristo.
"El que tiene las siete estrellas en su diestra... dice estas cosas". (Apoc. 2: 1.) Estas palabras son dirigidas a los maestros de la iglesia, a aquellos a quienes Dios confió pesadas responsabilidades. Las dulces influencias que han de abundar en la iglesia están vinculadas estrechamente con los ministros de Dios, quienes deben revelar el amor de Cristo. Las estrellas del cielo están bajo su dirección. Las llena de luz; guía y dirige sus movimientos. Si no lo hiciera, llegarían a ser estrellas caídas. Así es con sus ministros. Son instrumentos en sus manos, y todo lo bueno que pueden hacer es realizado por medio del poder divino. Por medio de ellos se difunde la luz del Salvador, quien ha de ser su eficiencia. Si tan sólo miraran a él como él miraba al Padre, serían capacitados para hacer su obra. Cuando dependan de Dios, él les dará su esplendor para reflejarlo al mundo.
En el comienzo de la historia de la iglesia, el misterio de iniquidad, predicho por el apóstol Pablo, comenzó a hacer su obra impía; y al insistir en sus herejías los falsos maestros, acerca de los cuales Pablo amonestó a los creyentes, muchos fueron engañados por falsas doctrinas. Algunos vacilaron bajo las pruebas, y fueron tentados a abandonar la fe. En el tiempo cuando Juan recibía esta revelación, muchos habían perdido su primer amor a la verdad del Evangelio. Pero en su misericordia Dios no dejó que su iglesia permaneciese en la apostasía. En un mensaje de infinita ternura reveló su amor hacia ella, y su deseo de que hiciera una obra segura para la eternidad. "Recuerda -rogó- de dónde has caído, y arre-piéntete, y haz las primeras obras". (Apoc. 2:5).
La iglesia tenía defectos, y necesitaba severa reprensión y corrección; y Juan fue inspirado a escribir mensajes de amonestación, reprensión y ruego a los que, habiendo perdido de vista los principios fundamentales del Evangelio, ponían en peligro la esperanza de su salvación. Pero las palabras de reproche que Dios halla necesario enviar se pronuncian siempre con tierno amor, y con la promesa de paz a cada creyente arrepentido. "He aquí, yo estoy a la puerta y llamo - dice el Señor- si alguno oyere mi voz y abriere la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo". (Apoc. 3: 20).
Y para los que en medio del conflicto mantuviesen su fe en Dios, le fueron confiadas al profeta estas palabras de encomio y promesa: "Yo conozco tus obras: he aquí, he dado una puerta abierta delan-te de ti, la cual ninguno puede cerrar; porque tienes un poco de potencia, y has guardado mi palabra, y no has negado mi nombre... Porque has guardado la palabra de mi paciencia, yo también te guardaré de la hora de la tentación que ha de venir en todo el mundo, para probar a los que moran en la tierra." Se amonestó al creyente: "Sé vigilante y confirma las otras cosas que están para morir." "He aquí, yo vengo presto; retén lo que tienes, para que ninguno tome tu corona". (Apoc. 3: 8,10, 2,11).
Por medio de uno que declaró ser "hermano, y participante en la tribulación" (Apoc. 1:9), Cristo reveló a su iglesia las cosas que ella debía sufrir por su causa. Al penetrar con su vista a través de largos siglos de tinieblas y superstición, el anciano desterrado vio a multitudes sufrir el martirio por causa
de su amor haca la verdad. Pero también vio que Aquel que sostuvo a sus primeros testigos, no olvidaría a sus fieles seguidores durante los siglos de persecución que debían venir antes del fin del tiempo. "No tengas ningún temor de las cosas que has de padecer - declara el Señor- He aquí, el diablo ha de enviar algunos de vosotros a la cárcel, para que seáis probados, y tendréis tribulación... Sé fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida". (Apoc. 2:10).
Y para todos los fieles que están luchando contra el mal, Juan oyó hacer las promesas: "Al que venciere, daré a comer del árbol de la vida, el cual está en medio del paraíso de Dios". "El que venciere, será vestido de vestiduras blancas: y no borraré su nombre del libro de la vida, y confesaré su nombre delante de mi Padre y delante de sus ángeles". "Al que venciere, yo le daré que se siente conmigo en mi trono; así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono". (Apoc. 2:7; 3:5, 21).
Juan vio la misericordia, la ternura y el amor de Dios mezclados con su santidad, justicia y poder. Vio a los pecadores hallar un Padre en Aquel a quien sus pecados les habían hecho temer. Y mirando más allá de la culminación del gran conflicto, contempló en Sión a "los que habían alcanzado la victo-ria... estar sobre el mar de vidrio, teniendo las arpas de Dios," y cantando el cántico de Moisés y del Cordero. (Apoc. 15: 2, 3.)
El Salvador se presenta ante Juan bajo los símbolos del "león de la tribu de Judá" y de "un Cordero como inmolado". (Apoc. 5:5-6.) Dichos símbolos representan la unión del poder omnipotente con el abnegado sacrificio de amor. El león de Judá, tan terrible para los que rechazan su gracia, es el Cordero de Dios para el obediente y fiel. La columna de fuego que anuncia terror e ira al transgresor de la ley de Dios, es una señal de misericordia y liberación para los que guardan sus mandamientos. El brazo que es fuerte para herir a los rebeldes, será fuerte para librar a los leales. Todo el que sea fiel será salvo. "Enviará sus ángeles con gran voz de trompeta, y juntarán sus escogidos de los cuatro vientos, de un cabo del cielo hasta el otro". (Mat. 24:31).
En comparación con los millones del mundo, los hijos de Dios serán, como siempre lo fueron, un rebaño pequeño; pero si permanecen de parte de la verdad como está revelada en su Palabra, Dios será su refugio. Están bajo el amplio escudo de la Omnipotencia. Dios constituye siempre una mayoría. Cuando el sonido de la final trompeta penetre en la prisión de la muerte, y los justos se levanten con triunfo, exclamando: "¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿dónde, oh sepulcro, tu victoria?" (1 Cor. 15: 55) para unirse con Dios, con Cristo, con los ángeles y con los fieles de todas las edades, los hijos de Dios serán una gran mayoría.
Los nombres de éstas son un símbolo de la iglesia en diferentes períodos de la era cristiana. El número siete indica algo completo, y significa que los mensajes se extienden hasta el fin del tiempo, mientras que los símbolos usados revelan la condición de la iglesia en diferentes períodos de la historia.
Se habla de Cristo como caminando en medio de los candeleros de oro. Así se simboliza su relación con las iglesia. Está en constante comunicación con su pueblo. Conoce su real condición. Observa su orden, su piedad, su devoción. Aunque es el sumo sacerdote y mediador en el santuario celestial, se le representa como caminando de aquí para allá en medio de sus iglesias en la tierra. Con incansable desvelo y constante vigilancia, observa para ver si la luz de alguno de sus centinelas arde débilmente o si se apaga. Si el candelero fuera dejado al mero cuidado humano, la vacilante llama languidecería y moriría; pero él es el verdadero centinela en la casa del Señor, el fiel guardián de los atrios del templo. Su cuidado constante y su gracia sostenedora son la fuente de la vida y la luz.
Cristo fue presentado como sosteniendo las siete estrellas en su mano derecha. Esto nos asegura que ninguna iglesia que sea fiel a su cometido necesita temer la destrucción; porque ninguna estrella que tiene la protección del Omnipotente puede ser arrancada de la mano de Cristo.
"El que tiene las siete estrellas en su diestra... dice estas cosas". (Apoc. 2: 1.) Estas palabras son dirigidas a los maestros de la iglesia, a aquellos a quienes Dios confió pesadas responsabilidades. Las dulces influencias que han de abundar en la iglesia están vinculadas estrechamente con los ministros de Dios, quienes deben revelar el amor de Cristo. Las estrellas del cielo están bajo su dirección. Las llena de luz; guía y dirige sus movimientos. Si no lo hiciera, llegarían a ser estrellas caídas. Así es con sus ministros. Son instrumentos en sus manos, y todo lo bueno que pueden hacer es realizado por medio del poder divino. Por medio de ellos se difunde la luz del Salvador, quien ha de ser su eficiencia. Si tan sólo miraran a él como él miraba al Padre, serían capacitados para hacer su obra. Cuando dependan de Dios, él les dará su esplendor para reflejarlo al mundo.
En el comienzo de la historia de la iglesia, el misterio de iniquidad, predicho por el apóstol Pablo, comenzó a hacer su obra impía; y al insistir en sus herejías los falsos maestros, acerca de los cuales Pablo amonestó a los creyentes, muchos fueron engañados por falsas doctrinas. Algunos vacilaron bajo las pruebas, y fueron tentados a abandonar la fe. En el tiempo cuando Juan recibía esta revelación, muchos habían perdido su primer amor a la verdad del Evangelio. Pero en su misericordia Dios no dejó que su iglesia permaneciese en la apostasía. En un mensaje de infinita ternura reveló su amor hacia ella, y su deseo de que hiciera una obra segura para la eternidad. "Recuerda -rogó- de dónde has caído, y arre-piéntete, y haz las primeras obras". (Apoc. 2:5).
La iglesia tenía defectos, y necesitaba severa reprensión y corrección; y Juan fue inspirado a escribir mensajes de amonestación, reprensión y ruego a los que, habiendo perdido de vista los principios fundamentales del Evangelio, ponían en peligro la esperanza de su salvación. Pero las palabras de reproche que Dios halla necesario enviar se pronuncian siempre con tierno amor, y con la promesa de paz a cada creyente arrepentido. "He aquí, yo estoy a la puerta y llamo - dice el Señor- si alguno oyere mi voz y abriere la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo". (Apoc. 3: 20).
Y para los que en medio del conflicto mantuviesen su fe en Dios, le fueron confiadas al profeta estas palabras de encomio y promesa: "Yo conozco tus obras: he aquí, he dado una puerta abierta delan-te de ti, la cual ninguno puede cerrar; porque tienes un poco de potencia, y has guardado mi palabra, y no has negado mi nombre... Porque has guardado la palabra de mi paciencia, yo también te guardaré de la hora de la tentación que ha de venir en todo el mundo, para probar a los que moran en la tierra." Se amonestó al creyente: "Sé vigilante y confirma las otras cosas que están para morir." "He aquí, yo vengo presto; retén lo que tienes, para que ninguno tome tu corona". (Apoc. 3: 8,10, 2,11).
Por medio de uno que declaró ser "hermano, y participante en la tribulación" (Apoc. 1:9), Cristo reveló a su iglesia las cosas que ella debía sufrir por su causa. Al penetrar con su vista a través de largos siglos de tinieblas y superstición, el anciano desterrado vio a multitudes sufrir el martirio por causa
de su amor haca la verdad. Pero también vio que Aquel que sostuvo a sus primeros testigos, no olvidaría a sus fieles seguidores durante los siglos de persecución que debían venir antes del fin del tiempo. "No tengas ningún temor de las cosas que has de padecer - declara el Señor- He aquí, el diablo ha de enviar algunos de vosotros a la cárcel, para que seáis probados, y tendréis tribulación... Sé fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida". (Apoc. 2:10).
Y para todos los fieles que están luchando contra el mal, Juan oyó hacer las promesas: "Al que venciere, daré a comer del árbol de la vida, el cual está en medio del paraíso de Dios". "El que venciere, será vestido de vestiduras blancas: y no borraré su nombre del libro de la vida, y confesaré su nombre delante de mi Padre y delante de sus ángeles". "Al que venciere, yo le daré que se siente conmigo en mi trono; así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono". (Apoc. 2:7; 3:5, 21).
Juan vio la misericordia, la ternura y el amor de Dios mezclados con su santidad, justicia y poder. Vio a los pecadores hallar un Padre en Aquel a quien sus pecados les habían hecho temer. Y mirando más allá de la culminación del gran conflicto, contempló en Sión a "los que habían alcanzado la victo-ria... estar sobre el mar de vidrio, teniendo las arpas de Dios," y cantando el cántico de Moisés y del Cordero. (Apoc. 15: 2, 3.)
El Salvador se presenta ante Juan bajo los símbolos del "león de la tribu de Judá" y de "un Cordero como inmolado". (Apoc. 5:5-6.) Dichos símbolos representan la unión del poder omnipotente con el abnegado sacrificio de amor. El león de Judá, tan terrible para los que rechazan su gracia, es el Cordero de Dios para el obediente y fiel. La columna de fuego que anuncia terror e ira al transgresor de la ley de Dios, es una señal de misericordia y liberación para los que guardan sus mandamientos. El brazo que es fuerte para herir a los rebeldes, será fuerte para librar a los leales. Todo el que sea fiel será salvo. "Enviará sus ángeles con gran voz de trompeta, y juntarán sus escogidos de los cuatro vientos, de un cabo del cielo hasta el otro". (Mat. 24:31).
En comparación con los millones del mundo, los hijos de Dios serán, como siempre lo fueron, un rebaño pequeño; pero si permanecen de parte de la verdad como está revelada en su Palabra, Dios será su refugio. Están bajo el amplio escudo de la Omnipotencia. Dios constituye siempre una mayoría. Cuando el sonido de la final trompeta penetre en la prisión de la muerte, y los justos se levanten con triunfo, exclamando: "¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿dónde, oh sepulcro, tu victoria?" (1 Cor. 15: 55) para unirse con Dios, con Cristo, con los ángeles y con los fieles de todas las edades, los hijos de Dios serán una gran mayoría.
Re: Erwin Eulner - Al Que Venciere
Los verdaderos discípulos de Cristo le siguen a través de duros conflictos, siendo abnegados y experimentando amargos desengaños; pero eso les muestra la culpabilidad y la miseria del pecado y son inducidos a mirarlo con aborrecimiento. Participantes en los sufrimientos de Cristo, son destinados a ser participantes de su gloria. En santa visión el profeta vio el postrer triunfo de la iglesia remanente de Dios. Esto fue lo que escribió:
"Y vi así como un mar de vidrio mezclado con fuego; y los que habían alcanzado la victoria... estar sobre el mar de vidrio, teniendo las arpas de Dios. Y cantan el cántico de Moisés siervo de Dios, y el cántico del Cordero, diciendo: Grandes y maravillosas son tus obras, Señor Dios Todopoderoso; jus-tos y verdaderos son tus caminos, Rey de los santos". (Apoc. 15:2-3).
"Y miré, y he aquí, el Cordero estaba sobre el monte de Sión, y con él ciento cuarenta y cuatro mil, que tenían el nombre de su Padre escrito en sus frentes". (Apoc. 14:1). En este mundo habían consagrado sus mentes a Dios; le habían servido con la inteligencia y el corazón; y ahora él puede poner su nombre "en sus frentes". "Y reinarán para siempre jamás". (Apoc. 22:5). No entrarán y saldrán como quienes mendigan un lugar. Pertenecerán a aquellos de los cuales Cristo dijo: "Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo". Les dará la bienvenida como a hijos, diciéndoles: "Entra en el gozo de tu Señor". (Mat. 25:34,2I).
"Estos, los que siguen al Cordero por dondequiera que fuere. Estos fueron comprados de entre los hombres por primicias para Dios y para el Cordero". (Apoc. 14:4-5). La visión del profeta los coloca frente al Monte de Sión, ceñidos para un servicio santo, vestidos de lino blanco, que es la justificación de los santos. Pero todo el que siga al Cordero en el cielo, primeramente tiene que seguirle en la tierra, no con inquietud o caprichosamente, sino con confianza, amor y obediencia voluntaria; como la oveja sigue al pastor.
"Y oí una voz de tañedores de arpas que tañían con sus arpas: y cantaban como un cántico nuevo delante del trono,... y ninguno podía aprender el cántico sino aquellos ciento cuarenta y cuatro mil, los cuales fueron comprados de entre los de la tierra... En sus bocas no ha sido hallado engaño; porque ellos son sin mácula delante del trono de Dios". (Apoc. 14:2-5).
"Y yo Juan vi la santa ciudad, Jerusalén nueva, que descendía del cielo, de Dios, dispuesta como una esposa ataviada para su marido". "Teniendo la claridad de Dios; y su luz era semejante a una piedra preciosísima, como piedra de jaspe, resplandeciente como cristal. Y tenía un muro grande y alto con doce puertas; y en las puertas, doce ángeles, y nombres escritos, que son los de las doce tribus de los hijos de Israel". "Las doce puertas eran doce perlas, en cada una, una; cada puerta era de una perla. Y la plaza de la ciudad era de oro puro como vidrio transparente. Y no vi en ella templo; porque el Señor Dios Todopoderoso es el templo de ella, y el Cordero". (Apoc. 21:2,11,13,12,21,22).
"Y no habrá más maldición; sino que el trono de Dios y del Cordero estará en ella, y sus siervos le servirán. Y verán su cara; y su nombre estará en sus frentes. Y allí no habrá más noche; y no tienen ne-cesidad de lumbre de antorcha, ni de lumbre del sol: porque el Señor Dios los alumbrará". (Apoc. 22:3-5).
"Me mostró un río limpio de agua de vida, resplandeciente como cristal, que salía del trono de Dios y del Cordero. En el medio de la plaza de ella, y de la una y de la otra parte del río, estaba el árbol de vida, que lleva doce frutos, dando cada mes su fruto: y las hojas del árbol eran para la sanidad de las naciones". "Bienaventurados los que guardan sus mandamientos, para que su potencia sea en el árbol de la vida, y que entren por las puertas en la ciudad". (Apoc. 22:1-2,14).
"Y oí una gran voz del cielo que decía: He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y el mismo Dios será su Dios con ellos". (Apoc. 21:3.)”. Hechos de los Apóstoles: Capítulo 57.
“"El que venciere será vestido de vestiduras blancas; y no borraré -¡oh, qué precioso es ese 'no'!- su nombre del libro de la vida, y confesaré su nombre delante de mi Padre, y delante de sus ángeles" (Apoc. 3: 5). Cuando las puertas de la ciudad de Dios giren sobre sus brillantes goznes, y las naciones que guardaron la verdad pasen por ellas, Cristo estará allí para damos la bienvenida y llamarnos benditos de su Padre porque habremos vencido. Nos dará la bienvenida delante del Padre y de sus ángeles. Cuando entremos en el reino de Dios para pasar allí la eternidad, las pruebas, dificultades y perplejidades que tuvimos desaparecerán en la insignificancia. Nuestra vida se medirá con la vida de Dios.- The General Conference Bulletin, 6 de abril de 1903”. Recibiréis Poder: 20 de Diciembre.
“En el juicio, todos, los que se han arrepentido realmente del pecado, y por fe han reclamado la sangre de Cristo como su sacrificio expiatorio, han tenido el perdón registrado junto a sus nombres en los libros del cielo; al haber sido participantes de la justicia de Cristo, y sus caracteres encontrados en armonía con la ley de Dios, sus pecados serán borrados, y ellos mismos serán considerados dignos de la vida eterna... Jesús dijo: "El que venciere será vestido de vestiduras blancas; y no borraré su nombre del libro de la vida, y confesaré su nombre delante de mi Padre, y delante de sus ángeles" (Apoc. 3:5).- Southern Watchman, 10 de Octubre de 1905”. Reflejemos a Jesús: 17 de Febrero.
"Y vi así como un mar de vidrio mezclado con fuego; y los que habían alcanzado la victoria... estar sobre el mar de vidrio, teniendo las arpas de Dios. Y cantan el cántico de Moisés siervo de Dios, y el cántico del Cordero, diciendo: Grandes y maravillosas son tus obras, Señor Dios Todopoderoso; jus-tos y verdaderos son tus caminos, Rey de los santos". (Apoc. 15:2-3).
"Y miré, y he aquí, el Cordero estaba sobre el monte de Sión, y con él ciento cuarenta y cuatro mil, que tenían el nombre de su Padre escrito en sus frentes". (Apoc. 14:1). En este mundo habían consagrado sus mentes a Dios; le habían servido con la inteligencia y el corazón; y ahora él puede poner su nombre "en sus frentes". "Y reinarán para siempre jamás". (Apoc. 22:5). No entrarán y saldrán como quienes mendigan un lugar. Pertenecerán a aquellos de los cuales Cristo dijo: "Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo". Les dará la bienvenida como a hijos, diciéndoles: "Entra en el gozo de tu Señor". (Mat. 25:34,2I).
"Estos, los que siguen al Cordero por dondequiera que fuere. Estos fueron comprados de entre los hombres por primicias para Dios y para el Cordero". (Apoc. 14:4-5). La visión del profeta los coloca frente al Monte de Sión, ceñidos para un servicio santo, vestidos de lino blanco, que es la justificación de los santos. Pero todo el que siga al Cordero en el cielo, primeramente tiene que seguirle en la tierra, no con inquietud o caprichosamente, sino con confianza, amor y obediencia voluntaria; como la oveja sigue al pastor.
"Y oí una voz de tañedores de arpas que tañían con sus arpas: y cantaban como un cántico nuevo delante del trono,... y ninguno podía aprender el cántico sino aquellos ciento cuarenta y cuatro mil, los cuales fueron comprados de entre los de la tierra... En sus bocas no ha sido hallado engaño; porque ellos son sin mácula delante del trono de Dios". (Apoc. 14:2-5).
"Y yo Juan vi la santa ciudad, Jerusalén nueva, que descendía del cielo, de Dios, dispuesta como una esposa ataviada para su marido". "Teniendo la claridad de Dios; y su luz era semejante a una piedra preciosísima, como piedra de jaspe, resplandeciente como cristal. Y tenía un muro grande y alto con doce puertas; y en las puertas, doce ángeles, y nombres escritos, que son los de las doce tribus de los hijos de Israel". "Las doce puertas eran doce perlas, en cada una, una; cada puerta era de una perla. Y la plaza de la ciudad era de oro puro como vidrio transparente. Y no vi en ella templo; porque el Señor Dios Todopoderoso es el templo de ella, y el Cordero". (Apoc. 21:2,11,13,12,21,22).
"Y no habrá más maldición; sino que el trono de Dios y del Cordero estará en ella, y sus siervos le servirán. Y verán su cara; y su nombre estará en sus frentes. Y allí no habrá más noche; y no tienen ne-cesidad de lumbre de antorcha, ni de lumbre del sol: porque el Señor Dios los alumbrará". (Apoc. 22:3-5).
"Me mostró un río limpio de agua de vida, resplandeciente como cristal, que salía del trono de Dios y del Cordero. En el medio de la plaza de ella, y de la una y de la otra parte del río, estaba el árbol de vida, que lleva doce frutos, dando cada mes su fruto: y las hojas del árbol eran para la sanidad de las naciones". "Bienaventurados los que guardan sus mandamientos, para que su potencia sea en el árbol de la vida, y que entren por las puertas en la ciudad". (Apoc. 22:1-2,14).
"Y oí una gran voz del cielo que decía: He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y el mismo Dios será su Dios con ellos". (Apoc. 21:3.)”. Hechos de los Apóstoles: Capítulo 57.
“"El que venciere será vestido de vestiduras blancas; y no borraré -¡oh, qué precioso es ese 'no'!- su nombre del libro de la vida, y confesaré su nombre delante de mi Padre, y delante de sus ángeles" (Apoc. 3: 5). Cuando las puertas de la ciudad de Dios giren sobre sus brillantes goznes, y las naciones que guardaron la verdad pasen por ellas, Cristo estará allí para damos la bienvenida y llamarnos benditos de su Padre porque habremos vencido. Nos dará la bienvenida delante del Padre y de sus ángeles. Cuando entremos en el reino de Dios para pasar allí la eternidad, las pruebas, dificultades y perplejidades que tuvimos desaparecerán en la insignificancia. Nuestra vida se medirá con la vida de Dios.- The General Conference Bulletin, 6 de abril de 1903”. Recibiréis Poder: 20 de Diciembre.
“En el juicio, todos, los que se han arrepentido realmente del pecado, y por fe han reclamado la sangre de Cristo como su sacrificio expiatorio, han tenido el perdón registrado junto a sus nombres en los libros del cielo; al haber sido participantes de la justicia de Cristo, y sus caracteres encontrados en armonía con la ley de Dios, sus pecados serán borrados, y ellos mismos serán considerados dignos de la vida eterna... Jesús dijo: "El que venciere será vestido de vestiduras blancas; y no borraré su nombre del libro de la vida, y confesaré su nombre delante de mi Padre, y delante de sus ángeles" (Apoc. 3:5).- Southern Watchman, 10 de Octubre de 1905”. Reflejemos a Jesús: 17 de Febrero.
Re: Erwin Eulner - Al Que Venciere
6.- Apoc. 3:12-13.-
“Al que venciere, yo lo haré columna en el templo de mi Dios, y nunca más saldrá de allí; y escribiré sobre él el nombre de mi Dios, y el nombre de la ciudad de mi Dios, la nueva Jerusalén, la cual desciende del cielo, de mi Dios, y mi nombre nuevo. El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias”.
“Todos los que entraren allí poseerán el manto de la justicia de Cristo, y sobre sus frentes se verá el nombre de Dios. Este nombre es el símbolo que el apóstol vio en visión, y significa la sumisión de la mente a una obediencia inteligente y leal a todos los mandamientos de Dios. YI 18-08-1886.
El conflicto que estamos atravesando es el último que tendremos en este mundo. Nos encontra-mos en lo más reñido del mismo. Los dos bandos están luchando por alcanzar la supremacía. En esta contienda no podemos ser neutrales. Debemos colocarnos de un lado o del otro. Si nos situamos del lado de Cristo, si lo reconocemos ante el mundo en palabra y en hecho, seremos un testimonio viviente que declara a quién hemos decidido servir y honrar. En esta hora importante de la historia de la tierra no podemos permitirnos dejar a nadie en la incertidumbre respecto a qué grupo pertenecemos...
A fin de obtener la victoria sobre todos los ardides del enemigo, debemos aferrarnos a un poder que está fuera y más allá de nosotros mismos. Debemos mantener una relación constante y viviente con Cristo, que tiene poder para otorgar la victoria a toda alma que se mantenga en actitud de fe y humil-dad... Como los que esperamos recibir la recompensa del vencedor, debemos avanzar en la lucha cris-tiana aunque en cada avance hallemos oposición... No debemos ceder en ninguno de los puntos sobre los cuales ya hemos obtenido la victoria... Como vencedores, reinaremos con Cristo en las cortes celestiales; y debemos vencer mediante la sangre del Cordero y la Palabra de nuestro testimonio. "Al que venciere, yo le haré columna en el templo de mi Dios". RH 19-07-1908”. Hijos e Hijas de Dios: Co-lumnas en Su Templo.
“Resulta maravilloso que Cristo se revelara a Juan tal como es, y extraño que se dirigiera a las iglesias de ese modo. Pero deberíamos recordar que la iglesia, aunque débil y defectuosa es objeto del supremo cuidado de Cristo. Constantemente vela sobre ella con tierna solicitud y la fortalece con su Espíritu Santo. Como miembros de su iglesia, ¿le permitiremos que impresione nuestras mentes y trabaje mediante nosotros para su gloria? ¿Escucharemos los mensajes que dirige a las iglesias? Decidamos estar entre los que, con gozo, se encontrarán con él a su regreso, y no entre los que "se lamentarán sobre él". Aseguremos nuestra redención mediante la obediencia a los mensajes que da a su iglesia.
Cristo envía a su iglesia las palabras de consuelo: "Por cuanto has guardado la palabra de mi pa-ciencia, yo también te guardaré de la hora de la prueba que ha de venir sobre el mundo entero, para pro-bar a los que moran sobre la tierra. He aquí, yo vengo pronto; retén lo que tienes, para que ninguno tome tu corona. Al que venciere, yo lo haré columna en el templo de mi Dios, y nunca más saldrá de allí; y escribiré sobre él el nombre de mi Dios, y el nombre de la ciudad de mi Dios, la nueva Jerusalén, la cual desciende del cielo, de mi Dios, y mi nombre nuevo" (Apoc. 3:10-12).
Esforcémonos para obtener una entrada triunfal en el reino de nuestro Señor. Estudiemos con di-ligencia el evangelio que Cristo en persona le presentó a Juan en la isla de Patmos, llamado "La revelación de Jesucristo, que Dios le dio, para manifestar a sus siervos las cosas que deben suceder pronto" (Apoc. 1:1). Recordemos siempre que es "bienaventurado el que lee, y los que oyen las palabras de esta profecía, y guardan las cosas en ella escritas; porque el tiempo está cerca". (Apoc. 1:3). Signs of the Times, 4 de Febrero de 1903”. Recibiréis Poder: 23 de Diciembre.
“Al que venciere, yo lo haré columna en el templo de mi Dios, y nunca más saldrá de allí; y escribiré sobre él el nombre de mi Dios, y el nombre de la ciudad de mi Dios, la nueva Jerusalén, la cual desciende del cielo, de mi Dios, y mi nombre nuevo. El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias”.
“Todos los que entraren allí poseerán el manto de la justicia de Cristo, y sobre sus frentes se verá el nombre de Dios. Este nombre es el símbolo que el apóstol vio en visión, y significa la sumisión de la mente a una obediencia inteligente y leal a todos los mandamientos de Dios. YI 18-08-1886.
El conflicto que estamos atravesando es el último que tendremos en este mundo. Nos encontra-mos en lo más reñido del mismo. Los dos bandos están luchando por alcanzar la supremacía. En esta contienda no podemos ser neutrales. Debemos colocarnos de un lado o del otro. Si nos situamos del lado de Cristo, si lo reconocemos ante el mundo en palabra y en hecho, seremos un testimonio viviente que declara a quién hemos decidido servir y honrar. En esta hora importante de la historia de la tierra no podemos permitirnos dejar a nadie en la incertidumbre respecto a qué grupo pertenecemos...
A fin de obtener la victoria sobre todos los ardides del enemigo, debemos aferrarnos a un poder que está fuera y más allá de nosotros mismos. Debemos mantener una relación constante y viviente con Cristo, que tiene poder para otorgar la victoria a toda alma que se mantenga en actitud de fe y humil-dad... Como los que esperamos recibir la recompensa del vencedor, debemos avanzar en la lucha cris-tiana aunque en cada avance hallemos oposición... No debemos ceder en ninguno de los puntos sobre los cuales ya hemos obtenido la victoria... Como vencedores, reinaremos con Cristo en las cortes celestiales; y debemos vencer mediante la sangre del Cordero y la Palabra de nuestro testimonio. "Al que venciere, yo le haré columna en el templo de mi Dios". RH 19-07-1908”. Hijos e Hijas de Dios: Co-lumnas en Su Templo.
“Resulta maravilloso que Cristo se revelara a Juan tal como es, y extraño que se dirigiera a las iglesias de ese modo. Pero deberíamos recordar que la iglesia, aunque débil y defectuosa es objeto del supremo cuidado de Cristo. Constantemente vela sobre ella con tierna solicitud y la fortalece con su Espíritu Santo. Como miembros de su iglesia, ¿le permitiremos que impresione nuestras mentes y trabaje mediante nosotros para su gloria? ¿Escucharemos los mensajes que dirige a las iglesias? Decidamos estar entre los que, con gozo, se encontrarán con él a su regreso, y no entre los que "se lamentarán sobre él". Aseguremos nuestra redención mediante la obediencia a los mensajes que da a su iglesia.
Cristo envía a su iglesia las palabras de consuelo: "Por cuanto has guardado la palabra de mi pa-ciencia, yo también te guardaré de la hora de la prueba que ha de venir sobre el mundo entero, para pro-bar a los que moran sobre la tierra. He aquí, yo vengo pronto; retén lo que tienes, para que ninguno tome tu corona. Al que venciere, yo lo haré columna en el templo de mi Dios, y nunca más saldrá de allí; y escribiré sobre él el nombre de mi Dios, y el nombre de la ciudad de mi Dios, la nueva Jerusalén, la cual desciende del cielo, de mi Dios, y mi nombre nuevo" (Apoc. 3:10-12).
Esforcémonos para obtener una entrada triunfal en el reino de nuestro Señor. Estudiemos con di-ligencia el evangelio que Cristo en persona le presentó a Juan en la isla de Patmos, llamado "La revelación de Jesucristo, que Dios le dio, para manifestar a sus siervos las cosas que deben suceder pronto" (Apoc. 1:1). Recordemos siempre que es "bienaventurado el que lee, y los que oyen las palabras de esta profecía, y guardan las cosas en ella escritas; porque el tiempo está cerca". (Apoc. 1:3). Signs of the Times, 4 de Febrero de 1903”. Recibiréis Poder: 23 de Diciembre.
Re: Erwin Eulner - Al Que Venciere
7.- Apoc. 3:21-22.-
“Al que venciere, le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono. El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias”.
“Estas son las palabras dichas por nuestro Sustituto y Garantía. El que es la Cabeza divina de la iglesia, el más poderoso de los vencedores, mostrará a sus seguidores su vida, sus afanes, su abnegación, sus luchas y sufrimientos, y luego, el desprecio, el rechazo, el ridículo, las burlas, los insultos, el escarnio, la falsedad, y finalmente les señalará desde el camino al Calvario hasta las escenas de la cruci-fixión, para que cobren ánimo y avancen en demanda de la meta para recibir el premio y la recompensa prometidos a los vencedores (Review and Herald, 24-7-1888).
El plan de salvación no se aprecia como debería apreciarse. No se lo discierne o comprende. Se lo estima como un asunto común. No se advierte que para unir lo humano con lo divino se requirió el ejer-cicio de la Omnipotencia... Cristo, al cubrir su divinidad con la humanidad, elevó a la humanidad en la escala del valor moral hasta colocarla en una dignidad infinita. ¡Qué condescendencia de parte de Dios y de su Hijo unigénito, que era igual con el Padre!...
Ha sido tan grande la ceguera espiritual de los hombres, que han procurado hacer ineficaz la Pa-labra de Dios. Con sus tradiciones han declarado que el gran plan de salvación se preparó para abolir la ley de Dios y terminar con su vigencia. En cambio, el Calvario es él poderoso argumento que prueba la inmutabilidad de los preceptos de Jehová...
La condición del carácter debe compararse con la gran norma moral de justicia. Debe haber una búsqueda de los pecados peculiares que han sido ofensivos para Dios, que han deshonrado su nombre y apagado la luz del espíritu, y matado el primer amor del alma.
Se asegura la victoria mediante la fe y la obediencia... La tarea de vencer no ha quedado restringida a los días de los mártires. Nosotros debemos luchar en estos tiempos de sutil tentación y mundanalidad (Ibid.). A Fin De Conocerle: 07 de Septiembre.
“Cristo dijo: "Esforzaos a entrar". Debemos sentir nuestra constante dependencia de Dios, y la gran debilidad de nuestra sabiduría y juicio y poder, y luego depender enteramente del que venció al enemigo por nosotros, porque él se compadeció de nuestra debilidad y sabía que seríamos vencidos y pereceríamos, si no acudía en nuestra ayuda... No penséis que podéis ganar la recompensa eterna mediante esfuerzos fáciles o comunes. Tenéis un enemigo astuto tras vuestros pasos. "Al que venciere le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono". (Apoc. 3:21). Esta es la lucha para vencer como Cristo ha vencido, Su vida de tentación, prue-bas, luchas y conflictos, está delante de nosotros para que la imitemos. Podemos hacer esfuerzos con nuestro propio poder, pero no tendremos éxito. Pero cuando caemos desvalidos, sufrientes y necesita-dos sobre la roca de Cristo, sintiendo íntimamente que nuestra victoria depende de sus méritos, que todos nuestros esfuerzos, sin la ayuda especial del gran Vencedor, no servirán de nada, entonces Cristo envía a cada ángel de gloria a rescatarnos del poder del enemigo para que no caigamos (Carta 1b, 1873)”. A Fin De Conocerle: 25 de Octubre.
“Cristo dice: "Al que venciere, le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono" (Apoc. 3: 21). Hay tentaciones que debemos enfrentar. Si cedemos a ellas estaremos del lado perdedor, y al experimentar la derrota vez tras vez, llega a ser un hábito hacer lo erróneo en lugar de hacer lo correcto. De esta manera revelamos que hemos escogido desarrollar los principios y atributos de Satanás más bien que los principios y atributos de Jesucristo...
Alza Tus Ojos: 09 de Febrero.
“A Dios no le complace que alguno de sus representantes se preocupe, se canse y se agote al pun-to de no poder esparcir ya la dulce fragancia del cielo en su vida. No tenemos sino una vida para vivir. Jesús vino a nuestro mundo para enseñamos a vivir esa vida a fin de que podamos representar el carácter del Cielo. Nunca debiéramos ser pusilánimes, porque ello será perjudicial para nosotros mismos y para aquellos que estén al alcance de nuestra influencia, Dios requiere que nos comportemos con dignidad en las pruebas y en las tentaciones. El Varón de dolores, experimentado en quebranto, está ante nosotros como nuestro ejemplo. "Al que venciere, le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono" (Apoc. 3:21) (Carta 7. del 10 de Febrero de 1885, dirigida a Daniel T. Bourdeau, una de nuestros primeros misioneros en Europa). Alza Tus Ojos: 10 de Febrero.
“Durante estas horas de insomnio, el tema de la victoria era el motivo central de mis pensamientos. "Al que venciere - declara el Señor - le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono" (Apoc. 3: 21).
Hay quienes siempre presentan excusas por andar de acuerdo con los consejos del enemigo. Hay quienes piensan que porque padecen una debilidad física, tienen el privilegio de pronunciar palabras mezquinas y actuar de manera antipática. Pero, ¿acaso no ha hecho provisión Jesús para que los tales venzan la tentación? ¿Han de ser desagradecidos e impíos por causa de las pruebas y las aflicciones? ¿No son acaso los rayos de la justicia de Cristo lo suficientemente luminosos como para disipar las sombras de Satanás?
Se afirma que la gracia de Dios es suficiente para contrarrestar todos los males y las pruebas co-ntra los cuales tienen que luchar los seres humanos. ¿Podrá carecer de poder entonces contra las debili-dades físicas? ¿Retrocederá la gracia divina mientras Satanás ocupa el campo y mantiene sus víctimas bajo el poder de sus malos atributos?
¡Oh, cuán precioso es Jesús para el alma que confía en el! Pero muchos andan en tinieblas porque sepultan su fe en las sombras de Satanás. No han hecho lo que podían hacer por medio de la gracia de Jesús. No hablan acerca de la fe, la esperanza y el valor. Jamás deberíamos permitirle a Satanás que crea que su poder para perturbar y molestar es mayor que el poder de Cristo para sostener y fortalecer.
Hay que "orar siempre y no desmayar" (Luc. 18:1). Toda oración sincera que se ofrece a Dios va mezclada con la eficacia de la sangre de Cristo. Si la respuesta se demora, se debe a que Dios desea que manifestemos una santa osadía al reclamar el cumplimiento de la palabra empeñada por Dios. Fiel es el que prometió (Manuscrito 19, del 17 de junio de 1892)”. Cada Día Con Dios: 17 de Junio.
“En esas palabras se nos encomienda a cada uno una obra individual. Debemos hacer esfuerzos decididos para vencer como Cristo venció. A nadie se lo exime de librar esta batalla. Si queremos que las puertas de la santa ciudad se entreabran para nosotros, si anhelamos contemplar al Rey en su hermosura, debemos vencer ahora como Cristo venció... El dejó a un lado sus mantos reales, su autoridad suprema, sus riquezas, y por causa de nosotros se hizo pobre para que pudiésemos llegar a poseer una herencia inmortal. Hizo frente y venció al príncipe de las tinieblas para nuestro beneficio...
La lección de dominio propio debería comenzar con el niño en los brazos de su madre. Debería enseñársela que su voluntad debe ser sometida a la de Dios... ¿Quiénes son esos niños confiados a nuestro cuidado? Los miembros más jóvenes de la familia del Señor. El dice: "Tomad a esos niños y educadlos... para que sean pulidos a la manera de piedras de un palacio, preparados para brillar en los atrios de mi casa". ¡Qué obra importante!... Recordad que el Creador del universo os ayudará en vuestra obra. Confiados en su fortaleza, y por su nombre, podréis conducir a vuestros niños de tal modo que lleguen a ser vencedores. Enseñadles a buscar poder en Dios. Decidles que él oye sus oraciones. Enseñadles a vencer con el bien el mal, a ejercer una influencia que eleve y ennoblezca. Conducidlos para que se unan con Dios, y entonces tendrán poder para resistir la más fuerte tentación. Entonces recibirán la recompensa dada al vencedor. RH 9-7-1901”. Hijos e Hijas de Dios: Con Cristo en Su Trono.
“Al que venciere, le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono. El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias”.
“Estas son las palabras dichas por nuestro Sustituto y Garantía. El que es la Cabeza divina de la iglesia, el más poderoso de los vencedores, mostrará a sus seguidores su vida, sus afanes, su abnegación, sus luchas y sufrimientos, y luego, el desprecio, el rechazo, el ridículo, las burlas, los insultos, el escarnio, la falsedad, y finalmente les señalará desde el camino al Calvario hasta las escenas de la cruci-fixión, para que cobren ánimo y avancen en demanda de la meta para recibir el premio y la recompensa prometidos a los vencedores (Review and Herald, 24-7-1888).
El plan de salvación no se aprecia como debería apreciarse. No se lo discierne o comprende. Se lo estima como un asunto común. No se advierte que para unir lo humano con lo divino se requirió el ejer-cicio de la Omnipotencia... Cristo, al cubrir su divinidad con la humanidad, elevó a la humanidad en la escala del valor moral hasta colocarla en una dignidad infinita. ¡Qué condescendencia de parte de Dios y de su Hijo unigénito, que era igual con el Padre!...
Ha sido tan grande la ceguera espiritual de los hombres, que han procurado hacer ineficaz la Pa-labra de Dios. Con sus tradiciones han declarado que el gran plan de salvación se preparó para abolir la ley de Dios y terminar con su vigencia. En cambio, el Calvario es él poderoso argumento que prueba la inmutabilidad de los preceptos de Jehová...
La condición del carácter debe compararse con la gran norma moral de justicia. Debe haber una búsqueda de los pecados peculiares que han sido ofensivos para Dios, que han deshonrado su nombre y apagado la luz del espíritu, y matado el primer amor del alma.
Se asegura la victoria mediante la fe y la obediencia... La tarea de vencer no ha quedado restringida a los días de los mártires. Nosotros debemos luchar en estos tiempos de sutil tentación y mundanalidad (Ibid.). A Fin De Conocerle: 07 de Septiembre.
“Cristo dijo: "Esforzaos a entrar". Debemos sentir nuestra constante dependencia de Dios, y la gran debilidad de nuestra sabiduría y juicio y poder, y luego depender enteramente del que venció al enemigo por nosotros, porque él se compadeció de nuestra debilidad y sabía que seríamos vencidos y pereceríamos, si no acudía en nuestra ayuda... No penséis que podéis ganar la recompensa eterna mediante esfuerzos fáciles o comunes. Tenéis un enemigo astuto tras vuestros pasos. "Al que venciere le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono". (Apoc. 3:21). Esta es la lucha para vencer como Cristo ha vencido, Su vida de tentación, prue-bas, luchas y conflictos, está delante de nosotros para que la imitemos. Podemos hacer esfuerzos con nuestro propio poder, pero no tendremos éxito. Pero cuando caemos desvalidos, sufrientes y necesita-dos sobre la roca de Cristo, sintiendo íntimamente que nuestra victoria depende de sus méritos, que todos nuestros esfuerzos, sin la ayuda especial del gran Vencedor, no servirán de nada, entonces Cristo envía a cada ángel de gloria a rescatarnos del poder del enemigo para que no caigamos (Carta 1b, 1873)”. A Fin De Conocerle: 25 de Octubre.
“Cristo dice: "Al que venciere, le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono" (Apoc. 3: 21). Hay tentaciones que debemos enfrentar. Si cedemos a ellas estaremos del lado perdedor, y al experimentar la derrota vez tras vez, llega a ser un hábito hacer lo erróneo en lugar de hacer lo correcto. De esta manera revelamos que hemos escogido desarrollar los principios y atributos de Satanás más bien que los principios y atributos de Jesucristo...
Alza Tus Ojos: 09 de Febrero.
“A Dios no le complace que alguno de sus representantes se preocupe, se canse y se agote al pun-to de no poder esparcir ya la dulce fragancia del cielo en su vida. No tenemos sino una vida para vivir. Jesús vino a nuestro mundo para enseñamos a vivir esa vida a fin de que podamos representar el carácter del Cielo. Nunca debiéramos ser pusilánimes, porque ello será perjudicial para nosotros mismos y para aquellos que estén al alcance de nuestra influencia, Dios requiere que nos comportemos con dignidad en las pruebas y en las tentaciones. El Varón de dolores, experimentado en quebranto, está ante nosotros como nuestro ejemplo. "Al que venciere, le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono" (Apoc. 3:21) (Carta 7. del 10 de Febrero de 1885, dirigida a Daniel T. Bourdeau, una de nuestros primeros misioneros en Europa). Alza Tus Ojos: 10 de Febrero.
“Durante estas horas de insomnio, el tema de la victoria era el motivo central de mis pensamientos. "Al que venciere - declara el Señor - le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono" (Apoc. 3: 21).
Hay quienes siempre presentan excusas por andar de acuerdo con los consejos del enemigo. Hay quienes piensan que porque padecen una debilidad física, tienen el privilegio de pronunciar palabras mezquinas y actuar de manera antipática. Pero, ¿acaso no ha hecho provisión Jesús para que los tales venzan la tentación? ¿Han de ser desagradecidos e impíos por causa de las pruebas y las aflicciones? ¿No son acaso los rayos de la justicia de Cristo lo suficientemente luminosos como para disipar las sombras de Satanás?
Se afirma que la gracia de Dios es suficiente para contrarrestar todos los males y las pruebas co-ntra los cuales tienen que luchar los seres humanos. ¿Podrá carecer de poder entonces contra las debili-dades físicas? ¿Retrocederá la gracia divina mientras Satanás ocupa el campo y mantiene sus víctimas bajo el poder de sus malos atributos?
¡Oh, cuán precioso es Jesús para el alma que confía en el! Pero muchos andan en tinieblas porque sepultan su fe en las sombras de Satanás. No han hecho lo que podían hacer por medio de la gracia de Jesús. No hablan acerca de la fe, la esperanza y el valor. Jamás deberíamos permitirle a Satanás que crea que su poder para perturbar y molestar es mayor que el poder de Cristo para sostener y fortalecer.
Hay que "orar siempre y no desmayar" (Luc. 18:1). Toda oración sincera que se ofrece a Dios va mezclada con la eficacia de la sangre de Cristo. Si la respuesta se demora, se debe a que Dios desea que manifestemos una santa osadía al reclamar el cumplimiento de la palabra empeñada por Dios. Fiel es el que prometió (Manuscrito 19, del 17 de junio de 1892)”. Cada Día Con Dios: 17 de Junio.
“En esas palabras se nos encomienda a cada uno una obra individual. Debemos hacer esfuerzos decididos para vencer como Cristo venció. A nadie se lo exime de librar esta batalla. Si queremos que las puertas de la santa ciudad se entreabran para nosotros, si anhelamos contemplar al Rey en su hermosura, debemos vencer ahora como Cristo venció... El dejó a un lado sus mantos reales, su autoridad suprema, sus riquezas, y por causa de nosotros se hizo pobre para que pudiésemos llegar a poseer una herencia inmortal. Hizo frente y venció al príncipe de las tinieblas para nuestro beneficio...
La lección de dominio propio debería comenzar con el niño en los brazos de su madre. Debería enseñársela que su voluntad debe ser sometida a la de Dios... ¿Quiénes son esos niños confiados a nuestro cuidado? Los miembros más jóvenes de la familia del Señor. El dice: "Tomad a esos niños y educadlos... para que sean pulidos a la manera de piedras de un palacio, preparados para brillar en los atrios de mi casa". ¡Qué obra importante!... Recordad que el Creador del universo os ayudará en vuestra obra. Confiados en su fortaleza, y por su nombre, podréis conducir a vuestros niños de tal modo que lleguen a ser vencedores. Enseñadles a buscar poder en Dios. Decidles que él oye sus oraciones. Enseñadles a vencer con el bien el mal, a ejercer una influencia que eleve y ennoblezca. Conducidlos para que se unan con Dios, y entonces tendrán poder para resistir la más fuerte tentación. Entonces recibirán la recompensa dada al vencedor. RH 9-7-1901”. Hijos e Hijas de Dios: Con Cristo en Su Trono.
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